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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
crédito: Adolfo Vladimir / Cuartoscuro.com
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Ámbar Sofía Téllez Guzmán

Facultad de Filosofía y Letras

Si tuviera que elegir una frase para describirme utilizaría a Clarice Lispector con: “Escribo como si fuera a salvar la vida de alguien. Probablemente mi propia vida.” Nací el 28 de mayo del 2004 en la Ciudad de México. Chilanga. Soy Directora, fundadora y editora de la revista y plataforma Marjorie Revue. Feminista, mexicana, escritora y lectora apasionada desde que adquirí la habilidad de leer, tomar un lápiz y formar historias con él.

Ser parte de una lucha

Número 9 / ABRIL - JUNIO 2023

“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción” Güeros (2014)

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Ámbar Sofía Téllez Guzmán

Facultad de Filosofía y Letras

Es casi imposible ejercer nuestros derechos sin la libertad de expresión; la cual nos garantiza el derecho a informarnos investigando, formar una opinión propia y difundirla sin recibir una repercusión por ello.

La libertad de expresión da pie a poder manifestarse.

Manifestarse es una palabra poderosa, alimentada por el mismo pueblo, que implica el declarar, expresar una opinión, pensamiento, idea, etc.

Manifestarse es el reflejo de una sociedad.

A pesar de ser uno de los principios básicos para la libertad de expresión y para consagrar a un país libre, sabemos que no hay una relación adecuada en este país ante ejercer uno de los derechos básicos. Un ejemplo claro, es el medio periodístico y la reacción ante ello por el gobierno y el crimen organizado, o las mismas granaderas en las manifestaciones de nuestro país.

Todos estos elementos, repercusiones en sí, generan un tipo de miedo a ejercer uno de nuestros derechos básicos como ciudadanos. De igual manera, nos limita a volvernos incapaces de formar una opinión y defenderla, ¿cómo poder crecer como sociedad, puesto a que no nos atrevemos a cuestionarnos todo aquello que se nos impone o se nos hace injusto?, pero aún más, ¿cómo cuestionar si no tenemos bases, si no conocemos, si no tenemos una voz?

Para poder manifestarse hay que tener algo que decir, algo que gritar.

Constantemente me he encontrado en un cuestionamiento de qué tanto debo abrir la boca. Cuando una crece en un sistema que se encarga de encasillarte dentro de roles de género que, lo único que causan es una enorme sensación de vacío que irás desarrollando y enfrentando cuando cumplas un cuarto de siglo en un pequeño cuarto después de pagar la hora con la terapeuta, es complicado no solo encontrar tu lugar en el mundo, sino una voz.

El decidir cuándo abrir la boca, cuando opinar, si debo o no debo levantar la mano, qué tanto debo decir o debo callar, es uno de los resultados, aparte de mi ansiedad, del impacto del sistema educativo en México en mí. Soy el fruto de un sistema, que aparte de limitar y encapsular a sus estudiantes, les enseña cómo comportarse, o qué hacer en caso de tener una opinión contundente, a no desarrollar un pensamiento crítico y repetir todo aquello que nos marcan los libros de historia.

Crecemos pidiendo permiso para hablar y dar nuestra opinión.

El desarrollar un pensamiento crítico en un sistema educativo como tal y luego aprender a defenderlo, aparte de ser complicado, se vuelve un parteaguas. A eso le sumamos, la opresión en nuestro país, el patriarcado, etc.

No sé a qué edad comencé a cuestionarme lo cansada que me sentía, lo frustrada que me hacía sentir el mundo. Cuando era niña, creía que mi vida sería más fácil siendo un niño, porque en mi cabeza, ser un niño implicaba ser el héroe de una historia, dejar de esperar en una torre embrujada, poder jugar con balones, correr, brincar, jugar con tazos y trompos. Era poder ser quien tus carajos quisieras ser. Y como me enojaba que, a pesar de que lo intentara todo, nunca era suficiente. Nunca podría entrar en ese mundo completamente. Creo que de ahí, empieza mi eterna lucha contra el patriarcado.

El crecer en un sistema patriarcal siendo mujer es anti-natural, es pesado, cansado, destructivo. Y mientras más intentas ignorarlo, más te va consumiendo.

En este caso, yo encontré un espacio, una voz, la mía, y una compañía en donde después de tanto tiempo, me explicaron que no estaba sola, que no era mi culpa y que si yo lo quería , podía comerme el mundo entero. Creo que esa es la magia del feminismo, que sana, de alguna manera.

En mi caso, mi voz quería libertad. Estaba cansada de no poder ser lo que yo quisiera ser desde los diez años. Me hundí en todo lo que tenía que ser y no lo que era, y estaba pidiendo a gritos una respuesta. Quería decir tanto pero estaba tan cansada de no saber cómo decirlo. Había una impotencia enorme.

Pero después, me conocí y en el proceso conocí el feminismo.

Cuando uno comienza a conocerse a sí misma, cuando se sumerge en esa aventura de descubrirse, cuando uno es joven y cree que puede con todo, cuando uno comienza a leerse, a informarse y a creer en algo, a  cuestionar todo aquello impartido en aulas de clase, a ver más allá de nuestros privilegios, cumplimos nuestro propósito como seres humanos, que es crecer, cambiar.

El encontrar nuestra voz es una aventura compleja que puede llevarnos vidas enteras, y es que conforme vamos creciendo, el cambio, que es lo único seguro que poseemos en la vida, se va ir haciendo presente. Somos seres cambiantes, que conforme más información recibamos, más experiencias, más abiertos a entender opiniones distintas, más nos abramos a debatir todo aquello que damos por sentado, cuando nos atrevemos a cuestionarnos nuestras bases, nuestras raíces, aquello que tanto escuchamos de pequeños y repetimos como un periquito, podremos comenzar a crecer.

Los grandes cambios empiezan desde adentro.

El activismo debería ser parte de nuestras vidas, tal cual como lavarnos los dientes todos los días. El constante cuestionamiento es difícil, es abrumador, es explotar una burbuja de la cual no volveremos nunca. Es incómodo, porque los movimientos sociales atacan directamente a la raíz de la comodidad en base a la opresión, de la cual, tristemente nos acostumbramos. El cuestionamiento, es comenzar a detectar que, en alguna parte de tu vida, también fuiste el problema, o lo sigues siendo, de ahí lo difícil. Pero una vez que te atrevas a hacerlo, lo que encontrarás será revolución pura.

A partir del momento exacto en donde decidimos informarnos, dejar de ver al otro lado ignorando las injusticias, cuando un día le damos la cara a todo aquello que nos susurra lentamente al oído y que sabemos que está mal y solo ignoramos por facilidad; el día que nos plantemos a investigar, leer, preguntar, observar, hablar sin permiso, opinar, gritar, tomar las calles, ese mismo día, estaremos descubriendo y mostrándole al mundo nuestra voz.

Las mejores sensaciones que me han abordado en la vida, llegaron mientras recorría las calles de la ciudad gritando todo aquello que se había acumulado por años. El salir un día a gritarle al mundo que estás harta, que estas cansada, que quieres algo diferente y que estas dispuesta a pelear por ello, es de las sensaciones más impactantes. El ser consciente de toda la rabia que va detrás de un grito, de todo el enojo que se puede ver a destellos en las consignas, las patadas, los gritos, los golpes, los monumentos pintados, los carteles con frases que plantan semillas dentro de nosotras, es arrollador.

La importancia de encontrar y defender nuestra voz, es que, como seres humanos, necesitamos cuestionarnos absolutamente todo para crecer como sociedad, para empezar desde la raíz de nosotros mismos a destrozar todas aquellas conductas. Hay que encontrar nuestra voz, nuestra parte humana que nos une, y una vez que podamos conectar con esa parte de nosotras que quiere pelear, debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para alimentarla y sacarla a relucir.

El pueblo merece gritar y ser escuchado. Ya nos han quitado mucho y tenemos derecho a querer un cambio.

Atrevámonos a leer mujeres, a leer sobre feminismo, sobre injusticia, sobre el patriarcado, sobre  movimientos sociales, sobre lo que sea que nos resuena en alguna parte de nosotros. Seamos parte de una lucha, de cualquiera, de algo que sea nuestro y que merezcamos. Informémonos y gritemos.

Porque se trata de conocerse, de defenderse, de luchar y encontrar una causa, nuestras raíces y luchar por ellas. De salir a las calles a gritar por ellas.

Ninguna revolución se ha hecho levantando la voz para así poder tener la palabra.

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