FEBRERO 2021
Coordinadores: Eloy Caloca Lafont, Eduardo Paz. Colaboradores: Julián Atilano, Luis Ángel Escobar, Ana Lee Mraz, Erika Pérez..
En el 2017, la narrativa dominante del neoliberalismo mexicano se volvió insostenible. Como consecuencia de la Reforma Energética, el 1o de enero, el presidente Enrique Peña Nieto anunció un incremento del 20% en el precio de la gasolina, generando el descontento de múltiples sectores de la sociedad civil, así como la oposición de partidos políticos, grupos empresariales y asociaciones de trabajadores. Estas tensiones, que impulsaron y articularon contranarrativas para resistir ante el llamado gasolinazo del gobierno federal, tomaron lugar en las calles, los medios masivos y las redes sociodigitales. Asimismo, motivarían nuevas formas de participación ciudadana, además de un nuevo orden político y discursivo que reorganizó el debate democrático.
Visión de la realidad o sentido dominante, impuesto y legitimado por un régimen discursivo ampliamente difundido y asumido como verdad (Ewick y Silbey, 1998).
Conjunto de discursos con un potencial subversivo o de transformación social que cuestiona, satiriza o contradice una narrativa maestra (Bamberg, 2004).
El estudio consiste en un análisis de actores, narrativas y contranarrativas. Para abordar el contexto del caso, las protestas en las calles y los intentos por reprimirlas, se revisaron 202 materiales hemerográficos y se hicieron entrevistas a testigos y participantes. En la capa mediática, se recolectaron 1004 titulares de notas sobre el gasolinazo, de las que se obtuvieron frecuencias de palabras. También, se analizaron videos de YouTube considerando su estructura, códigos visuales, discurso, metadatos y comentarios. Por último, en la capa digital, se realizó un análisis de redes en torno a 74 mil tweets con las tendencias #gasolinazo y #secta100tifika, y se observaron cualitativamente 33 cuentas de Twitter, 57 páginas, 32 grupos y 121 contenidos de Facebook, con sus comentarios y reacciones.
Para establecer una narrativa dominante, un régimen autoritario tiende a utilizar la coerción. El gasolinazo formó parte de varias acciones legales y económicas con las que el gobierno de Peña Nieto pretendía fortalecer el neoliberalismo: firmar el Pacto por México, promulgar la Reforma Energética, eliminar los subsidios en hidrocarburos y entregar concesiones de explotación y refinamiento de petróleo a privados.
El fracaso de la narrativa gubernamental se debió a sus contradicciones. Entre 2011 y 2013, una intensa campaña mediática prometía que bajarían los precios de luz, gas y combustible, mientras que el 2017 trajo su encarecimiento.
La respuesta oficial del presidente —con el fatídico “¿qué hubieran hecho ustedes?”— sepultó la narrativa maestra. Acumuló comentarios digitales negativos, críticas en medios y burlas en Internet (parodias y memes).
En las calles surgieron nuevas formas de desobediencia civil y exigencia ciudadana. Se hicieron marchas, bloqueos de carreteras, y tomas de instalaciones petroleras o tiendas de autoservicio donde participaron diversos sectores sociales (obrero, magisterial, estudiantil, artístico, gasolinero, etcétera).
Hubo redes de colaboración y voluntariado para la difusión de eventos, movilización de personas, elaboración de flyers y pancartas, reparto de comida, etcétera.
Las protestas se extendieron por todo el territorio nacional (32 estados).
Aunque la oposición al gasolinazo consolidó una sola contranarrativa anti-neoliberal, sumó varias micronarrativas locales de descontento, como derogar la privatización del agua, eliminar impuestos, retirar el emplacamiento de autos o detener el desempleo.
Las movilizaciones ciudadanas fueron convocadas desde plataformas sociodigitales; sobre todo, usando grupos y eventos de Facebook que concentraron entre 5 y 20 mil personas.
El gobierno intentó reprimir las protestas con la fuerza policial, obligando a los ciudadanos a dispersarse. Aun así, las protestas fueron muy activas del 1o al 15 de enero.
Con el pretexto de demeritar las protestas, se hicieron saqueos a tiendas y disturbios violentos por grupos clandestinos y mercenarios, organizados en Facebook y Twitter con #Hail100cia y #Secta100tifika. Según testimonios, el gobierno priísta del Estado de México estuvo detrás de estas acciones. El medio Sin Embargo se encargó de cubrir y visibilizar los actos, etiquetándolos como “psicosis “ y “vandalismo”.
En los medios nacionales, las palabras “marcha” y “protesta” fueron preponderantes. Se otorgó más peso a las acciones ciudadanas que a las declaraciones de actores políticos a favor y en contra del gobierno. La mayoría de los medios criminalizaron las protestas, pero algunos (La Jornada y Proceso) ponderaron el papel de la ciudadanía.
Algunos medios como EmeEquis, Grupo Fórmula o Financial Times incurrieron en desinformación. Asociaron las protestas con Morena, usaron imágenes del crimen organizado fuera de contexto, y anunciaron marchas en puntos donde no se realizaron.
En Twitter, la contranarrativa ante el gasolinazo sumó líderes de opinión de izquierda y de derecha, así como a políticos e influencers juveniles.
El Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido Acción Nacional (PAN) reprobaron el gasolinazo e intentaron desmarcarse de la narrativa maestra, pero fueron criticados por la ciudadanía en la capa digital, pues habían aprobado previamente el Pacto por México y la Reforma Energética.
Algunos grupos de empresarios organizaron marchas anti-gobierno y abrieron espacios digitales, como un sitio web o grupos de Facebook; no obstante, su convocatoria fue muy baja en contraste con las iniciativas de la sociedad civil.
La izquierda mexicana, representada por Andrés Manuel López Obrador, llamó a protestar, pero invitó a hacerlo de forma pacífica.
Relato emergente y asociado con un acontecimiento específico, que puede reforzar una narrativa maestra o contranarrativa (Ewick y Silbey, 1995).
La desinformación se puede definir como un conjunto de fenómenos asociados con la manipulación de los flujos de información a través de diversas estrategias, con el fin de alcanzar fines políticos e incidir en la opinión pública; y en consecuencia en la construcción de un marco de sentido. A través de los mecanismos de desinformación, se busca incidir en las percepciones, actitudes y conductas de la ciudadanía con respecto a un actor o hecho político; se busca imponer una forma de entender al mundo o a un tema en particular.