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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Lisa Fotios/Pexels
Camila Dainé Zeferino López

Camila Dainé Zeferino López

Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Azcapotzalco

Soy Camila Dainé Zeferino López también conocida como “Llamacamiz”, soy una workaholic y multitasking en la pintura, fotografía, y escritura, en esta última, tengo una fascinación por relacionar la psicología con la política y la sociedad para hacer análisis críticos más intuitivos, con el objetivo de hacer la invitación al cuestionamiento de diferentes tópicos que conforman la vida cotidiana de muchos de nosotros.

Las redes que nos enredan

Número 4 / ENERO - MARZO 2022

¿Cómo afecta nuestro ser ver el mundo a través de la ilusión que crean las redes sociales?

Camila Dainé Zeferino López

Camila Dainé Zeferino López

Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Azcapotzalco

¿Benditas o malditas redes sociales? Es el tópico de discusión de esta edición de ¡Goooya! A mi parecer, es una introducción muy oportuna de lo satanizados que se tienen los medios digitales, pero como se suele decir, todo tiene una razón, ¿o no?

El origen de esta constante necesidad de preguntarnos si las redes sociales son un beneficio para nosotros o es todo lo contrario, viene de cómo nos relacionamos con ellas, quiero decir, nuestra relación con los demás a través de la red es muy compleja, especialmente por el reto que conlleva transformar nuestras vidas y transportarlas a un ojo “público” entre las redes y nuestras vidas, con necesidades físicas y emocionales, además de que, sorprendentemente, nosotros fuimos quienes creamos esos estándares tan eurocentristas, blanqueados y exigentes.

La pregunta que me gustaría poner sobre la mesa derivada de la inicial es: ¿cómo nos afecta ver a todo el mundo viviendo una ilusión no palpable? ¿Por qué algo intangible y no material nos causa tanta preocupación? Para encontrar respuestas, es necesario primeramente consultar por qué en nuestra actual era, el planeta no solo está girando en un universo, sino también en un “metaverso” («meta» –más allá– y «universo») que denota la siguiente generación de internet y describe una experiencia inmersiva y multisensorial en el uso aplicado de diversos dispositivos en la red; puede no solo referirse a los mundos virtuales, sino a las experiencias multidimensionales de uso y aplicación de Internet en su conjunto, especialmente el espectro combinado de la web 2.0, la realidad aumentada, la tecnología de tercera dimensión y la realidad virtual. Lo relaciono con mi idea ya que los metaversos son entornos donde los humanos interactúan social y económicamente como avatares, a través de un soporte lógico en un ciberespacio, el que actúa como una metáfora del mundo real, pero sin las limitaciones físicas o económicas allí impuestas.

No todo es real

Estas motivaciones, por ego más que por presencia, son la razón de una constante obsesión y urgencia por conseguir followers para ser “alguien” exponiendo o ventilando hasta el más mínimo detalle de nuestra cotidianidad, incluso, es bastante común pedir promoción de otras cuentas para obtener más alcance; precisamente, el estímulo tan efímero que recibimos al tener aprobación y los modelos de comparación, hacen que lo que vendemos de nosotros no sea auténtico e ilusamente ni siquiera es una versión propia para uno mismo, aparentemente, lo importante es lo que extendemos hacia los demás en estos medios, únicamente lo positivo y falso; podemos verlo como un refugio de nuestras inseguridades, con inmensos retoques, blanqueamientos, modificaciones físicas y personales. Nuestra autoestima se ve formada de lo que idealizamos, a una imagen que queremos ser y por consecuecia, el medio de desarrollo ejerce mucha presión sobre nosotros por comenzar a editar lo que publicamos para que sea un consumo para los demás, somos tan influenciables que tenemos esa exigencia de demostrar “algo” sólo por validación.

Internet es para siempre

Te has preguntado alguna vez cuántas veces abres una aplicación o cuántos datos personales tienen tus aplicaciones preferidas o, para no irnos tan lejos, ¿qué tanto hay de ti vagando en los abismos de la data mundial? ¡No te asustes! A veces creemos conocer las limitaciones de privacidad que existen actualmente en Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, Telegram, Snapchat, Ask.fm, Google+, Vine, Hi5… Ok, se entiende, pero en realidad, ¿sabemos con exactitud lo mucho o poco que llegamos a documentar de nuestro alrededor? Y aún más intrigante, ¿quién lo ve? y ¿quién lo sabe? Probablemente digas que, en un centenar de usuarios de este tipo de apps, ¿quién me vigilaría si no soy nadie?, pero… ¿qué tanto sabemos de lo que está detrás de la pantalla?

No está de más detenernos a observar cómo esta difusión masiva de información en la red se ha vuelto, en poco menos de 24 años (surgimiento de SixDegrees, primera red social), una completa necesidad para personas de absolutamente todas las edades. Y no es una suposición mía, en 1997 había 70 millones de usuarios en la web y en 2021 ¡hay más de 5.053 millones de usuarios! ¿Puedes creerlo?

Este crecimiento acelerado ha propiciado la aparición de creadores de contenido en múltiples plataformas: streamers de Twitch, podcasters de Spotify, influencers de Instagram, y esta ha sido una laguna altamente aprovechable para generar ingresos. Es muy que probable que en ocasiones, estos oficios facilitan un mejor sueldo que el de un profesionista. Pero el punto principal de esto es vender tu imagen, el quién eres; las plataformas se sostienen gracias a que tú eres el objeto de consumo.

El futuro nos alcanzó

Hoy por hoy, el intento de “desintoxicación” de la virtualidad provoca que tengamos la incertidumbre de qué es lo que pasaría si nos desconectáramos, seguramente nos perderíamos de algo que usualmente estamos acostumbrados a recibir, esa visión fluida de la comunicación tan rápida por conexión remota es lo que nos influencia a tener tanta infoxicación en nuestra mente, inclusive, ser cómplices del intento de persuasión de creadores de contenido que no nos brindan un verdadero alivio, o amistades que aceptamos en nuestro círculo social sin que realmente exista un vínculo, sin embargo, siguen estando en nuestro muro sin sumarnos nada. Admito que he sido partícipe de visualizar este tipo de manipulaciones e, indirectamente, se mantienen presentes únicamente por el morbo y nuestro miedo a no estar actualizados. A pesar de que estas plataformas suelen “censurar” lo que quieren de manera sumamente injusta, no podemos abandonarlas.

El verdadero cuestionamiento debería ser más orientado a si en realidad el problema son las redes sociales o es el uso que les damos para sumar o restar a nuestra ordinaria costumbre de comparación, identificando la responsabilidad individual sobre qué es lo bueno que tomamos y compartimos cuando hablamos de priorizarnos a nosotros mismos; usamos la virtualidad como un escape, pasando por alto que todo el bombardeo es también considerado “nuestra vida” que, de igual manera, abarca los dispositivos digitales en esta alocada y rutinaria actualidad.

Dejar de romantizar la perfección es el primer paso para detenernos en culpabilizar cómo nos aceleramos en nuestro despertar día a día, en nuestra intimidad, y sea nuestra prioridad ser seres monótonamente influenciables ya que pareciera que eso es lo único que nos mantiene girando en toda esta globalización. Nos olvidamos que el mundo está afuera y no podemos quedarnos por toda la eternidad con una máscara a través de una pantalla que en la realidad en la que interactuamos es inservible.

Cumplir exigencias ajenas no debería formar parte de nuestras preocupaciones, tener un afán de apariencias no debe ser un logro. Permitámonos la oportunidad de tomar un descanso de lo que se supondría deberíamos absorber, ver, hacer o ser, para que nuestra esencia no se desvanezca.

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Las redes que nos enredan

2 respuestas

  1. Buen escrito, todo lo que se aborda es tan real… Muchos estamos comenzando a perder nuestra identidad, nuestra esencia, nos volvemos falsos ante todos y principalmente ante nosotros mismos.

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