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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
crédito: Alejandro Villarez/Freepik
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Vania Loreta

Escuela Nacional de Ciencias de la Tierra (ENCiT)

Alumna de primer semestre, me gusta escribir, descubrir y la naturaleza

Uterus, udero, vientre e histeria

Número 9 / ABRIL - JUNIO 2023

La violencia gineco-obstétrica es una de las más arraigas en la sociedad y de las menos discutidas

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Vania Loreta

Escuela Nacional de Ciencias de la Tierra (ENCiT)

A través de los miles de años y la larga historia de la evolución, las mujeres hemos sufrido violencias de todo tipo, por nuestro color de piel, nuestros orígenes, nuestro idioma, nuestra belleza, nuestras orientaciones sexuales y por aquello que nos identifica como “mujeres”: el sexo (tratado erróneamente como sinónimo de género). Por ahora quiero hablar de  la violencia gineco-obstétrica.

Pensemos en las escenas del nacimiento de un bebé en la película Apocalypto, o de Namor en Pantera Negra, en ellas se observa que las mujeres y personas menstruantes dan a luz de forma vertical y sostienen a sus bebés recién nacidxs en brazos, pero en la realidad tenemos polos opuestos: hay cinco doctores, en su mayoría hombres, rodeando a una embarazada inconsciente teniendo una cesárea programada que deberá cuidar el resto de su vida, nacerá su bebé y ella no podrá conocerle sino hasta que la anestesia haya pasado y el vínculo tan fuerte entre madre e hijx esté un poco perdido en el tiempo (y claro, en ninguna de estas representaciones hay más que mujeres cis-hetero blancas), esto es precisamente la violencia gineco-obstétrica.

Sin embargo, esto no sólo se trata de parir, se trata de no querer hacerlo, lo que pasa durante la gestación, después del alumbramiento, las negligencias médicas que podemos sufrir día a día por no tener ese miembro que tiene erecciones, para el cual hay pastillitas felices con fines completamente de gozo, mientras que a las mujeres nos decían que obviamente los cólicos eran normales porque se nos desgarraba el útero, y eso debería dolernos, debíamos sufrir, porque en los 500 D.C. la Iglesia decidió que era nuestro castigo por ser descendientes de la pecadora Eva, y que la palabra “histeria”, literalmente era la idea de una locura femenina justificada por la simple razón de tener útero (la palabra viene de “hysterion”, el griego para útero).

La realidad es que cuando estos calambres menstruales comienzan a afectar en tus actividades diarias debido a su gran intensidad, es momento de prestar atención a tu cuerpo, ya que podrías estar sufriendo de endometriosis, fibromas uterinos o adenomiosis por mencionar algunas, cabe aclarar que mientras el dolor sea tolerable sigue siendo algo inevitable e incluso lógico, pero no de la manera inculcada, donde al menos durante mi época de secundaria llegué a ver a niñas llorando por el intenso dolor en su abdomen bajo, porque cuando te dicen que duele, jamás te aclaran hasta qué punto es normal y quizás un día una niña de doce años no deberá de sufrir cólicos y hacerse la fuerte porque ¡oh, sorpresa! Los cólicos no  deberían hacerte sentir que mueres cada mes.

El mundo gira a nuestro alrededor mientras seguimos sin tener una solución óptima para la endometriosis, enfermedad de la que se desconoce su origen y se refiere a cuando el endometrio, tejido que debe crecer dentro del útero, crece fuera de éste, algunos de sus síntomas son fatiga, malestares gastrointestinales, periodos de flujo intenso e irregularidad y nos siguen recetando métodos anticonceptivos hormonales como solución que en realidad no solucionan nada, sólo alentan el proceso.

Así como la ciencia no sabe decirnos la causa de este padecimiento, tampoco se han detenido a encontrar una solución, en su lugar se induce a las mujeres a una menopausia temprana, algunos síntomas de esta menopausia inducida son riesgos cardiovasculares, osteoporosis depresión e infertilidad (que ya es afectada por la endometriosis), sumado a ello también pasarán por los síntomas naturales de la menopausia como el climaterio.

Vivimos en una realidad donde una niña de dieciséis años puede ser mal diagnosticada con miomas uterinos (el tumor benigno más común en la mujer) del cual tampoco se sabe la causa y hasta pasados los veinte años obtener un diagnóstico acertado cuando ella lo que tenía era un periodo irregular, órganos inmaduros y lo único que necesitaba era tiempo y buena información.

Actualmente es más probable ser mal diagnosticadas y que nos sigan juzgando por tener quince años e iniciar una vida sexual temprana por decisión propia y por querer abortar. Tenemos escenarios donde una mujer de veinte años es lo suficientemente “grandecita” para saber a qué se enfrenta siendo madre, pero los hombres de veintiuno son muy jóvenes para decidir hacerse una vasectomía, y la lista crece y crece porque mientras más casillas acumulemos más vulnerables seremos. Somos mujeres, listo, ¿indígena, afrodescendiente, perteneces a comunidades marginadas, tienes inestabilidad económica, eres muy joven, eres muy vieja, eres, eres…?

Tampoco podemos olvidarnos de  la forma en que el mundo globalizado ha rezagado a las parteras y sus conocimientos milenarios, que buscan evitar el exceso de intervenciones innecesarias en los cuerpos de las personas embarazadas. Se dividen en tres tipos: las tradicionales cuyos conocimientos son ancestrales, difunden, rescatan y protegen estos conocimientos y es más común encontrarlas en comunidades; las autónomas que se encargan de ejercer fuera del sistema de salud, sus mentoras fueron otras parteras, necesitan autorización de la comunidad y otras partes y se forman por mínimo tres años; el último grupo son las profesionales, cuya formación es dada en un programa reconocido por el estado. Sus grandes diferencias con los doctores son respetar la postura que la madre prefiera para dar a luz, mayormente en cuatro puntos, que reduce la tasa de desgarros, por otro lado entienden a la madre y al hijx en conjunto, sin perder la humanidad de ninguna de las partes y usando su conexión como fuente de ayuda si hay alguna complicación como en el caso de bebés prematuros. Todo esto ha sido reemplazado por estas grandes empresas donde te mandan a caminar mientras te distiendes los centímetros suficientes y no se preocupan en recordar tu humanidad, ya que al final parece importarles más la futura vida en tu interior que la del ser frente a ellxs, que siente, que sufre y existe, con quien están teniendo ese contacto frío.

Otra observación puede ser la idea de cuánto debe durar una gestación y dar una fecha de nacimiento, mediante la cual muchas veces se programan los partos, la realidad es que estos datos sobre el gran día están basados en observaciones de un hombre que no se tomó la molestia de aclarar a partir de qué punto cuenta los días de gestación, si al principio o fin de la última menstruación, lo que realmente  podemos saber son días o semanas estimadas de parto, algo que tampoco se nos dice a menudo.

Vivir libres de violencia gineco-obstétrica es un derecho para todas las mujeres y personas menstruantes, aunque legalmente se habla solo de mujeres, es una lucha larga por recorrer, aún hay tanto por lo que pelear, gritar nuestras violencias y exigir todo aquello que nos pertenece con los ovarios bien puestos.

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Uterus, udero, vientre e histeria

4 respuestas

  1. Hay más formas de violencia gineco-obstetrica. Una que no está suficientemente estudiada es aquella cuando a las puertas les comienzan a funcionar las hormonas después de la primera menstruación. A veces es un torrente de hormonas en las cantidades y proporciones no adecuadas que hacen un efecto como de que la adolescente ” está loca ” y efectivamente tiene conductas anormales y hasta criminales por este desbarajuste hormonal. Son llevadas al psicólogo, al psiquiatra, al neurólogo, en vez de al ginecólogo. A veces son recluidas en centros psiquiátricos o en prisiones o tutelar para menores . Todo por no hacerles un perfil hormonal sexual. Soy Médico Cirujano y Partero. Atendí más de 500 partos desde hospitales hasta sólito en guardia nocturna en consultorios del DIF. Y si he visto mucha violencia obstetricia de muchas formas, desde tantos innecesarios, insultos de que ” para que abriste las piernas mamita ” hasta otro poco comentado en el que después del parto o cesárea, los médicos no vigilan el sangrado posparto o sea la correcta involución del útero; y de pronto la mujer tiene entre sus piernas un litro de sangre coagulada y presión arterial bajísima, y entonces si todos a tratar de reanimarla. Las mamas me llevaban a sus hijas para que les dijera si era virgen. Las mismas ginecólogas les decían a las pacientes ” ay mami yo tuve tres hijos y no me vas a decir lo que se siente”. La inducción innecesaria del parto porque ya van a salir de la guardia. Las malas suturas en las episiotomias o desgarros, por inexperiencia, prisa o valemadrismo. La no revisión por parte del médico a la paciente embarazada para escuchar el latido fetal a ver como va. En fin son como cien errores en la atención gineco-obstetrica que se traducen en violencia. Lo de las parteras es todo un tema y la cosmovisión azteca y Maya de la salud es otro super tema que trato mucho el antropologo Alfredo Lopez-Austin. Saludos.

  2. El artículo toca de manera puntual, varios temas. Cada uno puede ser sujeto a profundizar. Adelante! ! Felicito el esfuerzo e interés en el gran tema de la violencia ginecobstetra.

  3. Me parece un artículo sumamente acertado!!! Un punto muy importante más de la larga lista de violencias de género, que pareciera que pasa desapercibido.

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