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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
CREDITO: Foto de Lee Trịnh de Pexels
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Espejel Olvera Vania Loreta

ENCiT

Alumna de primer semestre, me gusta escribir, descubrir y la naturaleza

Al filo de las legalidades

Número 11 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2023

El peligro de la romantización del consumo legal y el estigma de las drogas ilegales

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Espejel Olvera Vania Loreta

ENCiT

El consumo de sustancias ha acompañado a la humanidad a lo largo de toda su existencia con diferentes funciones, primordialmente, la de intentar entender el mundo que los rodeaba, ver las predicciones y liberar la mente de su atadura a la realidad. Esto no es algo que haya quedado en el pasado, en la actualidad de este gran mundo globalizado somos personas encadenadas a nuestras responsabilidades que se nos han impuesto, donde además, se nos  ha obligando a  no cuestionar aquellas que decidimos auto imponernos para demostrar que no somos esa oveja que seguirá brincando la cerca, pero en cualquier caso, hay un precio que pagar en ese camino dónde se ocultan nuestros anhelos. ¿Qué tanto estamos dispuestxs a “sacrificar” para conseguirlos?.

La realidad es que todxs queremos algo, queremos muchas cosas, una carrera, un buen trabajo, un gran amor, la belleza perfecta, la fama, el reconocimiento, la felicidad, aquello que no tenemos; y al conseguirlo, queremos seguir corriendo para obtener algo más; en la cultura de consumo que nos rodea, no queda otra cosa que esto mismo, seguir adelante, bajo el costo necesario, por que a grandes males grandes remedios y sin una gran sacrificio no habrá una gran victoria. Pero cuando este vivir automático se apaga, las cosas comienzan a complicarse aún más, ya no somos soldados que van, desde niños, a guerras de las que probablemente ni siquiera conocemos el motivo y nos obligan a consumir anfetaminas para ser estos soldados perfectos, ni el paciente de cualquiera de las interminables pestes que han atravesado a la humanidad, dopado de morfina (con mucha suerte) en algún hospital de las grandes ciudades, que vivió con explotación laboral entre chimeneas enormes que contaminaban los cielos grises.

Ahora estamos aquí, viviendo en la individualidad del ser humano, esa que nos hace sentir la soledad, las ganas de encontrar el motivo de nuestra existencia, esa necesidad tan grande de justificar nuestra propias vidas. Cuando nos encontramos con todo esto que sentimos, la necesidad de cumplir provoca que comencemos este consumo de sustancias, por que un ser funcional es un ser consumista ¿de qué?, en realidad de cualquier cosa; de cuerpos, de música, de alcohol, opiáceos, medicamentos controlados, café, redes sociales, comida, series, ropa: drogas. 

En las esferas que nos conforman (la laboral, familiar, escolar,etc.), podemos escuchar cómo las personas se enorgullecen de esos grandes sacrificios que nos permiten llegar a donde estamos, mientras más te haya costado, más orgulloso has de sentirte de tu logro, mientras más sufras, más valor tendrá esta trayectoria; quien duerme menos, quien toma y fuma más; esta es la gran romantización del consumo. Aún así, más allá de esto tenemos vacíos, esos que nos dejan nuestras ausencias, cuando tu adicción no deriva de tu necesidad de sentirte funcional en el mundo capitalizado sino, más del lado de los huecos dejados por el mismo, no poder cumplir tus sueños, ni tus metas, por más piedras con las que te tropieces no parecen terminar jamás y es cuando nos cruzamos con esas palabras que no podemos expresar, esas lágrimas que no supimos llorar y la necesidad de llegar al último piso de el gran edificio, la plenitud, esa explosión dónde el corazón deja de pesar, los músculos se relajan y dejamos de luchar contra los términos de la realidad, por que en ese instante, estamos muy lejos de ella, la inmensidad de techos sobre nuestras cabezas se terminan, y cuando se abren las puertas de ese elevador, encontramos la terraza que nos permite ver el cielo verde, oler colores y sentir la euforia más relajante que exista.

Claro que no son cosas a las que podamos acceder sin consecuencias, al menos no bajo este método, por que el elevador no permanece siempre en el penthouse, pero ese abrupto descenso tampoco nos deja siempre en el piso correcto, a veces, nos hace terminar en la planta baja fuera de servicio y es entonces dónde las circunstancias chocan con lo” bueno” y lo “malo”, dónde no sólo tomas todas las tardes al salir del trabajo para poder llegar al día siguiente, te fumas un cigarro antes de entrar a  una clase, te excedes en las bebidas energéticas para llegar a la última hora del gimnasio o tomas medicina para la ansiedad todas las mañanas para seguir en esa vida ruidosa también está esa parte de las adicciones legales.

Ponerte a consumir cosas cada vez más fuertes por que no viviste tu duelo el tiempo necesario, el banco embargando tu casa por las deudas en un casino, terminar consumiendo paginas ilegales de pornografía, llevar tu cuerpo a ese límite que le recuerda que sigue vivo, siente y ese último piso se vuelve tan borroso como un sótano lleno de humedad pero no deja de ser, a fin de cuentas, esa cúspide tan anhelada, ese bucle donde no conoces más que dos pisos y en algún punto, los diferencias con dificultad, llevándote al extremo de la muerte, o quizas más allá de ese límite.

¿Por qué?, quizás sea la soledad que te dejó una relación fallida, la eterna lista de no aceptados, el rechazo, el que tu realidad no sea nunca cómo la que te promete la televisión, esa donde puedes conseguir todo si te esfuerzas lo suficiente, como si todo fuera sólo tu culpa, cuando los números del pizarrón blanco están difusos y empiezas a escuchar borroso. Podría decirse entonces, que la gran satanización del consumo no viene realmente del tenerlo, sino de cómo termina por afectar; mientras te mantenga funcional, podemos seguir escondiéndolo bajo la alfombra, las botellas caras se siguen volviendo símbolo de éxito y la marihuana esa sustancia de personas qué no tienen futuro en la vida a menos qué te vuelvas unx aclamadx artista.

Cómo si para cierto sector, cierto tipo de consumo fuera perdonable pero, mientras más subes esa pirámide de logros, más niveles se desbloquearan en los juicios legales y morales, llevados de la mano con todos los estereotipos que rodean a las profesiones; si tomas, eres del sector salud o de derecho, si fumas marihuana, entonces de cualquier carrera de área cuatro y las personas más propensas a probar cualquier otra sustancia, si estás en psicología, quizás consumes coca igual que Freud, ¿escritorx?, tienes alcoholismo, mínimo, pero sigue siendo un chiste aceptable porque conservas tu valor de individuo respetable en una sociedad.

 Pero también están los prejuicios de aquel sector más desprivilegiado, si no tienes los estudios terminados entonces seguro terminaste en las drogas, ¿cuál?, ni siquiera importa, inhalables seguramente, ¿fuiste víctima de cualquier tipo de abuso físico?, habías consumido y se traduce en revictimizar a la persona abusada, cuando en algún rincón de la inconsciencia resuena la pregunta de si pareces un adolescente en cualquier película gringa o un comercial del gobierno antidrogas. Por qué no importa lo que sea, siempre habrá ese algo o alguien que no podemos dejar de consumir, pero no importara realmente, mientras se encuentre al filo de las legalidades.

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