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Crédito: JANET GEORGINA MONROY DIAZ / Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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Janet Georgina Monroy Díaz

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Estudiante de Relaciones Internacionales en la FCPyS (UNAM). Apasionada de la cultura, el feminismo, la lectura y escritura, así como de las nuevas formas de interpretación epistemológica. Fiel creyente de que el sol sale para tí si aprendes a construir desde el amor, la lealtad, el respeto, la libertad y la empatía.

Coquettes: perlas, listones, rosas y hegemones

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Opinión

Si aprecias los moños y la paleta de colores pastel, te acusan de ser infantil.

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Janet Georgina Monroy Díaz

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

¿Te has sentido distintx cuando te tachan lxs demás por tu gusto “aniñado”? ¿Has pensado que tus gustos pueden considerarse extravagantes, satinados, abullonados? ¿Consideras que no cumples el rol de mujer en el siglo XXI porque podrías resultar demasiado “femenina”? ¿Te han excluido por no cumplir las expectativas que esperan de ti? ¿Te han juzgado por la manera en que te ves? Si tus respuestas fueron afirmativas, bienvenidx al diálogo coquette.  

A menudo se tacha la estética coquette de reforzar estereotipos, roles de género y modas banales, decorativas para las mujeres. Si disfrutas al portar olanes, encajes y adornos florales, con seguridad se te asocia a la “feminidad”. Y tal clasificación, en pleno 2024, necesariamente es negativa. Si aprecias los moños y la paleta de colores pastel, entonces te acusan de ser infantil.

Debemos darnos cuenta de que al repetir patrones, reproducimos la ridiculización a las mujeres y continuamos con violencias estructurales y culturales que dictan cómo tiene que lucir una mujer. 

De acuerdo con la revista Vogue, coquette “proviene del francés, significa eso: coqueta. Aunque es necesario reconocer que todas estas aesthetics, que han tomado fuerza en los últimos tres años, tienen un mismo hilo conductor: reescriben el concepto de hiperfeminidad. Hablan de la niñez. Buscan romantizar la vida cotidiana. Determinan una forma de pensar. Definen una identidad”.

Continuúa la revista: “históricamente, la moda coquette ya se puede observar desde el siglo XVII, específicamente en un retrato de la reina Enriqueta María, donde aparece con un corpiño de satén abrochado con lazos de color coral. Aunque su auge llegó en la época victoriana, se puede observar en el cuadro de James Tissot Too Early (1873) el detalle en los vestidos de las mujeres que agregaban moños a sus elegantes vestidos.”

Lo cierto es que el aesthetic coquette se tornó una fuerza transformadora y de resistencia. Moños, corsés y encajes ahora son símbolos de libertad; instrumentos que denotan personalidad, poder de acción y de decisión. Lxs coquettes agrupan una miscelánea de elementos concebidos como “bellos” para gritarle al mundo que la atracción por estas piezas es fiel compañera de nuestra identidad, que no por utilizar adornos para vernos “más lindxs” dejemos de ser brillantes o interesantes. 

Si las coquette retoman elementos dulces, dotados de “belleza” y llenos de vida, es en busca de un objetivo contracultural. Lxs coquette pretenden enunciar ante el mundo, y en oposición a los estereotipos hegemónicos, que nos pertenecemos a nosotras mismas, que nosotras decidimos lucir cute y utilizar una estética romanticista.

El coquette nos brinda oportunidades vitales para reconstruir un mundo más delicado con los grupos en resistencia, más amable con las disidencias, más responsable con las personas. Se trata de una lucha para lograr más empatía e inclusión.

El lenguaje coquette puede resultar hiperfemenino, pero no discrimina edad, origen, ubicación geográfica, preferencia sexual, color de piel ni género. Lxs coquettes también resisten la rudeza social y la serie de ideas que simplifican su identidad, en contra de quienes se obstinan en polarizar caracteres y estilos para imponer lo correcto y lo incorrecto. Ser coquette no es una moda, sino una forma de vida, un acto de rebeldía. 

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