Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón
Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón
Las grandes movilizaciones son el resultado del cansancio social. A través de las aulas se crean las trincheras que enarbolan las demandas a ciertos ámbitos de autoridad. Los ecos de la lucha estudiantil mexicana de 1968 resuenan por la calles de Tlatelolco.
En Nezahualcóyotl, Estado de México, hay voces que se pierden a través del tiempo. Cuando se tratan de aquéllas que fueron protagonistas, esenciales, que pugnaron por la transformación del ideal colectivo, disipan historias reales que quedaron en potencialidades. Sin embargo, el testimonio de José René Rivas Ontiveros recoge las casualidades, intenciones y sentimientos impresos en los lemas universitarios. Adicionalmente se escriben las memorias de Víctor Manuel Escatel Solis, brigadista activo del movimiento.
René Ontiveros, gracias al contacto de Germán Castillo, estudiante de la Normal de Aguilera donde estudió, tuvo la oportunidad de vivir en la Ciudad de México y entrar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El 2 de octubre de 1967 llegó a la colonia Romero Rubio e ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria 3, ubicada en el Colegio de San Ildefonso.
Anfiteatro Simón Bolívar
En julio de 1968, René, en medio de un ambiente de gran activismo político, participó en un hecho que marcó el inicio del movimiento estudiantil en la institución.
En su salón de clases asistía un estudiante de nombre Facundo Loredo, quien a diario repartía cigarros a los compañeros. Sin embargo, el viernes 26 de julio fue diferente.
“A diferencia de los días anteriores arribó con unos ojos… y todo despeinado. ¿Qué te pasa Facundo, y los cigarros? Los perdí en el camino. Me corretearon los granaderos.”
En los hechos registrados, ese día hubo un choque de dos contingentes con la policía. Por una lado la manifestación convocada por la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), y por otra parte la organizada por la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNDE) y la Juventud Comunista que conmemoraba el aniversario del asalto al Cuartel Moncada, en Cuba. En la explanada del Zócalo convergieron y por hora y media se prolongó una batalla en contra de elementos policíacos.
El testimonio de Facundo y escuchar que murió una joven de la Universidad Iberoamericana le sirvieron para convocar a un grupo de 12 compañeros y concurrir a la explanada del Palacio Nacional. Al llegar a la plancha encontró un aglutinamiento de policías.
“Y comenzamos a gritarles a los policías, a mentarles la madre. Y van a ver, hijos de su quién sabe qué madre, vamos a ir a la prepa por más gente, y al rato nos vemos.”
Acudieron al anfiteatro Simón Bolívar, lugar donde se encontraba el director de la preparatoria entregando unos premios de poesía y oratoria. Las butacas estaban llenas de estudiantes. El licenciado, a pesar de la insistencia de los compañeros, no suspendió el evento.
Expectantes a decidir qué hacer socorrieron al grupo de porros. Con su ayuda pararon un camión que utilizaron de barricada en la esquina de la librería Porrúa. Entre bombas molotov, hechas de estopa y thinner, piedras y ladrillos, se enfrentaron a los granaderos.
Pasó el tiempo y el director de la preparatoria llamó al general Luis Cueto Ramírez, quien fungía el cargo de Jefe de Policía de la ciudad, para retirar a los cuerpos represivos.
La Marcha del Silencio
Víctor Escatel era brigadista durante la organización del movimiento estudiantil. Él pertenecía a la Prevocacional No. 4, ubicada en Nonoalco, cerca de la Vocacional 7, en Tlatelolco.
Su trabajo como activista consistía en repartir volantes y realizar mítines relámpago en los mercados de las colonias populares para informar a la población acerca de las demandas de la lucha. Así se llegó a un alcance mayor con movimientos del proletariado como el obrero y el campesino.
“Todo eso se hacía con mucho cuidado porque andaba la policía evitando que se repartiera la propaganda. El miedo era tan grande que destruimos nuestras credenciales de estudiantes”.
Uno de los sucesos más significativos del 68 mexicano fue la Marcha del Silencio que se realizó el viernes 13 de septiembre. Comenzó desde el Museo Nacional de Antropología, en Chapultepec, con destino final en el Zócalo. A ella asistieron cerca de 250 mil personas conformadas por alumnos, profesores y gente de la ciudad.
“Empezamos a caminar sobre Reforma, yo iba atrás con mi hermano. Un silencio sepulcral. No gritamos consignas, sólo llevamos mantas y muchos compañeros te tapaban la boca con pañuelos”.
Entrando a la explanada se entonaron las porras de las universidades, el himno nacional y se convocó a una asamblea.
Los sucesos no fueron ajenos a su familia. El hermano de Víctor, Guillermo Escatel, era maestro del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y desapareció tras un enfrentamiento con elementos armados en el Casco de Santo Tomás.
Pensó en buscarlo en las instalaciones de Ciudad Universitaria y Zacatenco, pero para ese entonces ya se encontraban tomadas por el Ejército. El jueves 19 de septiembre, el secretario general auxiliar de la UNAM, Jorge Ampudia, hizo entrega de la Universidad Nacional al militar Gonzalo Castillo, jefe de la operación. Las instalaciones fueron ocupadas por más de 10 mil soldados.
Tiempo después Guillermo fue encontrado en una penitenciaría en el estado de Veracruz. Huyó junto a otros profesores hacia un rancho, sin embargo lo detuvieron y acusaron de querer armar una guerrilla.
Edificio Chiapas
El 2 de octubre de 1968, René se encontraba debajo de un poste de luz cercano a la Plaza de las Tres Culturas, al mismo tiempo que se realizaba el mitin acordado días previos por el Consejo Nacional de Huelga (CNH).
Al dispararse dos luces de bengala al aire la gente comenzó a correr. Dentro del mar de personas que se dispersaron a raíz de las detonaciones de armas de fuego subió a un apartamento abierto en el edificio Chiapas, situado detrás del Chihuahua. Ahí se escondió con otro grupo de estudiantes.
No sabía qué pasó realmente en la plaza. Pensó que se trataban de disparos con balas de salva, usadas comúnmente para disolver concentraciones.
Los jóvenes convocaron a una asamblea y deliberaron una serie de acuerdos que los comprometían a deshacerse de cualquier elemento que los identificara como simpatizantes del movimiento.
En la madrugada salió del apartamento y minutos después lo arrestaron. Lo trasladaron al penal de Santa Martha Acatitla, en Iztapalapa. Arrancaron los cuestionamientos y con ello la negación al movimiento.
“A mí en el 68, afortunadamente, no me tocaron ni un solo pelo. Eso sí, los interrogatorios en la cárcel eran incansables”.
Por otra parte, Víctor no fue testigo de la matanza en Tlatelolco pues no tuvo dinero para ir con sus compañeros de secundaria.
“Realmente no creo que se sepa cuántos muertos hubo porque todo lo escondían y se deshacían de las pruebas. Después del 2 de octubre en las noches soltaban ráfagas los militares o los policías para enfrentar a la gente. Solamente así les metes el temor, una especie de estado de sitio”, agrega.
Después de Tlatelolco, el movimiento trató de seguir a pesar de la desinformación de los medios y la propaganda gubernamental. Poca gente fue la que continuó con la lucha, como algunos miembros del CNH.
La huelga concluyó el miércoles 4 de diciembre, en presencia de un mitin de poco más de cinco mil personas en Zacatenco.
Vivir después del 68
Después de que terminó el movimiento comenzó una nueva forma de exigir al Estado soluciones a las demandas que se enarbolaron, la guerrilla urbana y campesina que caracterizó a la década de los setenta y el gobierno de Luis Echeverría.
“Entonces, como no sentíamos que hubiera una solución democrática para los movimientos satisfactoria para la gente en general, pues muchos de los estudiantes que se vieron frustrados decidieron unirse a la clandestinidad”, menciona Escatel.
José René Ontiveros continuó con una trayectoria académica que le permitió desde 1976 impartir clases en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, escribir y coordinar libros referentes al 68 y ser parte del Sistema Nacional de Investigadores.
Víctor Escatel Solís se dedicó a la vida obrera trabajando en la Fábrica de Maquinaria S.A., en 1969. Ahí reflexionó el valor de la lucha estudiantil y las consecuencias de la represión.
“El gobierno impone y prefiere defender a los grandes empresarios, a los grandes represores, a los grandes patrones nacionales e internacionales. No le importa el pueblo en general”.
Por Gerardo G. Abonce
¿Realmente quién se beneficia con el aumento al transporte público?
Por Genaro Flores Paredes
Reflexiones alrededor de la geopolítica actual y la lucha de clases
Por Jaime Martínez
El impacto del incremento en el precio del transporte a los estudiantes
Por Esther Gómez
Del libro (Mal)educadas a The life of a showgirl de Taylor Swift