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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Alejandro Flores Ocaña / Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Sur
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Armando Yael Arteaga Ortiz

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

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Mariposas en el vientre

Número 9 / ABRIL - JUNIO 2023

Un poeta enamorado y una maestra aficionada a las mariposas componen este cuento de amor y muerte

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Armando Yael Arteaga Ortiz

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

No hay mayor dolor que el que causa el amor no correspondido, ese dolor es constante y permanente, no hay cura ni remedio que pueda aliviarlo.

Estoy enamorado, desde la primera vez que oí su voz cantando un bolero, desde la primera vez que la vi estudiando; conozco a María desde hace una vida, estudiamos juntos la secundaria, en ese entonces todo era distinto, ella quería ser actriz y salir en las películas que pasaban en el autocinema, por mi parte mi mayor sueño era ser doctor como mi padre para ganar mucho dinero y comprar una casa grande en la ciudad.

El destino tenía otros planes para nosotros, ella se convirtió en una de las primeras maestras de universidad, y yo me dediqué a escribir decepcionando a mi padre.

Los poetas eran respetados por todos pero menos por sus colegas, eso lo aprendí yendo a las tertulias que organizaba Jaime en su casa, él era publicado por las grandes editoriales que hacían pasar sus novelas por toda la República, incluso una vez salió en televisión; de todos nosotros era él que me trataba mejor, decía: Eres el mejor de nosotros, pero esos pendejos de la industria solo quieren caras bonitas. He de admitir que a veces soñaba con ser él, no para ser bien parecido, ni para salir en la tele, solo para tener el amor de María.

En las tertulias siempre se tocaban los mismos temas, a las siete empezábamos con un té y galletas leyendo nuestros textos, cuando no había más que leer pasabamos lentamente a un café con piquete y a contar nuestras experiencias, desventuras con el amor y demás vicios, para ese punto de la noche solo bebía y bebía hasta quedar inconsciente. Estaba harto de escuchar que Esther tenía un nuevo novio, que Juan volvió con Susana y que Jaime engañó a María cuando fue a la radio; Juan decía que era irónico que el que más hablaba de amor en sus libros fuera el que menos lo sintiera, ahora me arrepiento de nunca echarle en cara que Susana lo engañó conmigo un par de veces.

Cada jueves salía dando tumbos de la casa de Jaime y prometiéndome nunca volver, pero cada jueves era también el primero en llegar, porque después de que eligiera “el camino de la pobreza”, como le decía mi padre a mi oficio, me quedé sin amigos, solo tenía las anécdotas insípidas de un puñado de ñoños literarios.

Poco a poco fui siendo más reconocido, aunque mis libros se vendían bien yo seguía siendo pobre, así que tomé la decisión de ser maestro en la Universidad Autónoma de Azcalapan; “profesor Manuel”, tengo que admitir que me costó trabajo hacerme a la idea de que podía ser respetado, la universidad fue un alivio económico pero al mismo tiempo un martirio al corazón, los días se me pasaban lentos y dolorosos, sobre todo los viernes, mi salón estaba justo al lado del de la profesora Blanca María, la dueña de mis mejores versos.

Durante las horas que no teníamos clases comía con ella bajo un gran árbol de higo, a ella le gustaba hablar de mariposas, pasaba horas explicando sus travesías por el mundo, su dieta y todo sobre ellas.

Con toda la información que me dio María, hice un poemario sobre mariposas titulado “Mariposas en el vientre”, por supuesto ella fue la primera en leerlo, un día en el gran árbol de higos se lo di con las manos temblorosas, una semana más tarde me dijo que le encantó y luego me dio un beso en la mejilla; hice la publicación y un par de meses después pude comprarme una nueva casa, casi al mismo tiempo que María logró terminar su libro sobre todos los tipos de mariposas documentadas hasta ese momento y, con el dinero, empezó un hermoso mariposario.

El jueves pasado, en la tertulia, fui el tema de conversación, todos habían quedado impresionados con el recibimiento que tuvo mi libro. Justo antes de que se acabaran los textos y empezará la hora del carajillo el timbre sonó, había una nueva integrante en el grupo llamada Elizabeth Rut, recién llegada al pueblo desde Covenham, reportera y ganadora de un premio periodístico a sus escasos 29 años; su llegada opacó por completo mi única noche de gloria. Al principio pensé que era mi imaginacion, pero su nombre parecía un acrónimo casi  perfecto de Beatriz Luther, la infame amante del protagonista del libro de Jaime, no le tomé importancia y me sumergí en la bebida. Salí junto a la señorita Rut porque al parecer en algún punto de la noche me ofrecí a darle hospedaje, llegué casi muerto hasta mi casa y la encaminé al cuarto de invitados.

A la mañana siguiente, al despertar, me encontré semidesnudo en la cama de Elizabeth con sus manos encima de mí sin saber qué había pasado, salí lo más rápido que pude de la cama y me cambié para ir al trabajo. Cuando salí a comer a la hora habitual encontré a María llorando amargamente bajo el manzano, pregunté la razón y me lo contó todo: Él no me ama, quería creer que era diferente, que algún día cambiaría, pero no va a cambiar, mañana le pediré el divorcio. Mi corazón se llenó de júbilo y luego se apenó casi instantaneamente, no podía ver sus ojitos negros derramar lágrimas por su hermoso rostro color canela, solo atiné a darle un abrazo.

Al regresar a casa, encontré una nota de la señorita Rut que decía: “Querido Manuel, ayer la pasé muy bien, pero tengo que irme a Covenham, no hay nada para mí en este pequeño pueblo, deberías venir conmigo, estás desperdiciando tu talento en las ligas menores, si un día decides venir, las puertas de mi casa estarán abiertas para ti. Eres un verdadero caballero por consolarme ayer que me enteré que Jaime engañaba a su mujer conmigo.”

Después de leerla me quedé dormido en el sillón frente al pequeño televisor de la sala, nunca me habría imaginado que tantas cosas pudieran pasarme en solamente un año; al despertar estaba una mariposa negra posada sobre la carta, María me había contado sobre esa mariposa, es temida por la creencia de que da augurios de muerte, sin embargo es una especie poco común de ver. Con un movimiento rápido y efectivo atrapé a la mariposa en mi sombrero y con un libro tapé el hueco, luego lo pasé a un frasco de café vacío; era mi oportunidad, para ese momento María ya le habría de haber dicho del divorcio a Jaime, así que me vestí lo más rápido que pude, en aproximadamente media hora llegué a la casa de María y tomé la escalera de madera que estaba junto al mariposario (que era hermoso), subí hasta la ventana de su cuarto.

No hay mayor dolor que el que causa el amor no correspondido, ese dolor es constante y permanente, no hay cura ni remedio que pueda aliviarlo. Los vi desde la ventana, Jaime y María hechos un solo ser, besándose como quien ama de verdad; la impresión fue tanta que solo alcancé a poner el frasco en el filo de la ventana para luego caer seis metros hacia una varilla de metal que me atravesó de la espalda hasta el estómago, de pronto todo se puso oscuro, cientos de mariposas se posaban en mí para comer mi carne y beber mi sangre.

Siento mariposas en el vientre, soy el enamorado, el amor es mi condena y María es mi perdición.

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