Querido lector, si acaso te detuviste a leer este artículo, supongo que eres muy curioso, o un alma nostálgica y enamoradiza; en cualquier caso, te ayudaré a mandar una carta de amor en el siglo XXI. 

Paso número uno: tener presentes las partes que conforman una misiva amorosa 

Está el remitente, que somos nosotros, así que, antes de enfrentar el grave riesgo de entregar una carta de amor, debemos asegurarnos de estar enamorados, de ser posible redactar con audacia y que la otra persona sepa leer.

Luego está el destinatario, si tienes un prospecto en mente, te felicito, pero en el caso de que no, y supongo que será así porque te conozco bien, ve a algún sitio donde intuyas que podría estar “la indicada”: un café, el cine o un bar donde toquen bandas independientes. Entra saludando a tus amigos, haz uno que otro cumplido o chiste de esos malos que sabes; mientras continúan los abrazos y los saludos, ¡mírala!, está ahí, dos mesas delante de la tuya, es la chica con tatuajes y chaqueta de cuero. Antes de que puedas hacer algo, se volteará y te verá mirándola, sus ojos de navaja te alcanzarán, bajarás la mirada porque sentirás que la conoces. 

Sigue el protocolo: empieza por no prestar atención a cuando te diga su nombre (siempre es más fácil cuando no hay nombres), mentalízate, no tienes oportunidad. Las chicas como ella nunca están solas; no la mires a los ojos, evita todo tipo de contacto, ve a tu amigo, al mesero, a tu trago, no importa cuán tonto y distraído parezcas, siempre será mejor a no ser correspondido. Toma tu bebida, mantén la boca ocupada, no permitas que se escape de tus labios nada que pueda iniciar una conversación. Deja que pase la noche y te hipnoticen las guitarras. Cuando estén tocando un cover de los Guns N’ Roses y se escuche esa canción que te gusta, entona el estribillo mientras miras sus ojos. Todo habrá comenzado.

“Don’t you cry tonight,
there’s a heaven above you, baby
and don’t you cry tonight.”

Paso número dos: vivir una historia de amor

Invítala a salir, que no te intimide su hermosa sonrisa, ni ese pequeño lunar que la hace parecer una estrella de cine. Hablen de esto y de aquello, cosas sin importancia, la lengua siempre será tu mejor aliada (guiño, guiño).

Escúchala llorar y deja que mire tus heridas, si es necesario, que las toque con los dedos, no importa si te duele; si la quieres, tienes que aprender a ser vulnerable, aprender a confiar en ella, en que sus manos no van a lastimarte, y prometer que las tuyas tampoco lo harán.

Después de algunas semanas la química crecerá, esa tensión que solo existe cuando están a solas. Ella sabrá que ronroneas como un felino, nadie más conocerá tu secreto, ni todas esas anécdotas. Tú sabrás todo de ella, desde su dulce favorito hasta el primer libro que tocó, le mandarás fotos del amanecer porque ella nunca se despertará temprano para verlo, ella te enviará fotos de la luna.

Cada día será el más feliz, pasarán tiempo juntos después del trabajo, la llevarás a su hogar. La línea 12 del metro nunca se vio tan bella ni tan romántica. Sus cuerpos unidos en los vagones harán pensar a los pasajeros que son una misma persona. Ella te besará como si fueran una pareja, como si te amara de verdad. Cada tarde habrá un truco nuevo, a veces una flor, a veces un conejo. Serás un hombre detallista, conseguirás un trabajo cerca para poder visitarla más veces y, aunque dudarás, la amarás.

“Bright are the stars that shine,
dark is the sky.
I know this love of mine
will never die,
and I love her.”

Paso número tres: cómo olvidar a la única mujer que has amado

Todo idilio acaba, terminará aquel glorioso verano y te volverás distante, cortante, salvaje, todo por el temor de saber que no te ama tanto como tú. Temerás que te deje, que te engañe, que no te quiera. Ella no podrá confiar en alguien como tú, no después de lo que le ha pasado, no con todo lo que ha aprendido. Ella te querrá pero su instinto le dirá que corra. Y correrá.

No entenderás qué pasó, no importa; la decisión estará tomada. Ella querrá ser libre y tú serás una jaula. La culparás, aunque no lo digas, serás un idiota. Serás tan ciego, tan paranoico, que pensarás que el destino ha vuelto a arrebatarte todo. 

Paso número cuatro: escribir

Arrástrate fuera de la cama, trata de comer e hidratarte, tus ríos artificiales no se crean de la nada, evita la luna, el atardecer, las bebidas verdes. No uses la línea 12 ni tampoco leas más libros. Elimina de tus playlists las letras de Morrissey y todo rastro de que escuchaste a Tino. En caso de extrema necesidad, toma un café cada vez que tu taza esté vacía. Acude a cambiar el chip, elimina tus redes sociales, presta ese libro que compraron juntos para que nunca vuelva a tu hogar, corta las rosas, mata los girasoles (igual los odiabas), cambia de corte de pelo, de estilo, de forma de caminar. Sal con alguien, bésense en la puerta de su casa, niégate a entrar. Llega a casa, escribe siete poemas y responde la llamada de un número desconocido, será esa mujer que bien conoces. Escribe hasta que te sangren los dedos, repite tus errores en el papel con un ritmo profano, no dejes que el dolor se vaya sin dejarte sus frutos, así tendrás tu carta de amor.