Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán
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Las siguientes frases de seguro te suenan familiares, o al menos alguna vez las has escuchado por ahí: “No te sientas mal, aquí todos tenemos los mismos problemas”, “Esto es parte de tu bienvenida”, “Tienes el privilegio de servir”, “Dios siempre te está viendo, pídele perdón”, “Solo los elegidos pueden estar aquí”, “Esto purificará tu alma y te liberará del sufrimiento”. Pueden parecer enunciados inofensivos, incluso reconfortantes, pero ¿cuál es el límite entre una comunidad religiosa y una secta?
En términos prácticos una secta es un grupo de personas que tienen una devoción excesiva hacia una persona, idea o doctrina, en general dirigida por un líder, que emplea ciertas técnicas para el “avance” del grupo. Por lo regular cuando escuchamos la palabra secta pensamos en una cuestión satánica, hechicería, magia negra, cantos demoníacos o algo por el estilo; pero esta plaga domina territorios cristianos, católicos y bautistas, incluso hay sectas hacia los artistas, como el culto a Jim Morrison, miembro de The Doors.
Las sectas no se limitan a aspectos religiosos, aunque la mayoría se venden como una relación cercana con Dios. Nunca se presentan diciendo que son sectas, muchas se disfrazan como grupos de superación personal, de filosofía de vida, culturales, emprendimiento o los tan conocidos retiros espirituales, que por lo general son gratuitos o de costo simbólico. Tienen apariencia elitista y resultan cómodas ya que aseguran llenar vacíos existenciales, otorgar el perdón y prometer la salvación.
Pero, ¿cómo sé si estoy en una secta? Fácil, las personas no entran voluntariamente, son estudiadas con anticipación para identificar sus carencias, inquietudes y necesidades, además es común que estos grupos lleguen en momentos de vulnerabilidad, donde las víctimas son manipuladas y convencidas poco a poco, por medio de distintos mecanismos, como la despersonalización, la privación del sueño, la dependencia, la restricción del tiempo libre, la sexualidad como algo inherentemente malo o pecaminoso, etc. Estos y otros puntos más se desglosan mejor con el behavior control o control de comportamiento que forma parte del modelo Bite, el cual fue desarrollado por Steven Hassan para identificar grupos coercitivos de control autoritario. Y a todo esto, ¿cómo se ve una secta? No siempre usan una túnica blanca o un hábito de monje, suelen ser más discretos y pasar desapercibidos. Un claro ejemplo es la famosa Luz del Mundo, una organización que supuestamente profesaba el cristianismo para ayudar a los prójimos, cuando en realidad cometen crímenes y abusos dentro de su misma comunidad; desafortunadamente cuentan con tanto poder adquisitivo que ya alcanzó el poder político.
Existen tantos ejemplos de sectas como biblias en el mundo y aunque no todas las iglesias y/o religiones son sectas, es común que estas comiencen en la iglesia. Se han dado a conocer crueldades orquestadas por el catolicismo, los testigos de Jehová, los adventistas del séptimo día, el Hare Krishna, los evangelistas, etc. Todo esto a través de seductoras palabras y de la culpa infundida por parte de los líderes o pastores, que justifican actos brutales y de lesa humanidad como el abuso sexual, la trata de personas, el empobrecimiento de los fieles e incluso el asesinato. Todo bajo la idea de una bendición divina, la liberación de los pecados y el sacrificio por Cristo.
Resulta interesante como muchos de los ya mencionados grupos niegan ser una secta, pero en el momento en el que se dudan o cuestionan ciertos rituales y actitudes lo consideran rebeldía y desobediencia, que tiene que ser detenida y se aplican penitencias desde las más leves, donde se quitan los venerados “privilegios”, como no cantar las alabanzas, hasta pagar con la vida. Esto bajo el supuesto de las pruebas de fe que aseguran la salvación eterna. ¿Cómo se logra tanto fanatismo? Pues es tan grande el poder de convencimiento y carisma que tienen los reclutadores que las personas no se dan cuenta al comienzo, sino cuando de un segundo a otro ya están demasiado sumergidos y controlados. De primer momento usan la manipulación en pequeñas dosis con señalamientos de culpa sobre la vida mundana, que solo busca el goce carnal e incita a la decadencia humana, no celebrar festividades porque te apartan de Dios; del inicio verbal se traslada a lo físico, como perder el contacto con el mundo real, modificar el aspecto personal y los gustos; hasta alcanzar lo emocional, psicológico y económico. Dejas de tener el control sobre tu vida y tus decisiones para generar una dependencia a tal grado que si haces algo “mal”, te autocastigas por ser un pecador.
A raíz de estas situaciones, muchas personas que han estado en una secta sin siquiera saberlo enfrentan crisis de salud y espirituales, donde algunas optan por dejar de creer en Dios como una especie de mecanismo de defensa y la mayoría quedan con secuelas durante años, de las que no siempre logran recuperarse. Es bueno traer a la mesa algunas películas que ayudan a ejemplificar estos casos como El ritual, Martha Marcy May Marlene, La novena puerta y Midsommar, que aunque son ficción, no están alejadas de la realidad. Creer o no en una de las tantas religiones y variantes de las mismas es una decisión libre, autónoma y respetable. Pero vale la pena preguntarse si se está en una comunidad que te acompaña o en una secta que te controla. ¿Y a ti, hasta dónde te llevarían tus creencias?
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