“…que yo fui el arquitecto de mi propio destino.” Amado Nervo nos deja esa enigmática frase en su poema “En Paz”, recopilado en su publicación Elevación, de finales de la segunda década del siglo XX. En este poema nos habla sobre la vida, y en cada verso deja entrever que el autor describe aquello que solo una persona cercana a su deceso podría reflexionar: la causalidad.

En sus estrofas, Amado Nervo se presenta consciente de que cada evento de su vida tuvo una causa y una consecuencia, ya sea por mano propia o por intervención ajena, pero siempre dejando constancia de la responsabilidad que tiene él sobre lo que vivió. Pero ¿qué pasa cuando una persona cree que el destino está escrito en piedra y no es capaz de aceptar que algunos sucesos en la vida tienen origen en su propio actuar?

De eso mismo nos habla J´ai perdu mon corps, (Perdí mi cuerpo en español), una película animada del año 2019, dirigida por Jéremy Clapin y animada por el estudio francés Xilam Animation.

Su premisa es tan única como escalofriante, pues nos cuenta la historia de una mano cercenada que debe atravesar las peligrosas calles de París mientras recuerda cómo fue que perdió su cuerpo y todos los hechos que lo llevaron a ese evento en específico mientras vemos la historia de Naoufel, su dueño, un hombre que cree que la vida siempre le ha maltratado y que está destinado al fracaso, por lo que ha devenido en un joven adulto visiblemente desmotivado y frustrado, piensa que su futuro es inamovible y a menos que haga algo impredecible y arriesgado nada podría desviarlo de aquello a lo que está destinado. Contrasta con Nervo, ¿verdad?

Y, ¿qué tiene que ver su mano en todo esto? La desconexión con su mano representa eso mismo, su falta de conciencia sobre lo que hizo y está haciendo con su vida, Naoufel no quiere aceptar que cada suceso que ha marcado su existencia no es más que una consecuencia de algunos de sus propios actos, no quiere aceptar que el único problema en su vida es su forma de vivirla. Cada golpe, cada accidente, cada prueba por la que pasa su mano en su misión por regresar con él no es más que un paralelismo de las cosas que el mismo Naoufel, durante su vida, ha obrado; la odisea de la mano representa todo aquello que él vivió y sus sueños son todo aquello que él quería vivir.

Cabe mencionar que hay otro elemento metafórico en la obra: las moscas; la cinta comienza haciendo énfasis en primerísimo plano a una insípida mosca que reposa sobre el rostro de una persona agonizante, para después mostrarnos un recuerdo que involucra al insecto, el cual es molestado por un niño que busca atraparla y al no poder pide consejo a su padre. “Debes tomarla desprevenida, predecir a dónde irá una vez haya frotado sus patas delanteras, si vas directo a atraparla te verá y huirá”, dice el hombre, por lo que el pequeño lo intenta múltiples veces sin éxito, dado que nunca logra predecir la dirección en la que volará, con lo que sentencia que el consejo es inútil, a lo que su padre replica: “Nunca dije que fuera fácil”.  Atrapar a la mosca simboliza el ser dueño de sí mismo, ser “el arquitecto de su propio destino”. No por nada una vez es atrapada es la causa de que nuestro protagonista comience su proceso de autocuestionamiento y aceptación, pues finalmente afronta que su imprudencia le hace arriesgar todo con tal de conseguir sus caprichos, lo que culmina siempre con la perdida de algo o alguien en el proceso, siendo esto una constante en su vida. Naoufel nunca piensa antes de actuar, lo sabe y sabe lo que esto ha provocado, pero prefiere negarlo pensando que el destino así lo quiso para no afrontar su realidad.

Regresando a la mano, pese a todo el esfuerzo que hace por reunirse con su cuerpo, nunca se le hace presente a Naoufel, el objetivo de su viaje no es precisamente el regresar con su cuerpo, su objetivo es ayudar a Naoufel y al espectador a comprender que no siempre la vida es una cuestión azarosa, sino que podemos llegar a tener cierta responsabilidad en algunos de los acontecimientos que vivimos y que hay que aprender a reconocer y aceptar la implicación que tenemos en ellos, además de ser conscientes que también tenemos el poder de cambiar nuestro presente. Por ello el filme termina con una emotiva escena final en la que vemos el amanecer de un invernal París, en donde entendemos que a través de la aceptación podemos encontrar una nueva forma de vivir, claro, hay ocasiones en las que no somos más que meras víctimas de situaciones desafortunadas y por eso es que siempre hay que ser objetivos con la cantidad de culpa que admitimos; no podemos pensar siempre que si extrajimos hieles o mieles sabrosas de las cosas es por que pusimos en ellas hieles o mieles sabrosas, pero tampoco podemos vivir indiferentes ante nuestros actos, debemos aprender de nuestro pasado por más doloroso que sea y ser precavidos con lo que deseamos a futuro, pero por sobre todo, intentar vivir en el aquí y ahora, de lo contrario podemos perder nuestros cuerpos… Aunque esto no es precisamente malo, siempre y cuando durante el viaje hacia nuestro reencuentro aprendamos a ser mejores humanos.