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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
crédito: Desireé Romero Jaimez / Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel
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Juan Miguel Moran Ramírez

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Delirios

Número 8 / ENERO - MARZO 2023

¿Cómo serán los amaneceres después de la extinción?

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Juan Miguel Moran Ramírez

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Atardeceres grises, sin alma, sin esperanza, paisajes oscuros que nos indican que no existe la salvación. Ya no queda nada; la fe es solamente un espejismo, un chiste de mal gusto, lo único que adorna el panorama es un terreno sumamente desértico, tierra erosionada, esqueletos que antes fueron árboles, solo contemplo este horrendo suceso.

Cómo todas las tardes observo esta ofuscación, un espectáculo sumamente desalentador; pareciera cómo si se tratase de un evento sumamente coordinado. Todo ocurre tan lento, cómo si fuera parte de la danza fúnebre de la usura. El soplar de los escapes entonan un desgarrador sonido,  lamentos que anuncian la nula escapatoria.

Garras metálicas que gradualmente comienzan a asfixiar  la vida; se ahoga lentamente,  sonidos escalofriantes, creados por la fricción del acero. Chispas que adornan aún mayor este escenario estéril.  Los gases y la niebla verdosa propician que mi mente sufre delirios, mis neuronas comienzan a tener anomalías, formando figuras, las estructuras metálicas se convierten en un ente amorfo que sigue intentando la rendición.

Todos estos pensamientos me cansan, me agobian, solamente escucho voces recalcitrantes susurrando desarrollo, luchando, tirando de sujetos que se autodeterminan diferentes, empujándolos a un vacío, a un hoyo negro del materialismo, consumismo y la ignorancia.

Las voces no paran, así como las interrogantes y  la desesperanza. Solamente quedan las huellas, lo que fue, lo que resiste, lo que pudo haber sido; ahora permanecen los relatos, los libros, símbolos de resistencia. la censura es la dueña de este espacio, parece que los miedos de Bradbury se comienzan a gestar. El miedo, que cobra vida y suprime el carácter mitológico de lo que solamente eran diégesis, mentiras que comienzan su catarsis, simplemente apocalíptico.

Todo es cenizas,  los seres son solamente una diáspora en el viento, una pequeña partícula,  quedan tan solo generaciones consumidas por el individualismo, la mentira, la amnesia, mentes adulteradas; no me imagino el corazón roto de Oparin y Haldane.

Cada que avanzo se disminuye la alegría, a pesar de tanta oscuridad existen algunos destellos, luces muy opacas de las manijas de las puertas, puertas que no me llevan a ningún lugar fantástico, sino a uno peor, a la realidad, a la nada, a la desgracia. Mareas negras, pesadas con olor a amoniaco, tan densas que si las miras  pareciera  que tu racionalidad se quebrará fácilmente.

Maquinaria pesada, encargada de desgarrar aún más las heridas, la corteza ya es casi inexistente; ahora no nos salva ningún profeta, ningún rey, ninguna religión, todo es una falacia, ya derrumbaron sus templos, esos seres son una especie autodestructora. Después de aplastar y derribar todo, comienza a carcomerse, seres sin alma, esclavos  de sus propias necesidades.

La ambición  transformada en  metal, entes salvajes, si ese ancestro hubiera cambiado la historia, tal vez esto  sería distinto; ahora solamente persisten las añoranzas de la existencia, una pequeña modificación, si tan solo dejaran de otorgarle valor a la materia, decirle adiós al carácter conquistador. Solo cuento mis días que me quedan, cómo un preso esperando el día de su muerte.

A lo lejos lo único que se observa son rascacielos rodeando a un ente rebelde, que resiste, que no se dobla, la única criatura que puede sobrevivir a este espacio hostil, sus movimientos son hipnotizantes. Su lucha es bastante cruel,  ella es tan resiliente, tan subversiva, una batalla brutal que la desgarran; el viento transmite miedo, temor de que esas raíces se quiebren.

Para no ser partícipe de ese atentado, bajo la mirada hacia un pequeño charco, diminuto pedazo acuífero que tiene la capacidad reflectora;  al acercarme solo veo como se acrecientan cada vez más mis divagaciones, propiciando un grado de adormecimiento neuronal sin precedentes, observando la indiferencia de las  multitudes organizadas del despilfarro.

Raíces rebeldes, insurrectas, tan fuertes, que logran hacer temblar  a toda la masa de pavimento, al grado de crear grietas, grietas que desafían a toda fuerza bruta, raíces que salen triunfantes. Empero,  pronto un  pedazo de metal que golpean sus  cimientos, simbiosis que se quebranta  con rapidez, su  armadura está quebrada por un ente ambicioso. Sonidos brutales, resultado de la inercia de las plataformas hidráulicas. Movimiento paradójico, la física lo nombra armonioso simple, pero es un monstruo sin alma creador de discordancia.

Sufrimiento, dolor, impotencia, tridente de horror que se conjugan, quedó en el olvido la advertencia; solo mira cómo el aire termina, parece que no existe salvación alguna. Cuerpo malherido resultante de sus explotaciones, oxígeno nulo, conciencia inexistente, Parásito, virus que se acerca silenciosamente, paradojas incomprensibles de seres errantes, su falsa revolución, su real opresión.

Sus pilares se han marchitado, paralización de su  mecanismo bioquímico, ahora solamente existe la  frustración, el asalto y lucro. Lo único permanente es su agonía, cada respiro es un grano de arena de este reloj.

Vuelvo a mirar ese pequeño charco, ahora se refleja el final, cada golpe, cada suspiro es una entraña quebrándose dentro de mí; de una forma coordinada entre mi llanto y los movimientos incesantes perciben  el último aliento de ese ser. A la par de que el reflejo se apaga con una mancha negra, oscuridad que termina con el sufrimiento, materia negra que termina con la transparencia, ahora solamente un triste charco multicolor.

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