Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán
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Todas las personas nacemos con un corazón. La medicina y la ciencia te dirán que el corazón es solo un órgano, un conjunto de músculos y venas que necesitamos para sobrevivir. Los doctores te pueden explicar cómo funciona, saben cuándo no lo está haciendo bien y hasta son capaces de arreglarlo. Esto todo el mundo lo sabe. Pero lo que no muchas personas saben, es que el corazón es mucho más que eso. Verás, el corazón no solo es un órgano vital, sino que también es un recipiente, uno que día a día guarda todas nuestras emociones.
Cuando nos sentimos tristes, nuestro corazón se llena de lágrimas; cuando estamos enojados, hierve de ira; y cuando estamos felices, reboza de felicidad. Todos tenemos sentimientos, y esos sentimientos los guardan el corazón. Todos tenemos un corazón y siempre lo hemos tenido. Cuando nacemos nuestros corazones son muy, pero muy pequeñitos. No son lo suficientemente grandes como para guardar muchos sentimientos. Cuando los bebés sienten alguna emoción, sus corazoncitos se desbordan y no pueden dejar de llorar y armar un alboroto. Pero no hay nada de qué preocuparse, porque los bebés son así.
Claro que conforme pasa el tiempo, vamos creciendo. Empezamos a aprender sobre el mundo, sobre los sentimientos y sobre nuestros corazones. Así como el cuerpo crece, el corazón también lo hace. Cuando dejamos de ser bebés, nuestro corazón se vuelve más grande y ahora es capaz de guardar más sentimientos. Claro que aún hay momentos en que esos sentimientos son demasiado. Aún hay desbordes, berrinches y llanto. Pero no hay nada de qué preocuparse, porque los niños pequeños son así.
Al llegar a la adolescencia, tenemos corazones más grandes. Podemos guardar muchos más sentimientos y no nos desbordamos con tanta frecuencia. Aun así, un corazón adolescente no tiene ni la mitad del tamaño de un corazón adulto. Un rompimiento amoroso, un comentario negativo, o incluso despertar de malas es más que suficiente para que el corazón nuevamente se desborde. A esta edad sucede algo muy peculiar. Cuando somos adolescentes sentimos que tenemos un corazón adulto. Pero luego, suceden cosas que nos hacen darnos cuenta de que no es así Es entonces cuando las emociones se llegan a sentir particularmente grandes, todo nos abruma. Pero no hay nada de qué preocuparse, porque los adolescentes son así.
Cuando somos adultos el corazón puede soportar grandes emociones, pues ha crecido para ser un gran corazón. Ya no nos afectan tanto las rupturas o las críticas negativas. Muchos creen que cuando eres adulto, la vida se soluciona. Que las cosas son más sencillas de entender y podemos manejar cualquier problema con calma.
Pero la realidad es que hay momentos en que los sentimientos son demasiados o tal vez vienen en cantidades muy grandes. Es entonces cuando incluso un gran corazón de adulto se desborda. A los corazones que acaban de convertirse en adultos les sucede más que a los que llevan un tiempo siéndolo. Pero al final todos tenemos esa clase de momentos. Esto le sucede a muchas personas, es más común de lo que uno cree. Incluso hasta es saludable. Dejar que el corazón se desborde de vez en cuando es bueno. Permitirnos sentir, dejar salir a las emociones y quedarse con un corazón vacío, por solo unos momentos, nos deja con espacio para darle la bienvenida a más emociones.
Que el corazón se desborde puede ser aterrador y muchas veces nos han hecho creer que está mal. Pero al final no hay nada de qué preocuparse, porque los adultos somos así. Y aunque nuestro cuerpo deje de crecer, el corazón nunca deja de hacerlo.
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