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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Joan Miró, circa 1953
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Katia Lara Vargas

Facultad de Filosofía y Letras

Soy estudiante de música y de filosofía, apasionada del arte y la política, apasionada de sentir.

La música de la crisis

Número 10 / JULIO - SEPTIEMBRE 2023

¿Cuál será el futuro de la música?

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Katia Lara Vargas

Facultad de Filosofía y Letras

“La estética nace de los límites de la obra, a cada tiempo su arte, a cada arte su libertad” 

¿Existe algún tipo de conexión entre toda la historia de la estética de la música? ¿Qué tiene que ver Mozart, Paganini, The Smiths, Caifanes y Rosalía?. Por encima diría que muy poco, pero el verdadero fondo es esa sensación de ser antisistema, anti gobierno, anti todo, compartimos un tipo de estética que nos conecta, la estética de la crisis. 

Desde los inicios del arte, al menos el arte occidental hegemónico con la música clásica la producción artística va siempre de la mano de la producción social de los movimientos sociales, el arte plantea un cuestionamiento a las formas dominantes del proyecto de modernidad impuesto por las hegemonías. Y siempre ha estado a expensas de los filtros de la mercancía, el marketing y la capitalización del arte. 

Saliendo del periodo cúspide del arte occidental, el barroco, tenemos el primer bache social cerca de 1750, la crisis clásica, la monarquía en su máximo esplendor, la necesidad de melodías que le gusten a quien pagaba por ellas, la figura más grande de esta época W. A. Mozart dedicó varias de sus obras a criticar la figura del rey y de los aristócratas, se reía de ellos en sus óperas, proponía reírse y quejarse de sus propios jefes, de la iglesia con referencias masónicas, imponiendo un estilo de ruptura ideológica, musical, y en especial de estilo interpretativo, ya no era tocar por emoción, era tocar porque tenía que ser bonito, tenía que ser estético. 

El periodo romántico en 1800 fue la negación del anterior periodo estético, el “fallido” desenlace de la revolución francesa, una depresión social, pérdida de la esperanza, ascenso de la burguesía y la imperante necesidad de permanecer a cualquier mundo que no fuera la realidad social de tristeza que permanecía en todos lados, ya no tenía que ser bonito, tenía que expresar, expresar lo que fuera, ya no nos interesaba parecer decentes, era desvivirse por el instrumento y por el arte, virtuosismo, muchas notas, acordes, cosas imposibles de tocar, el nacimiento de la figura del artista, Paganini dicho de forma compleja. 

Saltando muchos años solo para ejemplificar nuestro lado “cercano” de la crisis vayamos a los sesenta, la gente estaba contenta, después de la guerra llegó una época de tranquilidad, se inventó la píldora anticonceptiva, movimiento feminista tomó mucha relevancia, se inventó la minifalda, todo era un sonido ligero y colorido. Londres era la ciudad más cool, todos querían ser modernos intelectuales que les encanta la vida estética y el arte, los llamados Mods, son los primeros hipsters, y poco a poco comenzaron a comer flores. 

La cultura hippie floreció, comenzó la música psicodélica, aquí ya no era el punto intelectualidad, cuestionamiento de las autoridades, todo era plantas, droga, amor, mucho amor, onírico, disonante, curvas exageradas, prendas étnicas, inspiraciones orientales y felicidad, pero esto no duraría. 

Los gobiernos y la crisis económica creaban una disonancia tremenda con la estética hippie, pasó la época feliz, ahora todo tenía que gritar, la música, la ropa, la actitud, la estética, con esto se pasa a la estética punk, consideraban la posibilidad de una

transformación radical de dichas realidades. La necesidad de la vida que se expresa en el arte frente al sistema de muerte. Ahora como en el romanticismo, la música representa lo que sentimos, no lo que podría llegar a ser, somos sucios, algo mal hecho, la cruda realidad, expresamos el descontento al futuro porque para la mayoría, ya no hay futuro. 

La década de los ochenta, el lado feliz de nuevo de la estética, los sintetizadores, el uso del rever hasta en la batería, uso exagerado del sonido artificial y sonido juguetón, nuevos colores de la música sintética con colores neones y una estética que Mtv nos vendió perfecto, la perfecta imagen de Vaselina, la música disco y la fiebre del naciente pop. Pero en contraposición tenemos los noventa como una vuelta a los setenta movimiento grunge y nirvana, Kurt Cobain rompe la norma del llamado buen gusto. 

En la actualidad tenemos música que apuesta al concepto, al performance, a quejarse a partir de modificar las concepciones reaccionarias de los valores fundamentales de la hegemonía, denunciar las injusticias, denunciar problemas sociales proponiendo discursos nuevos y una nueva forma de hacer música, de hacer conciertos y en general de concebir al arte. 

Todo el arte va plagado de la estructura social que la sujeta, pero con esto podemos decir que de cierta forma la moda si se repite, que si seguimos patrones sociales en bucle donde ante un periodo de bonanza social viene una crisis, un periodo de maximalismo, y en un tiempo de minimalismo, el péndulo estético se mueve como se mueve el péndulo político y del capitalismo. 

 

Entonces, ¿cuál será el futuro de la música? 

La música y la sociedad tienen que estar en un diálogo constante para poner de relieve las fracturas internas del pensamiento y de la realidad. La música puede asumir una función estimulante dentro de la sociedad, puede denunciar la crisis y la falsedad vigentes en las relaciones humanas, sólo así evitará convertirse en mercancía, perder su carácter de verdad. Los retos de la nueva música son descubrir cuál debe ser la música de la sociedad que la contiene y crear nuevos patrones para poder manifestar los cambios sociales, sus procesos, en una sociedad que vive en la fragmentación y la crisis más que nunca.

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