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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Elizabeth Ruiz / Cuartoscuro.com
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Jovan Serrano

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Soy un joven empático que siempre tiene algo que decir sobre el mundo que le rodea y al que le gusta explorar cosas nuevas. Siento un inmenso amor por la animación, la música, la mitología y la historia, aunque también me gusta aprender sobre todo tipo de ciencias. Me considero alguien determinado y talentoso, a veces incluso arrogante, pero nunca con la intención de lastimar o subestimar a otros, pues creo firmemente que todos merecemos brillar.

De lo jodido del clasismo

Número 7 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2022

Tres ejemplos de lo absurdo del clasismo: fábula, anécdota y cine

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Jovan Serrano

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

El clasismo y el racismo en México han permeado desde la colonia, son producto del sistema de castas impuesto por los españoles y doscientos doce años de independencia no han logrado borrar trescientos de sometimiento cultural, político y social. Pero no se equivoquen, si bien los españoles son los culpables directos, tampoco podemos olvidar que sus sucesores: presidentes, monarcas, dictadores y gobernadores han hecho poco o nada por mermar este cáncer sociocultural, e incluso en el peor de los casos lo han alentado. Como sea, estoy seguro de que en esta edición de ¡Goooya! varios de mis compañeros les darán más información sobre este tema y su impacto en el país, ya que mi intención en este escrito es la de darles tres ejemplos de lo absurdo que puede llegar a ser el clasismo. Comenzaré con una fábula para después narrarles una anécdota de su servidor y finalmente recordar una de las grandes joyas del cine de oro mexicano. Espero sea de su agrado.

Fábula: El Kutz

Había una vez en un aviario un despistado guía de turistas, quien se pasaba por el corral de los pavos expresando que el nombre del pavo real en una lengua antigua era”Kutz”, cosa que creía certera por haberla leído en una página de internet sobre el horóscopo maya. Esta afirmación siempre irritaba a un pobre pavo ocelado que cantaba lo más alto que su vieja garganta le permitía, ya que sabía que la realidad era otra; él aún recordaba con nostalgia como en antaño era adorado por sus hermosas plumas y distinguido canto. No obstante, los visitantes no hacían más que mirarlo con horror pues su compañero en el corral era un blanco pavo real que, vanidoso como sólo ellos pueden ser, se paseaba mostrando sus albinas plumas: caminando elegantemente en tierra o volando hacía la rama más cercana para que admiraran la pureza que transmitía la nívea cascada de su cuerpo, e incluso llegaba a abrir el abanico de su cola con tal de frustrar a su compañero.

Fue durante un ocaso, cuando ya se hallaban en soledad que el ocelado confrontó al real:

—Dime, ave de algodón, ¿por qué siempre te mofas de mí, de mi raza? ¿qué te motiva a robarte mi nombre? Yo que solía ser alabado por estos mismos humanos. ¿Por qué?, sólo dime el porqué —, rogó la regordeta ave.

Entonces el real con cierta indiferencia contestó:

—Incluso si lo refutara, si me quedara quieto cuando me nombren así, Kutz, la gente seguiría ignorándote. ¿Por qué? Porque a la gente de esta tierra no le interesa el saber. Estos humanos adoran la belleza forastera, los he visto quedarse prendados de los más humildes vestidos que en mi patria se crean y lucirlos como si fueran hechos para la realeza. No entienden su pasado, ni lo quieren entender, sólo quieren hacerle saber a los demás que son superiores de la única manera en que saben hacerlo: con extravagancia, para ellos soy un sinónimo de poder y admiración, así que deja de gastar tu canto en estos humanos, querido amigo, igual seguirás siendo aborrecido.

Moraleja: el reconocimiento sin conocimiento es como la semilla del cacao, todos quieren chocolate, pero pocos quieren aprender a procesar.

Bonita reflexión, ¿no? Pero díganme, ¿qué pasa cuándo aún aprendiendo a procesar el cacao, el chocolate se te es arrebatado por tener algo tan poco común como lo es:

Anécdota: Un palo de madera

¿Saben? Cuando me dijeron que tenía hipotensión y por ende debía usar bastón mi primer pensamiento fue: ¿Qué dirán las personas cuando vean a un joven de veintitrés años usando uno? La verdad, me esperaba de todo, menos lo que me sucedió.
Una noticia así de sorpresiva no te deja muchas opciones, muchos optaron por agarrar el palo de la escoba, otros directamente podrían tener la oportunidad de comprar uno elegante y funcional y luego estoy yo que habiendo crecido en una zona rural aprendí a cortar leña y viendo la madera seca de un viejo árbol corté una rama hasta darle la forma deseada: un bastón imperfecto, bastante estoico, marrón oscuro que se veía fenomenal a mis ojos, lo decoré con amuletos y le coloqué cinta para tener un agarre más suave y evitar astillarse o lastimar a alguien accidentalmente. Estuve una semana usándolo muy orgulloso porque yo mismo lo había hecho, pero ocurría algo raro, la gente en la calle me veía de una forma diferente. Al principio pensé que era por lástima o discriminación, pero todo se aclaró un par de semanas después cuando mi padre me regaló un bastón completamente distinto, era de un modelo clásico y elegante, con una empuñadura de gancho color azabache. Al inicio estaba renuente a cambiar de bastón, pero cuando comencé a usarlo la misma gente que antes me veía como un bicho raro ahora me trataban de manera compasiva, me cedían el paso, permitían que me tomará el tiempo necesario para acomodarme, incluso si me cansaba en vía pública me daban mi espacio, hasta los niños me comenzaron a saludar respetuosamente y los transportistas eran más considerados.

Entonces lo entendí, no me miraban raro porque estuviera usando un bastón de madera, me miraban raro porque estaba usando un bastón de madera estrafalario y del que más de uno seguramente pensó y murmuró que era el de un pobre sin clase ni dinero que buscaba algo de limosna o atención, quizás hasta pudieron haber pensado que sea lo que sea lo que estuviera pasando seguro me lo había ganado, ¿qué cómo lo sé? Porque esta clase de comentarios respecto a lo que la gente tiene o usa son terriblemente comunes, que si estos aretes son de fantasía, que si estos tenis son piratas, que seguro sacó su ropa del bazar, que si ese vestido es muy caro para lo que gana tiene, que el joven de la esquina seguramente está metido en algo turbio porque se compró un auto nuevo. El juzgar a alguien por el valor económico y estético de lo que posee y no por lo que, para él, ella, ellos o nosotros significa es una forma de clasismo que siempre está allí como un fantasma, al que todos vemos, pero del que todos nos olvidamos, y hablando de olvidar.

Cine: A setenta y dos años de “Los olvidados” y los seguimos ignorando:

El noviembre de 1950, el director y guionista Luis Buñuel estrenó su cinta “Los olvidados”, en la que muestra la cruda realidad de muchos barrios marginados de la Ciudad y el Estado de México, la historia muestra a un grupo de personas a los que la desigualdad, la pobreza, la discriminación y el clasismo los han corrompido. En su época fue una cinta bastante aclamada por mostrar una historia tan trágica como dramática que, lamentablemente, sigue sin ser ajena a varias personas e incluso familias.

Como mencioné anteriormente, en nuestro país el racismo y el clasismo son dos cosas que van de la mano, puedes ser millonario, pero si tu tez no es blanca pocos te respetaran o por el contrario ser un “blanco” de bajos recursos y aun así tener más oportunidades laborales que una persona indígena talentosa: Yalitza Aparicio.

Para aquellas personas que viven o se desplazan del diario a la CDMX no le es ajeno observar al menos una vez al día en alguna esquina, escalera, mercado o banqueta a algún niño, niña, ancianos, o personas casi siempre de tez morena mendigando, vendiendo o quizás lentamente muriendo, personas que devoran las migajas de una sociedad absurdamente indiferente a su dolor, cuyos sueños, esperanzas y deseos murieron desde el día en que nacieron en una colonia marginal, en un oscuro callejón o quizás a la sombra de algún brillante espectacular que anunciaba que el “cambio vendría” cuando tal o cual candidato ganase las elecciones. Aquellos que lograsen sobrevivir hasta la infancia seguramente serán ajenos a toda clase de escuela o educación más allá de la que la gente de su entorno les pueda brindar, los más afortunados tendrían que acompañar a sus padres a tocar música en alguna calle, plaza o mercado con la esperanza de poder ganarse una moneda o algo de comida o simpatía, tal vez incluso tengan un lugar donde pasar la noche, empero los huérfano. Si es que no mueren de hambre o enfermedades casi seguro es que serán reclutados por grupos delictivos, ya sean traficantes o matronas que a cambio de un lugar donde comer y dormir precariamente los harán ladrones, maleantes, sicarios, prostitutas o payasos de mil trucos para que frente algún semáforo en rojo de una avenida concurrida ya sea por lástima o admiración algo de dinero consigan. Y de sobrevivir a esta dura infancia, deben luchar durante la adolescencia y la adultez, ya sea por no enfermar, por un lugar donde dormir, por algo que comer o por alguna droga que consumir para que puedan finalmente descansar en paz debajo de algún puente vehicular. Y lo sabemos, todos nosotros lo sabemos, sabemos cómo terminarán aquellos niños que están acurrucados junto a su madre a la salida del metro, pero no hacemos nada por ayudarlos pues ¿qué podríamos hacer?, ¿siquiera hay algo por hacer?, y si lo hubiera, ¿cambiaría algo? Para ser sincero, no lo sé, probablemente cambiar sus destinos no esté en nuestras manos pero quizás evitar que estas historias se repitan otra generación sí, comenzando por dejar de apoyar a empresas o marcas que promueven estos ideales o explotaciones (Sonora Grills), el no regatear al señor de las verduras, a la señora de las quesadillas, al que vende su arte en el tianguis, el no burlarnos de alguien solo por su forma de hablar, de vestir, por cuanto dinero en la cartera trae, por su color de piel o fisionomía, defendiendo a aquellos que injustamente son tratados de delincuentes, a aquellos que son discriminados o evitar desconfiar de alguien por que podría “tener mañas”, reclamando a las autoridades por no brindarles el apoyo necesario, alzando la voz por cada mujer que es rebajada a sirvienta solo por su tez o manifestar malestar por cada indigente que muere injustamente, no lo sé, tal vez si cada uno de nosotros, que tenemos la fortuna de vivir dignamente no fuéramos tan indiferentes podríamos lograr una nación donde no existan, ni vivan, ni se repita la historia de Losolvidados.

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