Facultad de Psicología
Facultad de Psicología
Ríos de pañuelos morados,
avalancha de gargantas desgarradas,
pabellón de banderas de justicia.
Kilómetros de desierto pintados de morado,
hormigas bailando sobre la piel,
bebiendo el miedo y consumiendo las llagas marcadas por los puños agrios.
Voces agrietadas y luego cocidas con hilos de metal,
levantan los corazones magullados y los ponen a saltar.
El viento enardecido embarca hacia el sendero de la rabia, las risas, los gritos, el llanto y los puños húmedos de adrenalina.
El desierto se baña de diamantina púrpura,
el aire se tiñe de morado,
deseando acuerpar a los ángeles mudos que lloran su inexistencia
y pintan con sus cenizas las letras de los carteles que reclaman su muerte.
Las nubes quieren ser flores moradas,
las flores moradas quieren tener alma,
y las almas quieren ser mujeres libres.
Dios parpadea y las acuerpadas dilatan las pupilas,
las que hoy gritan se distribuyen entre la vida y la muerte,
entre la libertad y la opresión,
entre la valentía y la sumisión.
No hay supuesto declive entre supuestos contrarios,
hay laberintos en los que cualquiera se puede perder.
Las mujeres caminan de la mano,
juntas sobre los baches, las mareas y las sombras que se roban las suyas.
Pero fuera del sendero las cadenas de mujeres se siguen rompiendo.
¿Hay que planear el futuro o hay que vivir el momento sin redundar demasiadas posibilidades?
El futuro no existe para todos,
unas tenemos futuros más cortos con finales atroces.
Unas tituladas, otras enterradas,
unas sonrientes, otras en putrefacción,
unas descansando, otras agonizando,
unas en la cúspide del orgasmo, otras asfixiadas por el océano del terror.
Esas metas y sueños en los bolsillos parecen no ser nuestros,
se quedan en los pantalones
cuando nos los arrebatan de las piernas
y las piernas dejan de ser nuestras cuando nos las quiebran.
Madres con las emociones gangrenadas,
con los pensamientos hirviendo
en los que burbujean los suaves rostros de sus hijas,
rostros secos y carcomidos en algún deshuesadero.
Madres con cuchillos sobre sus cráneos,
cuchillos afilados con la hostilidad de los cazadores.
Madres, hijas, hermanas,
que desayunan dolor y vomitan odio,
se atragantan con su vómito
hasta quedar vacías.
Madres, hijas, hermanas,
buscan los huesos de las mujeres que salieron a comerse el mundo
y terminaron mascadas y desechadas por los carroñeros.
Un día gritamos, al otro nos quemamos,
un día sentimos todo el cuerpo vibrar, al otro ya no tenemos cuerpo
un día nos ponemos sombras moradas en los ojos, al otro ya no tenemos ojos.
Por: Xian Rodríguez Zavaleta
Cuando los presagios de la muerte se manifiestan
Por: Isis Miranda García Hernández
¿Por qué tantas mujeres nos sentimos atrapadas en la búsqueda constante de ser “suficientes”?