Edit Content
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Anael Noemí Prieto Zúñiga / Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9
Picture of Anael Noemí Prieto Zúñiga

Anael Noemí Prieto Zúñiga

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9

Soy Ana y me gusta escribir. Amo con mi alma los libros y deseo poder publicar formalmente algún día, cuando sea posible expresarme con libertad y soltura.

Es suficiente

Número 7 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2022

Aforismos sobre la desigualdad y la explotación

Picture of Anael Noemí Prieto Zúñiga

Anael Noemí Prieto Zúñiga

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9

En las entrañas de lo inalcanzable e inaccesible, lo que uno sueña con poder saborear  algún día, se encuentra la idea magistral y purpúrea en su propia belleza:

La meritocracia.

Creo en ella como fiel cristiana, creo tan pronto en ella como mi deseo de dinero me  aterriza en la realidad diaria; O sea, al despertar cada mañana.

Ladridos de perro, vendedores ambulantes, paca y remate.

Vida diaria, vida con remordimientos.

Vida sin disfrutarla porque hay preocupación por comer y sobrevivir; Sin tiempo para  disfrutar.

Sin oportunidad a admirar bellos paisajes, ni tener excursiones a mundos paralelos. Como único entretenimiento cuenta la aversión a la realidad.

A veces me pregunto si mi propia posición económica me la he ganado. Si será que me  la merezco o si acaso, será que hay salida para este, mi actual estado.

Y claro, a los dirigentes que dicen representarnos a nosotros, los verdaderos actores  sociales, les complace saber que las personas creen la mayor falacia del estado  mexicano:

Merecer tu miseria porque no ‘le echas suficientes ganitas a la chamba’.

Si comes pan duro y tragas tortillas duras con frijolitos, entonces es porque tú mismo te  lo has ganado.

Si te tronchas una pata y no puedes costear la visita a un médico, es porque no le  echaste suficiente ganas.

No estudiaste bien el día que la maestra enseñó el tema de la raíz cuadrada. No  estuviste atento a las clases ni de español ni de gramática. Saliste de la primaria y  después, de la secundaria.

Entraste a preparatoria sabiendo nada y pasaste años con lástima. Así, sin saber nada. Ganándote medallas tal vez consigas laurel, pero no olivo que alimente. El esclavo que se cree libre, soy yo. Bajo el dominio de la cleptocracia.

Entonces, si ni mis padres ni yo tenemos trabajos decentes ni casa propia, me gustaría  saber alguna forma de detener el milagro de la vida y el infortunio de la carencia. Si no tengo ni para mi Universidad, al menos debo de vigorizarme cada mañana ante  mis santos patronos, rezarles incansable, pedirles, candorosa, que la voluntad  inexorable de las clases poderosas no me perfore al primer suspiro.

Me creo, muchas de las veces, incapaz de cambiar mi realidad.

Porque creo en la educación y, por ende, también creo en la desigualdad. Creo, por supuesto, en la existencia de desventajas y potentes mártires.

Lo que más me preocupa es, al igual que muchos de mis compañeros y amigos, mi  falta de consuelo, mi languidez de carácter y mi pobre talento.

Porque si mi talento está tan cercano al piso, al menos que se asemeje un poco al  inframundo. Que aquél divino deseo, sea chamuco y mi escasez, una humillación  romantizada.

Que mi pobreza y mi vida sean una trágica comedia mexicana.

El deseo de una mejor vida me consume.

En el día, trabajo y estudio. En la noche, me pregunto si será suficiente con lo que hago  para, algún día, tener mi propio cuarto.

Mi desespero y última esperanza claman que confíe en mí. Caigo embelesada ante la  idea de, algún día, tener mi propia riqueza.

De tener más, de querer más, de lograr más y hasta que no muera, descansar en paz.

En cambio, cuando llega el día, la realidad que emana tristezas hasta lo inimaginable,  me aterriza.

Es la misma realidad en la que vivo, en la que me desarrollo cada día. Esa cruel realidad que me dice pecadora por desear bienes materiales, malhechora por  desespero y manchada en el vicio del dinero por anhelar una vida mejor.

Ese sentimiento de desesperación cuando te has dado cuenta de la posición en la que  te encuentras y la competencia que tienes.

La repetición diaria de actividades que frustran es fruto de la mediocridad obligada. Porque claro, un peón que llega cansado del trabajo de todo un día, toda una semana,  toda una vida, no tiene ganas de sentarse a leer a Cicerón a Séneca, a Platón ni a  Góngora.

Él, como mi padre, desea quitarse las botas apestosas, darse un baño que lo aleje  momentáneamente de su vida.

Él, como muchos padres, está desesperado por darle una mejor vida a sus hijos. Pero,  ¿cómo le hace?

Si abortar a los niños cuando ya son dieciséis años más grandes y peludos, no es una  opción; Entonces, ¿qué lo es?

Él confía en mí y yo no puedo permitirme la soltura de confiarle todo a mis santos y a  mis santas.

No puedo darme el lujo de adoptar vicios, de comprar gustos.

Si me quitan el hambre, son buenos. Si me hacen adicta, son justos. Si me matan, son  profetas adelantados.

He llegado a la triste conclusión que únicamente puedo aspirar a ser algo mejor cada  día.

Pues es peor hacer nada y quejarse, ensimismada y abstraída del esfuerzo. Mejor morir de cansancio que fenecer sin

Empero, confío por vez última en mí misma.

No sin antes hacer un milagro por mí misma. Un sacrificio por obtener un lustre futuro;  uno que es incierto y que, al menos hasta ahora, no tengo forma de saber si me  favorecerá.

Última complacencia sería sentarme, después de un día largo de trabajo, a ver por la televisión que un actor varonil y guapo, romantiza mi vida:

Canta versos y habla achatado, dice ser del pueblo, cuando fuera de la pantalla, vive  en San Ángel.

La impotencia de no lograr un éxito que me saque de donde estoy: Un cuarto deshecho  y una cama dolorosamente punzante.

Por fin resuelvo:

Si ni esfuerzo ni inteligencia es menester para lograr una posición avanzadísima en  este juego del poder mañoso, entonces tal vez desear una vida contraria a lo inestable,  del otro lado de lo inquebrantable. Una ambición que contenta.

Nunca bastará con “echarle ganas”. La respuesta está en los camiones de Indios  Verdes y Pantitlán: millones de personas yendo a trabajar diariamente buscando una  mejor vida.

Esclavizándose y entregándose, fieles y creyentes, a la falacia de la inexistente  meritocracia.

No basta jamás con ser el mejor, no basta ya con saber hacer tu trabajo y “ganarte” el  puesto. No alcanza.

Siempre hay que ir por más si uno desea

Con incrédula esperanza.

Deseo, como todos en este mundo, abundancia.

Y deseo, también, mesura.

Entonces, ¿sería rica si mi salario mínimo me pudiera alcanzar para algo más que la  canasta básica?

Tal vez sea mejor dejar de apuntar mis amorfos apuntes y apurarme para irme a  trabajar.

Los genios del mercado que, piadosos, me tomaron y me dieron motivo para vivir. Ellos, quienes me dieron motivo, causa y trabajo, ellos sí que se merecen la plusvalía  de lo que hago.

Aquello, me dice que deje todo de lado y corra a la pradera. Que siga mi sueño y me  haga desatenta: Una ermitaña loca pero feliz a su manera.

Ello me lanza discursos tejiéndome.

Dice que obedezca impulso y deseo tacaño.

Súbita y diariamente, pide a súplicas que prostituya el pensamiento a mejor

Entonces, vivimos sumergidos en este abismo; en una realidad que no se arregla,  pensando en una utopía que no existe.

Si no ponemos en su lugar a los grandes oligarcas y su influencia colosal en la  economía mexicana, reglamentando

Una serie de desestabilizaciones que atenten contra la democracia y nos orillen a un  modelo autoritario.

Pecado negando entre trincheras que eligen sensibilidad antes que riqueza

Echarle ganas alcanza, pero sólo si deseas algo proporcional.

Alcanza para deudas inagotables, problemas ineludibles y torturas que yacen en el  diario paso del tiempo.

Alcanza para promediar la comida y pasar, de vez en cuando, hambres  desgarradoras de entrañas. Me duelen los pies, me duelen las tripas de tanto aguantar el hambre. Quiero descansar hasta agotarme y dormir para purificarme.

Más sobre Aluxes, aliens y nahuales

Dos formas opuestas de ver la muerte

Dos formas opuestas de ver la muerte

Por
¿En qué se diferencian Día de Muertos y Halloween?

Leer
Tras la mirada de los nahuales: un viaje desde la Psicología Social

Tras la mirada de los nahuales: un viaje desde la Psicología Social

Por Óscar Alberto Pérez de la Rosa
¿Qué tienen que ver los nahuales con la psique?

Leer
El mito y la leyenda, reflejo de cosmovisión

El mito y la leyenda, reflejo de cosmovisión

Por Eduardo Gabriel Pérez
Las tradiciones indígenas conforman la identidad colectiva de todxs lxs mexicanxs

Leer
La humanidad: Un infinito de historias infinitas

La humanidad: Un infinito de historias infinitas

Por Natalia López Hernández
Las historias que construimos son una extensión de nuestra humanidad

Leer
Para cada suceso paranormal, tenga a la mano a un gato

Para cada suceso paranormal, tenga a la mano a un gato

Por Marlen G. Arzate
Mitos y leyendas que se crean en sociedad

Leer
¿Qué importancia tienen los mitos?

¿Qué importancia tienen los mitos?

Por Pablo Fabián Ruíz
El mito como creador de realidades

Leer

Deja tus comentarios sobre el artículo

Es suficiente

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

13 − 1 =