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Monroy Díaz Janet Georgina

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Estudiante de Relaciones Internacionales en la FCPyS (UNAM). Apasionada de la cultura, el feminismo, la lectura y escritura, así como de las nuevas formas de interpretación epistemológica. Fiel creyente de que el sol sale para tí si aprendes a construir desde el amor, la lealtad, el respeto, la libertad y la empatía.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
CUARTOSCURO

Enseñanza de vida

Número 15 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2024

Las (sobre)vivencias de la secundaria y porqué la escuela no tiene que ser una tortura

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Monroy Díaz Janet Georgina

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Una de las etapas que más recuerdo es la de secundaria. Faldas tableadas, los homenajes del lunes, casquete corto y los primeros impulsos de la juventud que colorearon 2016-2019. Muchos dicen que la educación secundaria es de las más fundamentales porque gracias a esta es que construyes tu personalidad y sin duda alguna no podría estar más de acuerdo. La primera vez que ingresas y, a lo largo de tres años eres obligadx a firmar tu contrato social, es decir, una hoja de papel que te condiciona la educación porque de hecho, si no vistes “adecuadamente”, no luces “adecuadamente” y no te comportas “adecuadamente” no puedes ni soñar con permanecer en dicha escuela o en otros casos, tener derecho a una evaluación. 

Recuerdo con cariño la secundaria por las amistades que realicé, las cuales me ayudaron a resistir a todas las condicionantes que aceptas para recibir un certificado y transitar a otro nivel, o sea la preparatoria. También recuerdo todas aquellas clases de historia universal que despertaron mi hambre por conocer el mundo, por analizarlo. Nunca podré olvidar los paseos por la escuela en la hora de receso, las risas en los ensayos de Artes, el basquetbol y tampoco los momentos en que cuidaba mi plantita en el huerto escolar. 

Todo lo anterior viene acompañado de una carga ideológica y emocional gigantesca. Para empezar te enseñan a alabar a tu patria, una patria que en ocasiones olvida a su pueblo; te enseñan que no importa lo inteligente que seas porque de hecho, si tienes un vínculo cercano con los directores, estos son capaces de hacer todo con tal de que seas elegidx como el mejor promedio de la generación; te enseñan que si te ajustas al programa y no haces por “llevar la contraria” (aunque sea lo correcto), recibes beneficios como pasarte lista, tener oportunidad de entregar trabajos a destiempo e inclusive subir de calificación si te muestras lo suficientemente arrepentidx de lo que hiciste mal o en otro caso, lo que ni siquiera te preocupaste por hacer. 

Secundaria trata de hacer márgenes a todos tus cuadernos, enumerar las hojas y en periodo de evaluaciones recibir a tus padres para que trabajo por trabajo firmen tus cuadernos y así tengas derecho a aplicar tus exámenes. Secundaria significa soportar los cambios emocionales de 40 personas en un salón de clases que, a veces están de buenas, otras veces ni les toques. Así podemos recordar una de las etapas humanas más diversas y complejas. Pero, ¿eso es todo? La realidad es que no.

Nuestra etapa “secundariana” también representa una amplia oportunidad para trocar y desfigurar las reglas opresivas que limitan la personalidad y obligan a pertenecer; la secundaria es, sobre todas las cosas el momento preciso en nuestra vida para crear comunidad, establecer límites, apoyar a la otredad, escuchar nuestra interioridad, transitar a la heterogeneidad y darnos cuenta de que es necesario cambiar la educación básica. Si es necesario revelarnos ante las figuras que detectamos como autoridad, que así sea. 

Reconocer la falta de empatía de profesores a alumnxs y de alumnxs a profesores es el primer paso para construir una escuela diferente, porque la es escuela no tiene que ser una tortura. Fomentar el diálogo en las aulas, comprender las trincheras desde las cuales cada persona crece y sobrevive, aceptar que el bullying no es normal y, que por el contrario,  deja marcas difíciles de borrar en las juventudes porque no es chistoso reírse de la tragedia de otrxs, del físico de otrxs o de lo que te es distinto, estimular la colaboración entre grupos pequeños para escuchar lo que otrxs tienen para compartir, realizar lecturas sobre empatía, así como emplear juegos de roles para mejorar nuestras habilidades sociales y para incentivar nuestra creatividad son algunas acciones pequeñas pero significativas para romper los esquemas de percepción social que nos han obligado a excluir en lugar de reforzar. En definitiva, es por la secundaria que podemos reconocer los graves errores del pasado para construir espacios seguros, respetuosos, inclusivos que todxs merecemos para crecer integralmente. 

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