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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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CREDITO: MásTeatro de Fundación SAGAI
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Dainé Zeferino

CCH Azcapotzalco

Soy Camila Dainé Zeferino López también conocida como “Llamacamiz”, soy una workaholic y multitasking en la pintura, fotografía, y escritura, en esta última, tengo una fascinación por relacionar la psicología con la política y la sociedad para hacer análisis críticos más intuitivos, con el objetivo de hacer la invitación al cuestionamiento de diferentes tópicos que conforman la vida cotidiana de muchos de nosotros.

Desequilibrio de la normalidad

Número 11 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2023

Normalizamos las adicciones sin cuestionarnos las historias personales y el papel de la sociedad

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Dainé Zeferino

CCH Azcapotzalco

El mundo se mueve, gira, está en constante transformación y modifica pensamientos, pero mantiene intrínsecamente un conjunto de tradiciones y costumbres que, a pesar de ser normales según nuestra cultura y educación, no sugieren un aporte o beneficio a la sociedad, incluso, por el contrario, adquieren el significado de tirrias que en cada individuo se impregnan y desestabilizan la vida.

El ser humano lleva procesos naturales de su especie –aprende, crece– y, paralelamente, existen vacíos argumentales para la guía de acciones desenfrenadas típicas, prácticas de arquetipos construidos para llevar un ritmo proporcional a nuestros símiles. En este tipo de flujos rutinarios, de la simbiosis en una comunidad, con la construcción de un ser camaleónico que pueda adaptarse a cualquier situación social, es común toparse con la imitación de aquello que, creemos, nos dará más identificación a algo, a formar parte de; la identidad de cada persona se empieza a ver condicionada por su entorno, que a falta de una orientación especializada, mantiene la probabilidad de toparse con ilusiones, con desapegos a la realidad o con efectos placebos que, en conjunto, denominamos como diversión inocente al cabo de unas cuantas dosis.

Vale la pena cuestionarse, ¿cuál fue nuestro primer momento de contacto con el alcohol o las drogas? ¿Por qué empezó el ímpetu de curiosidad para atrevernos a ingerirlos? ¿Cuándo se convirtió en un hábito?

 

Adolescencia, punto crítico

Nuestra percepción y relación con atmósferas dañinas como infantes son influenciadas desde la exposición en el entorno familiar y social. La curiosidad por ciertas sustancias puede despertarse cuando vemos a los adultos consumir alcohol, fumar tabaco, realizar compras compulsivas, comer mucho o no comer nada, depender de videojuegos o redes sociales, practicar juegos de azar, apuestas, entre otros.  

La adolescencia está considerada como la etapa más complicada de la vida, que comprende bien su origen etimológico de adolecer del conocimiento que se tiene de sí mismo y su relación con el mundo; la orientación igualmente proporcional a la seguridad emocional, quiere decir, que hay que prevenir como sociedad, más que como tutores, la reducción de atmósferas dañinas e inconscientes que provocarán en los jóvenes conductas autodestructivas de las que ellos mismos no serán culpables, pero sí serán los responsables de solucionarlas sin las herramientas necesarias para hacerlo.

Es más que necesario deconstruir, más que para nosotros, para quienes aprenden desde una situación de vulnerabilidad, aquellos niños serán adolescentes y luego adultos, mimetizan una serie de patrones irregulares de generación en generación. La parentalidad restrictiva es uno de muchos factores que promueve una actitud rebelde con intención al reto, si se presentara la posibilidad de la libertad absoluta del libre albedrío, en teoría, no habría tal barrera para atravesar, no existiría tal intención de descubrir lo prohibido.

 

Adicción a qué exactamente…

Un adicto empieza a ser esclavo de sí, ya que su mente, que está intoxicada por drogas (legales o ilegales), está controlada por sus efectos y su intención se compromete con los impulsos, esos procesos químicos alteran el estado de homeostasis de su cuerpo, y está condicionado a las situaciones complejas de la vida que no le gusta.

No es solamente el estimulante físico al que debemos prestar atención, los efectos neurológicos que existen al consumir una sustancia son equiparables a otro tipo de acciones igualmente autodestructivas para el huésped. Las adicciones pueden involucrar cualquier tipo de situación que genere placer fuera de nuestros sentidos exteroceptivos (vista, oído, olfato, gusto, tacto/luz, sonido, olores, sabores, sensaciones), abarca las adicciones comportamentales, lo interoceptivo es lo más intrigante (propiocepción, nocicepción, quimiorreceptores). El origen de las acciones, la raíz de esa búsqueda de bienestar es una cuestión personal que tiene explicación: inconformidad.

 

La paradoja comercial

La publicidad de los productos a lo largo del tiempo mantiene estrategias que van en contra de la ética, existe una contradicción respecto a la promoción y su advertencia en contra del consumo en exceso de estos. De este lado del mundo, se adorna el consumo con mensajes de precaución, detrás de lo cual se oculta el interés de las ventas. Debemos evaluar escépticamente, en última instancia, la hipocresía de un negocio que generará ganancias, incluso a expensas de los clientes.

Esto incluye las campañas publicitarias que vagamente intentan “concientizar al público” sobre las afectaciones al cuerpo y las restricciones de edad, aunque esto tiene limitaciones, a pesar de las imágenes impactantes y advertencias graves sobre enfermedades, estas supuestas medidas no son tan efectivas en disuadir a la población y realmente esa no es su intención, las empresas no ejercen el suficiente cuidado en la venta de estos productos, las restricciones se pasan por alto, sobre a quiénes se vende o el destino de, por ejemplo, las botellas vacías una vez consumido su contenido.

Los arrebatos de continuo éxtasis tras encontrar la puerta de escape de nosotros mismos y del entorno, no representan una vaga e individual cadena de decisiones insignificantes, estamos envueltos en una dañina atmósfera que no empieza con un inocente  descubrimiento de una nueva experiencia inmersiva a través de una sustancia, realmente nos estamos enfrentando a una batalla contra el narcomenudeo y con la promoción de negocios ilegales de botellas adulteradas que cobran la vida de personas que, inicialmente, nada tenían que ver con la decisión primaria. 

Es esencial reconocer la interconexión que existe entre industrias que generan enormes ganancias a costa de la salud de las personas y que contribuyen inherentemente a la normalización de la dependencia química en la sociedad. La disponibilidad y promoción generalizada entre los jóvenes alimenta un ciclo que involucra a grupos vulnerables en el narcomenudeo como fuente de ingresos variando entre adicción y delincuencia, es elemento crucial abogar por regulaciones más estrictas, aunque, primeramente debemos cuestionarnos como consumidores.

Incluso cuando la Secretaría de Salud en México ha implementado estrategias similares en los envases de alimentos con alto contenido en grasas, azúcares, edulcorantes, marcando los niveles de exceso en contenido de ciertos ingredientes, evidencia que realmente la conciencia del consumidor desempeña la verdadera transformación que proviene de la voluntad individual para hacer elecciones más saludables.

 

Compartir los vicios

A menudo las personas comparten sus hábitos adictivos con otros sin darse cuenta, ofrecen a los demás lo que estén consumiendo en ese momento con una intención activa de caridad, pero este comportamiento puede generar una cadena de iniciación a una adicción, inconscientemente propagan de una persona a otra, incluso sin quererlo, un daño inminente a no solamente un organismo.

Si bien estas intenciones pueden no ser maliciosas, sí tienen diversos orígenes, ya sea el intento de alivio al creer que ayudan con dificultades personales, el desconocimiento de los riesgos al creerlo inofensivo, la compañía al creer que no pueden enfrentar solos su adicción o la normalización que es la razón más típica al creer que es común lo que realizan.

 

La “buena fiesta o noche” 

La conciencia colectiva hace referencia a un patrón de creencias compartidas en sociedad que a menudo normaliza el consumo excesivo de alcohol y las resacas como parte de la diversión, a menudo celebra estos hechos como parte de una “buena noche” (tiende a relacionarse a perder la conciencia) o una diversión exitosa, esto puede perpetuar la creencia de que fomentar un exceso es parte fundamental de la diversión. Las actitudes sociales influyen en el comportamiento de un individuo, es necesario cuestionar estas para evitar futuros problemas de salud.

La redefinición de las fiestas puede ser una nueva oportunidad para compartir momentos significativos, conocer gente nueva y reunirnos con seres queridos, existen alternativas saludables como juegos, actividades culturales o deportes. El enfoque de la diversión que no dependa del consumo de algo externo a nuestra química cerebral ayudará a una formación enriquecedora de eventos sociales.

 

Estigmatización y apoyo

A pesar de la existencia de centros de rehabilitación y grupos de ayuda, las personas que luchan con adicciones en algún momento tendrán problemas de salud mental por la alteración a los componentes de su cerebro o de su sistema nervioso, a menudo enfrentan estigmatización, relego y falta de comprensión, la falta de interés social en la historia y el origen de estas personas puede contribuir a perpetuar el aislamiento y nuevos huéspedes para estas instituciones, desde alcohólicos anónimos hasta psiquiátricos.

Reconocer la responsabilidad colectiva en la creación de un entorno seguro que apoye a la recuperación de las personas con un problema de adicción es un gran reto, pero desempeña una oportunidad para sensibilizarnos y empatizar, concientizar que así como podemos realizar labores de reinserción social, mantenemos un papel crucial para estos desafíos, contribuimos tanto a los problemas como a las soluciones, debemos antes de pensar en esa posibilidad de reintegración, analizar cómo es ese hábito enfermizo que envía a demasiadas personas a su ruina. 

Debemos reflexionar sobre el riesgo de las adicciones, que generalmente se desarrollan de manera gradual, es decir, desde la primera exposición a una sustancia o un comportamiento autodestructivo empieza a construirse la dirección a una adicción, la mayoría de las personas no considera la posibilidad de convertirse en un adicto, debido a que lo ven demasiado alejado de su realidad, subestiman este hecho y al hacerlo, lo convierten en una mayor exposición y riesgo. Es importante tratar este problema social desde una perspectiva preventiva y crear conciencia a edad temprana y ampliar el contexto de la sociedad.

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