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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Ariadna Bustamante Mendoza / Escuela Nacional Preparatoria Plantel 2
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Mariana Peña García

Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Unidad Morelia

Sobre mí, puedo decir que tengo 18 años y estoy cursando el segundo semestre de la licenciatura en Literatura Intercultural en la ENES Morelia. Entre mis pasatiempos siempre ha estado leer historias de otros tiempos así como libros de misterio y drama. También me interesa conocer sobre educación popular y alfabetización. Desde hace tiempo me he inclinado por escribir mis sentipensares y colaborar en el periódico suena interesante como reto personal.

Los ojos que me cuidan

Número 9 / ABRIL - JUNIO 2023

La sororidad y los vínculos de apoyo son esenciales cuando creemos que todo el mundo nos juega en contra

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Mariana Peña García

Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Unidad Morelia

Las veces que te he pensado, que has invadido la tranquilidad de mi mente sin aviso, son demasiadas. No creo que alguien pueda llevar el conteo de cada uno de los momentos en los que ha sido perseguida por la pesadilla recurrente, por el recuerdo maldito. Sin embargo, y aunque hace cuatro años no lo habría creído, después de todo este tiempo he aprendido a llevarlo mejor; ya no apareces cuando quieres, ya no me haces chiquita, ya no me desprecio, ya no me haces llorar, ya no tiemblo al recordarte. Supongo que podría asumir el éxito de esta superación, aunque también creo que es lo esperable después de estar en dos procesos terapéuticos tratando de manejar el trastorno de estrés postraumático que me regalaste.

Nunca dejará de ser irónico pues en realidad nadie debería decir “Eh, superé un trauma, el recuerdo de mi abuso ya no me molesta (o no tanto como antes), felicítenme”.

A lo largo de este camino –algunas veces solitario, otras excesivamente acompañado, lleno de rabia, culpa y lástima– me he caído más veces de las que puedo pensar. Desconozco cuántas veces creí una falsa estabilidad, misma que se rompía al sentir aquel rechazo del reflejo que se muestra ante mis ojos todas las mañanas o al sentir un pánico abundante cuando alguien se acercaba. Durante tanto tiempo quise creer que estaba bien, que no había nada más que hacer. Al mismo tiempo, mis noches se interrumpían al despertar llorando desconcertada porque habías asaltado mi sueño para (re)hacerme cosas terribles.

Una de las únicas certezas que tuve y sigo teniendo es que estuve con las personas indicadas. Así como tengo grabado en la piel todo lo malo que me hiciste, tengo incrustada la mirada de mi hermana al enterarse de lo que yo, supuesto modelo a seguir, había padecido. Recuerdo los ojos de la niña que era en ese entonces mi hermana, cómo se veía avanzar, su rabia, inconformidad e impotencia que inundaron aquel espacio y dijo: “¿Por qué no lo habías dicho?”. Esa pregunta que todas las personas que me quieren se han hecho una y otra vez pensando en que son ellxs el problema cuando, en realidad, sólo había un silencio culposo e inexplicable que el mundo había colocado en mi corazón.

Sé, ante cualquier miedo con el que la vida quiera amenazarme,  que tuve una hermana que me animó a romper el silencio que me pesó por casi un año y medio, tuve una madre que no me dejó caer y un padre que abrazó mi vulnerabilidad. Tuve amigas que me mostraron el significado de la palabra incondicional, tuve un novio que me recordó lo bueno del amor. Lastimosamente, también tuve con quien darme abrazos que gritaban lo que habíamos sufrido, aunque nadie hablara. Igual y es raro que te escriba esta carta nunca dirigida; pues aunque siendo sincera, no es la primera y probablemente no será la última. Por otro lado, creo que es la herramienta más valiosa que tengo para estar bien.

NOTA

Mi texto son palabras que le dedico a mi abusador, pero no desde la rabia que se suele sentir con este tipo de incidentes. Más bien, desde el lugar tranquilo y seguro en el que me encuentro tiempo después de sus actos.  Escribí con el principal propósito de mostrarles a otras posibles víctimas que la sororidad y los vínculos de apoyo son esenciales cuando creemos que todo el mundo nos juega en contra y que alzar la voz, en muchos casos, es lo mejor que podemos hacer por todas y por nosotras mismas.

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