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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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MARCO POLO GUZMÁN / CUARTOSCURO.COM
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Rosa Erika Nieves Quiroz

Facultad de Psicología

Egresada de la Facultad de Psicología con intereses y desarrollo en la Neuropsicología Clínica, Psicogerontología y Lenguaje; miembro del Laboratorio de Psicolingüística; Coordinadora de Ciencias en el Club Girl Up UNAM, iniciativa de Naciones Unidas; actual estudiante del Instituto Nacional de Geriatría. Feminista, realista y un poco incendiaria. Amo los cactus, escuchar a The Neighbourhood, sobrepensar 24/7, dudar sobre el sistema y responder “depende” casi toda pregunta. La acuarela, la fotografía y los círculos de lectura son mis espacios seguros.

El peligro de romantizar al adulto mayor trabajador

Número 7 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2022

¿Por qué aplaudir su precariedad, sufrimiento y explotación?

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Rosa Erika Nieves Quiroz

Facultad de Psicología

Las personas de 60 años de edad o mayores realizan aportaciones valiosas a la sociedad como miembros activos de una familia, comunidad o nación; que van desde la educación moral, la colaboración en actividades lúdicas o de compromiso social, la contribución en el hogar, el voluntariado, entre otras, son incluso partícipes activos en la fuerza de trabajo, pero, ¿es esto desigualdad y probable vulnerabilidad económica o un ejemplo de superación “sin importar la edad”, como comúnmente vemos en medios sociales de comunicación?

Nos podemos encontrar fotografías y noticias en redes sociales donde se muestra a un adulto mayor trabajando de manera independiente o para una institución, organismo o empresa, generalmente la nota va dirigida con un mensaje tipo “sin importar la edad, este señor/a se mantiene trabajando, que sea ejemplo para los jóvenes”, “contra viento y marea el señor N sale todos los días de su casa para dirigirse a su trabajo y ganarse el pan, tiene cerca de 80 años”, “ejemplo de superación, sus 85 años no le impiden seguir vendiendo en la esquina de su calle”, sin embargo, ¿estamos ante un problema social, de salud pública, y político o hemos normalizado (y romantizado) el trabajo en edades mayores?

En México, según el INEGI 2022, el incremento en los últimos años de los adultos mayores evidencía un proceso de envejecimiento demográfico, esto desencadena (y lo seguirá haciendo) consecuencias importantes para casi todos los sectores, principalmente el mercado laboral, el financiero, la demanda de bienes y servicios (viviendas, transportes, protección y prestación social), no obstante, parece no se considera el curso típico del envejecimiento actual en el país, las intervenciones efectivas que se han dado (muy pocas, por cierto) y el estado de salud geriátrico presente.

La salud, es definida por la OMS como el estado de completo bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de enfermedades o afecciones, se concibe, por tanto, como un recurso de la vida diaria y no como el objetivo de vivir; enfatiza los recursos personales y sociales, así como las capacidades físicas y mentales. Partiendo de esto, la dinámica de la salud en la vejez es compleja, sobre todo cuando se habla de capacidades físicas y mentales en el funcionamiento integral de la persona. El envejecimiento es un proceso gradual que se desarrolla durante el curso de la vida, conlleva cambios biológicos, fisiológicos, psicosociales y funcionales de variadas consecuencias, las cuales se asocian con interacciones dinámicas y permanentes entre la persona y su medio.

Lo ideal es que tal envejecimiento sea saludable, es decir, se fomente y mantenga la capacidad funcional que permita el bienestar en la vejez, no obstante, se envejece de manera diferente en cada persona, dependiendo siempre de su herencia genética, historia personal, donde vivimos y nos desarrollamos (demografía; vivienda, movilidad, instalaciones y servicios sociales), nuestras conductas y comportamientos (de alimentación, higiene, sueño, deporte, educativas, laborales), enfermedades, factores ambientales (tecnología, entorno, redes de apoyo y relaciones, servicios, políticas, ausencia o presencia de situaciones de crisis y catástrofes) y el acceso a servicios de salud. Hasta aquí podemos imaginarnos que no todos cuentan con envejecimiento saludable, por ende, un gran porcentaje de adultos mayores en el país presenta deficiencias en estructuras y funciones corporales, limitaciones de actividad y restricciones en participación, causando discapacidad y presencia de algún síndrome geriátrico.

Actualmente, la presencia de múltiples factores de riesgo en la población adulta mayor (maltrato, limitación de servicios, falta de oportunidades, abandono y abuso), sumando a síndromes geriátricos comunes (incontinencia urinaria, caídas, úlceras por presión, limitaciones del funcionamiento, sarcopenia, deterioro cognitivo, desnutrición) han traído diversas consecuencias, como la fragilidad, la dependencia, la institucionalización y los trastornos mentales. Finalmente, las expectativas en la vejez, la muerte de seres cercanos al adulto, atravesar los cambios biopsicosociales antes mencionados, la sensación de dependencia e inactividad, traen también problemas como depresión y el aumento de casos de suicidio en adultos mayores (de hecho uno de los factores primordiales es la vulnerabilidad económica). Lamentablemente, gran parte del personal sanitario, población en general y los propios adultos mayores, no reconocen y visibilizan los problemas de salud mental en su verdadera dimensión, y el estigma de las enfermedades mentales propicia que las personas sean aún más reacias a buscar ayuda.

Con todo esto, falta destacar que 1.7 millones de adultos mayores viven solos, muchos de ellos son jubilados, muchos no tuvieron la oportunidad de ahorrar, otros tuvieron que tratar por sobrevivir más que por ver por el futuro, más perdieron su dinero con el pasar de los años y las situaciones de la vida, otros no dimensionaron (y tampoco les ayudaron a dimensionar) cuánto necesitarían para vivir su vejez con calidad, otros se vieron abandonados por sus familias, y otros más no conocieron nunca la calidad de vida básica. Todo ello orilló, orilla y seguramente orillará si no se hace un cambio real, a que busquen un ingreso.

Se contempla que una cantidad considerable de adultos mayores en el país trabaja no tanto “por aburrimiento”, “porque no tienen qué hacer en casa” o “para sentirse activo”, sino por necesidad económica. De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2018, en el país residen casi 15 millones de personas mayores de 60 años, donde apenas 40% de los hombres tiene una pensión, pero en el caso de las mujeres el porcentaje es de sólo 20, según la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro. Sin embargo, a pesar de tener pensión, muchos tienen que seguir trabajando. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indica que 34% de quienes tienen más de 60 años, lo hacen. El 53% de quienes aún trabajan ganan entre uno y dos salarios mínimos, es decir, entre 3,000 y 6,000 pesos mensuales.

Se estima que la mitad de las personas de la tercera edad que trabajan lo hacen para costear gastos, encuestas determinan que incluso algunos tienen más de un trabajo (pues los salarios brindados son mínimos, ya que se contempla su edad y actividad realizada). Hay casos que incluso teniendo tres trabajos, una pensión por viudez y la ayuda del gobierno federal no es suficiente para costear medicamentos, citas médicas, comida, gas, luz, vivienda, transporte, entre otros servicios. Los trabajos en que los contratan generalmente están en el último lugar del organigrama (algunos con actividades demandantes, muchas horas de trabajo, y durante varios días a la semana), el INEGI reporta que 21% se dedica a actividades elementales o de apoyo.

A todo esto se suma el gran problema de inclusión laboral, la percepción negativa ante la vejez, la idea generalizada de que son personas frágiles y con pocas habilidades de adaptación y aprendizaje, los múltiples casos de abuso (físico, sexual, psicológico, económico y material), maltrato laboral, explotación y graves pérdidas de dignidad y respeto en entornos laborales. Los datos actuales indican que 1 de cada 10 personas mayores sufre maltrato.

Ello supone la necesidad de crear condiciones de vida y entornos que acrecienten el bienestar y propicien que las personas adopten modos de vida sanos e integrados. Estrategias conducentes a que los adultos mayores cuenten con los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades básicas, tales como: protección y libertad; viviendas adecuadas mediante políticas apropiadas; apoyo social a las personas de edad más avanzada y a quienes cuidan de ellas; programas sanitarios y sociales dirigidos específicamente a grupos vulnerables como las personas que viven solas y las que habitan en el medio rural o las aquejadas de enfermedades mentales o somáticas; programas para prevenir y abordar el maltrato de los adultos mayores; programas de desarrollo comunitario.

Es imprescindible contar con un marco legislativo apropiado, basado en las normas internacionales sobre derechos humanos, para ofrecer los servicios de la mejor calidad a las personas con enfermedades mentales y a quienes cuidan de ellas. Pero sobre todo, es necesario abrir el debate, poner en duda los discursos en redes y voltear a ver al adulto mayor, pues además de ser un ser humano con pensamientos, sentimientos, necesidades y opiniones pues a la larga podría ser también nuestro destino.

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