En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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The Seven Year Itch (1955) Billy Wilder
Picture of Camila Dainé Zeferino López

Camila Dainé Zeferino López

Facultad de Estudios Superiores Acatlán

Camila Dainé Zeferino López México (2006) Dainé Zeferino, ex alumna de CCH Azcapotzalco, es estudiante de Comunicación en FES Acatlán, escritora en Goooya UNAM desde 2021, bajo el seudónimo de “ByDaine” es fotógrafa independiente, autora del blog y podcast “Así que…” disponible en plataformas como spotify, apple y amazon, donde invita a cuestionar la realidad, participar en debates y conversar sobre temas polémicos de literatura, política, cultura y sociedad.

La cosificación de la mujer en el cine

Número 16 / ENERO - MARZO 2025

Apoyemos el cine alternativo de cineastas independientes

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Camila Dainé Zeferino López

Facultad de Estudios Superiores Acatlán

Hablar de mujeres en el cine involucra señalar diversos talentos que nos han deleitado con su legado en la pantalla grande. Pero hablar del papel de la mujer y el cine, abre un debate consciente de cómo se retratan a las mujeres. No es un misterio que, así como en demás tipos de industrias, el medio cinematográfico se encuentra mayormente dominado por el sector masculino. Es de esperar que la desigualdad se trunque hasta las cornisas del entretenimiento y medios de comunicación politizados; siglos de sexismo sistémico han antecedido a lo que actualmente concebimos como normalidad, mermando continuamente distintas áreas de la sociedad con oportunidades de desarrollo mínimas para las mujeres, siendo así un atentado al derecho de igualdad sustantiva, revelando una plataforma infestada de misoginia en el ámbito social y laboral.

El techo de cristal

A grandes rasgos, el techo de cristal es una metáfora utilizada en las generalidades de la sociedad para describir la problemática sistemática de minimización y desvalorización al sexo femenino en el rubro laboral, impidiéndoles alcanzar puestos de mayor cargo, esto es únicamente una prueba de un sistema de creencias implantado en mujeres y hombres a través de su entorno, uno que no permea solamente en el trabajo, la jerarquización con base en el sexo biológico persiste y ha contaminado áreas que aún no cedemos a aceptar, es decir, si siempre ha sido así y es lo que funciona, se califica de trivialidad la conversación, pero, ¿no será que omitimos detalles de índole antropológica al ser más conveniente ignorarlos? 

Repensar la narrativa que articula el cine comercial, el de mayor alcance, abre la discusión a una crítica con perspectiva de género que nos permite visualizar como consumidores o creadores, la clase de desafíos a los que las mujeres se han enfrentado en distintas áreas cinematográficas, y como es que, a pesar de la infrarrepresentación, podemos encontrar la intervención de espectadoras, actrices, directoras, o guionistas (por mencionar algunas), que se contraponen a las convenciones y formas de expresión artística o producto comercial dentro de los sets de grabación, o en las butacas de las salas de cine que proyectan los filmes reflejo de una psique colectiva. 

Los géneros estereotípicos

Más que una disciplina estética, el cine en generalidad de tópicos es versátil, sin embargo, ciertos géneros son reduccionistas, aludiendo en el sentido de la palabra a los subgéneros de chickflick y romcom, que mercadológicamente, fueron pensados para un público femenino joven, diseñando o adaptando historias de romance y tramas ligeras, creando un hilo conductual de configuración despectiva hacia las jóvenes, fomentando los estereotipos e ignorando la responsabilidad social, sacrificando la transmisión de mensajes significativos por intereses individuales redituables, es el éxito poco ético a costa de las masas, violentando la autopercepción y ejerciendo discriminación a un sector de la población. 

Haciendo un paréntesis entre la intersección de una chickflick y una romcom, es importante realizar la precisión de que no son la misma cosa, sí… comparten algunas características que podrían alternar una con otra, pero realizar la diferenciación si una película es una romcom, se considera que, si le restamos el factor de una pareja protagónica, ¿aún habría una historia que contar? En cambio, las chickflicks no necesitan de una dinámica de pareja heterosexual para funcionar, alberga un abanico extenso de clichés que la postulan de fácil digestión. 

El término chickflick tiene un origen estigmatizante para su público objetivo, más que tratarse de un subgénero, originalmente se catalogó como una etiqueta despectiva las “películas de chicas”, una clasificación para productos comunicativos pensados para venderles ideas bajo valoraciones personales de directores masculinos al género femenino, tomando como punto de partida,lugares comunes de “las chicas” conocidos popularmente, entre ellas se encuentran: Mean Girls, The Devil Wears Prada, 13 going on 30, The Princess Diaries, Pride and Prejudice, Legally Blonde. 

Las comedias románticas o romcoms, son un subgénero nacido de la comedia y el romanticismo, creando un híbrido que trata de forma cómica o irreverente el desarrollo de un cliché entre un hombre y una mujer, con una relación romántica de foco central y pilar fundamental de la historia, teniendo una epítome gloriosa en la década de los 90 y parte de los 2000 con clásicos como Breakfast at Tiffany´s, How to lose a guy in 10 days, 10 things I hate about you, Pretty woman, The ugly truth. 

La imagen de la mujer resulta ser una abstracción moderna de la herencia cultural que se inculcó, con la aspiración al ideal romanticismo y roles de género marcados potencialmente por la educación al sexo opuesto con fines completamente contrarios y para nada complementarios que se han retratado en la pantalla grande, como una duplicación fidedigna de la cotidianidad con matices peyorativos.

La visión femenina

En muy contadas ocasiones se les ha hecho justicia a los personajes femeninos en las grandes producciones, el común denominador en las películas anteriormente citadas, es que cada una de ellas tiene un director en su realización, convirtiéndolas en el mansplaining más aceptado de la historia, ya que no es que falten directoras, sino que la brecha de género carcome todo lo que el patriarcado toca. 

Se asume que las películas románticas son automáticamente destinadas para mujeres, asunción impulsada por la teoría de que, en sustancia, son tramas vacías, aburridas y de fórmula simplista, atribuyendo estos adjetivos a lo que significaría entonces el ser mujer, proyectando una idea fundamentada en una explicación históricamente estructural.

Curiosamente, los filmes románticos no protagonizados por mujeres, suelen ser tomados en serio con mayor facilidad por la audiencia, los críticos amateurs empatizan mayormente con contenidos similares a su socialización como sujetos, tenemos a 500 days of summer, La la land y Eternal Sunshine of the Spotless Mind,  ejemplificando en segundo plano la mirada deshumanizante y modelo con la que se conceptualiza a la mujer en Hollywood, marcando a la vivencia masculina como la válida y puntual, racional y ejemplar.

El female gaze (percepción femenina y deconstrucción de la masculinidad) ha tenido que abrirse paso en las producciones audiovisuales en contraste al male gaze (cosificación femenina y construcción de la masculinidad), términos que la crítica de cine Laura Mulvey acuñó en su ensayo “Placer visual y cine narrativo” en 1975 y en este artículo se postulan como una potencial antítesis del chickflick, la mirada femenina es una respuesta social ante la masculina impuesta del “es lo que hay y es todo lo que existe”, negándose rotundamente a continuar con discursos que beneficien monetariamente a los hombres y privilegiando en contraparte a la dignidad y comodidad de las protagonistas, productoras y consumidoras, abogando en contra del espectro de aprobación general y velando por los intereses históricamente ignorados.

El fenómeno de resignificación

Las chickflicks, que en un principio tienen una lógica consumista, se transformaron en un símbolo de reivindicación ante el medio cinematográfico, de una audiencia que se reconoció en el mercado y adoptó como cine de culto a aquellas producciones que las ejemplificaban de forma banal y superficial, de mujeres que no denominaron a estas cintas impositivas como una guía, sino como espacios para la crítica al amor romántico, a la señalización de estándares pensados de hombres para mujeres, visibilizando a través de una pensada sensibilidad y sátira, tildar de dominante y opresora las circunstancias del cómo somos educadas, hasta el cómo somos percibidas.

Eliminar las barreras no es un limitante para realizar una diferenciación, permite analizar con un panorama más amplio y una perspectiva diferente, aquello que desconocemos, comprender de dónde vienen las cosas que consumimos no nos exime de disfrutar ellas, si no de realizar un enfoque disruptivo que contemple los aciertos y deficiencias de lo consumado, que sea familiar no significa que no podamos controvertir sobre ello y alimentar una conciencia crítica, que a priori provoca rechazo, por implicar el desafío del acercamiento a otras realidades, a la incomodidad de enfrentarnos a los estigmas y prejuicios adquiridos para conocer los verdaderos horizontes de la creación humana.

¿Deberíamos privilegiar una experiencia sobre la otra? Absolutamente no, sin embargo, la experiencia masculina es la única que se ha visto categorizada como importante, es la más validada y más reproducida. La manifestación del androcentrismo ocasiona que el ejercicio interactivo se pierda, convirtiéndose en un problema derivado de una fractura del sistema, olvidándonos de que el cine resulta ser un utensilio para el cuestionamiento de lo aprendido, genera el objeto de aproximarse a nuevas vertientes con distintas posibilidades y vivencias desligadas a las propias que no se acostumbran a visibilizar, probando que, indudablemente, requieren ver la luz de los reflectores y merecen una casilla en nuestro Letterboxd.

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