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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
CREDITO: Karen Paola Gallardo Rodríguez / Escuela Nacional Preparatoria Plantel 5
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Pablo Fabián Ruíz

Facultad de Filosofía y Letras

Soy una persona que gusta de escuchar, porque cree que solo así puede ser conformada la vida

¿Qué importancia tienen los mitos?

Número 12 / ENERO - MARZO 2024

El mito como creador de realidades

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Pablo Fabián Ruíz

Facultad de Filosofía y Letras

La vida sin un sentido, no vale la pena vivirse. Para decir que propiamente se vive, siempre está de por medio la pregunta sobre el para qué, o incluso, el porqué. Vivir encamina el sentido del qué-hacer humano; nada se hace, si a ese hacer no se le dota de una explicación que esclarezca el actuar mismo. No obstante, lo que ahora conviene preguntarnos es cómo se genera ello, es decir, en qué forma le damos sentido(s) a nuestra multiplicidad de acciones.

Si bien la pregunta no es sencilla, la respuesta está ahí implícita. Si queremos entender quiénes somos, basta con concatenar nuestros actos en mira de una misma razón. Basta con observar que la explicación parte de —y llega hasta— nosotros mismos. Como productores generales de nuestros actos, somos también responsables del sentido que les dotamos y de la explicación que generamos para comunicarlos. Somos, en última instancia, responsables de la realidad sobre la cual nos desarrollamos. 

De esta suerte, la realidad no solo es competencia de la constante realización de significaciones por uno mismo, en ella están inmersas —en una especie de simbiosis— las realidades de los otros. Resultado de la constante unión y discrepancia de éstas, nace la necesidad por buscar convergencias que sean capaces de significar la realidad (compartida siempre) sobre la cual nos desarrollamos. En otras palabras, nace aquella riqueza explicativa: el mito.

Aunque ciertamente el llamar a la explicación de la realidad como mito es aprisionarla en un espacio estrecho, permítaseme entender la realidad como la constante unión de relaciones llevadas día a día más allá de los campos mismos sobre los que creemos —solamente— cae la razón. Por ello, podríamos comenzar a entender (como una pequeña “embarrada”) que él no es, por sí mismo, ni verdadero ni falso. El mito simplemente es.

Intentar buscar una certeza al mito, es quitarle toda posibilidad de explicación. Es negar que él, por el hecho de ser, está capacitado para poner un orden sobre las realidades, y a la par, para que tal goce de aceptación como la brecha que brinda sentido a la vida misma. Si negamos al mito (sea como verdadero, sea como falso), nos estamos negando a nosotros mismos, y a la multiplicidad de posibilidades por las cuales entender-nos. Así, pudiéndoseme objetar sobre la importancia suprema que brindo a la mitificación, no podrá objetarse, por ello, el hecho de que nuestra vida se basa en mitos. 

Al despertarse por las mañanas, el primer pie que toca el suelo siempre debe ser el derecho. Al salir de nuestros hogares, debemos cerciorarnos de que la calendarización nos sea siempre favorable. En nuestro actuar, debe estar presente la rectitud que nos amerite recompensas o castigos. Y, de igual forma, que las acciones mismas nos hagan patentes en esta realidad. Esto es, que nuestra vida siempre es un reflejo de la miticidad con la que la significamos, estemos conscientes o no de tal reflejo.

Lo anterior, solo es un simple ejemplo de cómo el mito compone la realidad (a través de la multiplicidad de ellas) en la que nos realizamos. Es verdad que hoy en día ya no pensamos en el mito, y que como ya he mostrado, siempre se le acompaña de elementos peyorativos; pero, no por el hecho de no pensarse, se sigue el hecho de que es ya insignificante. La cultura misma ve su base en el mito, y negarlo, es simplemente reafirmarlo.

La diversidad de religiones, los discursos en torno a la supuesta superioridad de una cosa sobre otra, la fundación de las ciudades, los códigos civiles y/o constituciones, la ciencia, la destrucción —ya empezada— de nuestro planeta, etc., ven su correlato con algún tipo de mito. Hoy no nos sería posible explicar el sentido de lo mexicano, si un grupo de personas no hubiesen salido en busca de un águila parada sobre un nopal devorando una serpiente. Hoy no sería posible observar la constitución política, si las explicaciones de nuestras acciones no fueran buenas o malas, y todavía menos, si la libertad fuera desmedida.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Aunque hasta el momento he resaltado los grandes beneficios que el mito trae consigo a la realidad sobre la que todos actuamos, deben observarse también los errores. Lo mismo que posibilitó la reunión de comunidades políticas, ha permitido la segregación de ciertas poblaciones de esas comunidades. Segregaciones dadas por la miticidad que sobre ellas cae. Nótese aquí, y recalco, que la culpa no es per se del mito, sino, más bien, de las explicaciones que generamos de la realidad y que luego son transformadas en mito. 

El mito, al unificar sobre símbolos fácilmente transmisibles la realidad que vivimos, unificará según la explicación que demos a aquella realidad. Si en nuestra cosmovisión está presente el condicionamiento de la participación de ciertos sectores, entonces el mito actuará como verificación de tal “regla” (obsérvese, por ejemplo, a los grandes contractualistas y el papel que le brindan a las mujeres). Por esa razón, el mito puede ser utilizado como un creador —y recreador— de realidades. En la medida en que el mito siga transmitiendo las mismas significaciones, la realidad será la misma, pero, cuando éste se somete a una sería crítica, podemos hablar de que en él la realidad comienza a significar cosas distintas. Su papel cambia al crearse una nueva realidad que debe significar. 

Hoy en día somos conscientes que los mitos empiezan a caer, y caen por ser inservibles. Mas, no por ello, abandonamos el mito como una buena forma creadora: dejamos los antiguos, pero los mismos dan paso a nuevos, que, naciendo de los cuestionamientos de los anteriores, permiten generar significaciones acordes con la realidad. ¿Podemos cuestionar al mito? Sí, pero su cuestionamiento no está en una verdad o falsedad por sí mismos. El mito se cuestiona cuando la realidad que significa no es la misma que en la que se encuentra, pero no porque sea un mecanismo inservible para evidenciar el medio en el que actuamos. 

El mito dota de sentido a nuestra realidad, porque está a la base —evidente o no— de nuestras acciones. Cuando seamos capaces de observar que somos agentes mitificados, entonces, comprenderemos tanto nuestra realidad, como que con ayuda de él puede ser modificada. 

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¿Qué importancia tienen los mitos?

Una respuesta

  1. Los mitos son parte de nuestra cosmogonía, son parte de lo que somos y representamos, que seria de nuestro actual vivir sin la mitología tenochca? Sin todo ese legado que nos hizo entendernos como nación? a través de los mitos se forma nuestra idiosincrasia nacional y por ende el gran amor a este país.

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