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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Rosa Erika Nieves Quiroz

Facultad de Psicología

Egresada de la Facultad de Psicología con intereses y desarrollo en la Neuropsicología Clínica, Psicogerontología y Lenguaje; miembro del Laboratorio de Psicolingüística; Coordinadora de Ciencias en el Club Girl Up UNAM, iniciativa de Naciones Unidas; actual estudiante del Instituto Nacional de Geriatría. Feminista, realista y un poco incendiaria. Amo los cactus, escuchar a The Neighbourhood, sobrepensar 24/7, dudar sobre el sistema y responder “depende” casi toda pregunta. La acuarela, la fotografía y los círculos de lectura son mis espacios seguros.

La belleza de resignificar el dolor en Daddy Issues

Número 10 / JULIO - SEPTIEMBRE 2023

Música para la sanación

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Rosa Erika Nieves Quiroz

Facultad de Psicología

“El arte es para consolar a aquellos que están rotos por la vida”. -Vincent Van Gogh.

El dolor es definido de diversas formas, desde los enfoques fisiológico, emocional, psicológico y social se brinda conceptos distintos que van mucho de la mano; como “percepción sensorial localizada y subjetiva que puede ser más o menos intensa, molesta o desagradable y que se siente en una parte del cuerpo”, “sentimiento intenso de pena, tristeza o lástima que se experimenta por motivos emocionales o anímicos” o en palabras de Nietzsche, “el dolor es la vida en sí misma y, por consiguiente, algo que no hay que suprimir, ni siquiera hay que disminuirlo. Todo lo contrario, es la medida y la anunciación de toda fuerza”. A pesar de las posturas divergentes que pueden llegar a existir, mayoritariamente convergen en sensaciones molestas y aflictivas por causas internas o externas. 

El dolor sucede usualmente tras un suceso o evento inesperado o predecible, supone cambios y procesos como el duelo en el que de igual forma está implicado y activo, las emociones como tristeza, enojo, desagrado y posteriormente sentimientos variados tales como melancolía, frustración y/o compasión, entre otros, se hacen presentes por igual. Si bien es un estado en el que no deseamos vernos inmersos, la verdad es que de alguna forma orilla a la acción; al cambio, a la reflexión, a la transformación, a la (de)construcción e incluso al “darse cuenta” de algo que no teníamos consciente. 

En algún momento significativo de la vida encontré una frase que más o menos decía así: “llóralo, escribe de ello, pinta un cuadro, compón una canción, exprésalo en un poema, lo que gustes y consideres importante hacer, pero permítete sentir el dolor, hazlo tuyo, sácalo de ti, y continúa”. Dejándome como enseñanza que a veces el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional, y la forma en que lo abordamos, sentimos y expresamos es totalmente diverso y válido. 

Una de las formas que más adoro en las cuales se ven expresadas los sentires, las ideas, las opiniones, las creencias, las posturas sociales, políticas e incluso religiosas es la música. Lo considero como un medio atemporal, libre, catártico, de esos que siguen vivos tras muchas generaciones sin importar el contexto social y cultural. 

Buscamos continuamente en pedazos de canciones aquello que sentimos, aquel mensaje o línea en la que nos identifiquemos, el ritmo adecuado que se acople a nuestro estado de ánimo, el cantante o banda que a nuestra consideración exprese mejor lo que creemos o vivenciamos. Esperamos encontrar aquella rola con la que digamos “sí soy”, y bueno, yo he encontrado las mías, pero hay una que da justo al corazón con todo y sin anestesia: Daddy Issues – The Neighbourhood.

La ausencia paterna y lo que trae consigo no habían sido un tema de relevancia para mí hasta hace unos años durante psicoterapia y sucesos personales, era una situación que de alguna forma normalicé y que reprimí por gran parte de mi vida, hasta que Daddy Issues llegó a mí en 2015. Escuchar al vocalista de The Neighbourhood, Jesse Rutherford, cantar desde su experiencia sobre el dolor que implica una relación disfuncional con su padre, los sentimientos que le trajo su posterior muerte y encontrar a alguien con una vivencia similar, no únicamente me permitió sentirme identificada y abrazada, sino que me ayudó a hablar del tema con alguien más (e inclusive conmigo misma) desde un “no estoy sola, alguien más vive y resiste este sentir y pensar, y sin importar conocernos o no, los kilómetros y contextos que nos separan, podemos estar en la misma sintonía”.

He vuelto de esta canción un himno personal que me acompaña siempre, no obstante con el paso del tiempo la forma en que la canto cambia (curiosamente junto conmigo); al inicio era un grito catártico de enojo e ira; sucesivamente pasó a ser una tristeza y decepción que en cada concierto me hacía genuinamente berrear y quebrarme; actualmente la vivo desde la tranquilidad y vulnerabilidad de haberme permitido vivir y procesar mi duelo y aceptación del dolor con ojos de cariño, compasión y empatía, sobre todo a la niña que enfrentó tanto a tan corta edad. En cada una de esas etapas o eras la dediqué y canté a la Rosita que de alguna forma también escribe y se abre en este texto, misma que ve los “problemas paternales” como algo que influyó en su vida mas no la definió.

Daddy Issues me demuestra la importancia de hablar de temas como el abandono en la infancia, la negligencia infantil, el papel que juega la paternidad en la vida y desarrollo de los hijos, los estragos que resultan de las diversas formas de violencia en la crianza y la expresión de sentimientos y vivencias dolorosas, pero sobre todo, el apapacho y calidez que puede proporcionar una canción en distintos momentos de la vida. Mi duelo no hubiera sido el mismo sin el abrazo que me brindó (sin querer queriendo) Daddy Issues, y es por eso que le estaré eternamente agradecida a la agrupación por la valentía de encarar y publicar lo que muchos experimentamos pero pocos exponemos. Por un mundo donde cada vez sean menos los “I know that you got daddy issues, and I do too”.

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