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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Victoria Abigail Fernández Sánchez / Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9
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Quetzalli Itzel Reyes Hernández

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Mi nombre es Quetzalli y soy estudiante de sociología. Desde pequeña he querido ser periodista, y lograr transmitir conocimientos y sentimientos a través de mis textos. Disfruto mucho de escribir, pero también de ver las películas de Star Wars. Soy fan de Baby Yoda, de Taylor Swift y del pastel de queso.

La manera correcta de ser mujer

Número 9 / ABRIL - JUNIO 2023

En la lucha contra el patriarcado hay identidades y minorías olvidadas

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Quetzalli Itzel Reyes Hernández

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

El patriarcado es un sistema de opresión social deplorable, no existe duda alguna. Durante muchos años y hasta la fecha, ha sometido tanto a hombres como a mujeres a seguir un orden “natural” de cómo deberían actuar de acuerdo con su rol de género. Según Rita Segato, el patriarcado responde a una corporación en la cual los hombres aspiran a ser la figura de “macho alfa”, debiéndole respeto y suma obediencia al más fuerte, rudo y agresivo. De esta forma es como se perpetúan los modelos de violencia, subordinación y opresión hacia las mujeres.

En las últimas décadas, han existido distintos movimientos feministas que buscan igualdad para las mujeres. En México, vemos esto desde los años 50’s con el derecho al voto  (1953 en comicios federales), como en los últimos años, con las exigencias por el derecho universal al aborto. Claramente son grandísimos avances en materia de género y lucha contra el patriarcado. Resulta obvio que sin esos movimientos muchas de las cosas que se pueden hacer hoy como mujer no serían posibles. Pero, ¿qué pasa cuando estos avances sólo benefician a un grupo concreto de mujeres?, ¿dónde quedan las verdaderas necesidades de las mujeres que pertenecen a las llamadas minorías?

Siempre ha existido un sesgo en las mujeres que no pertenecen a la hegemonía. Mujeres afrodescendientes, indígenas, trabajadoras del hogar, entre muchas más en estado vulnerable se ven excluidas de varios movimientos feministas, o peor aún, son obligadas a encajar en un perfil eurocentrista de lo que debería ser una “mujer libre”.

Para ejemplificar esto, no puedo evitar pensar en la señora Aurelia (1). Mujer mixteca proveniente de Guerrero, trabajadora del hogar y del campo, además de madre de muchos hijos. Dedica sus días a cocinar y cuidar a sus bebés. En sus ratos libres se sienta en la banqueta con otras mujeres a platicar, cantar y bordar. Cualquiera que la viera tendría de primer pensamiento: “Pobre mujer, sálvenla de la opresión de género que está viviendo”, “¡Qué pena que sólo tenga que dedicarse a sus hijos!”, siendo así objeto de lástima por su falta de escolaridad, bajo dominio del español o por ser una mujer dedicada a las labores del hogar.

Al juzgar la situación de Aurelia sin una lupa de derecho eurocentrista y sin el afán de imponer una moral hegemónica, es fácil observar que en realidad Aurelia sólo expresa su identidad a través de las actividades que practica. Rescatar la gastronomía originaria diariamente a través de sus comidas, y sobre eso, transmitirlas a las nuevas generaciones no es otra cosa más que la preservación de su identidad como parte de la comunidad mixteca. El “limitarse” a hacer “actividades de mujer” como el bordado y la maternidad, es otra manera de expresión de su identidad y conservación de cosas tan importantes como las lenguas indígenas.

Sería imposible negar que ella también ha sufrido violencia y discriminación por ser mujer. Pero al tratar de imponer la ley o derechos colonizadores con el fin de convertirla en una “mujer libre y moderna”, sin respetar todas esas acciones que se podrían ver como típicos roles de género, pero que en realidad le dan un sentido de identidad y pertenencia, ¿qué le queda?, ¿en qué se convierte? Y lo más importante ¿quién sería después? Es obvio que se le deben garantizar derechos como mujer, pero sin alterar su identidad.

Por siglos el patriarcado nos ha impuesto un prototipo de “mujer ideal”, siendo esta sumisa, obediente, débil y recatada. Sin lugar a duda, la idea de estar obligada a seguir un modelo es reprobable. Pero muchas veces, sin darnos cuenta el feminismo retoma estos estándares en torno a ser mujer, y corre el riesgo de convertirse en otra corporación donde, al igual que en el patriarcado, se aspire a ser como el modelo más fuerte. Vemos muy frecuentemente en el auge del feminismo en redes sociales, que el prototipo de mujer fuerte, libre e independiente es aquella que es soltera, sin hijos, de alto grado académico, con un buen trabajo, y un sinfín de cualidades privilegiadas. ¿Y si alguien no cumple con esas características, deja inmediatamente de ser una mujer plena?

Las mujeres somos seres autónomos y con poder de decidir lo que queremos de nuestras propias vidas. Provenimos de infinitas formas, no hay una manera correcta de ejercer la realización femenina. Muchas sueñan con ser astronautas, otras con casarse, y otras con ser una astronauta casada, y ninguna forma es incorrecta ni debería ser juzgada. Mientras todo se haga bajo la más libre plenitud de decisión, no existe una sola mujer ideal.

El punto está en comprender que, no porque las aspiraciones entre mujeres sean distintas, significa que algunas sean o no valiosas, pues es sólo una manera más de expresar la identidad propia. Y al final, ninguna es menos mujer por decidir realizar acciones típicamente asociadas a la feminidad, o por decidir no hacerlo. Nadie es más mujer por decidir no casarse de blanco, o por decidir sí hacerlo. Y por igual, no es menos mujer libre quien cocina para sus hijos, que quien no lo hace.

Por supuesto que es impresionante ver a mujeres abrirse campo en lugares donde antes sólo habían podido acceder los hombres, como las ciencias o la política. Pero no hay que perder de vista que las madres, las trabajadoras del hogar, las indígenas, incluso las niñas existen, y que su valor como mujeres es exactamente el mismo, y, por tanto, debe garantizarse el mismo respeto, acceso y protección de derechos independientemente de sus condiciones personales.

El acceso a las mismas oportunidades, el respeto a las identidades y la protección contra la violencia y discriminación, son fundamentales para todas las mujeres en la lucha contra el patriarcado. Pero no hay que olvidarse de las minorías que requieren otro tipo de seguridad; como las trabajadoras del hogar que merecen protección contra la explotación laboral, un salario digno, y seguros laborales. O como las madres que deben tener condiciones laborales que les permitan cuidar de su embarazo e hijos.  Y en el caso de las mujeres indígenas, debe haber una manera de asegurar sus derechos, sin intervenir en los propios usos y costumbres de cada comunidad.

En la lucha contra el patriarcado como sistema de opresión, es importante no crear otro. Entender que existen ingenieras, madres, doctoras, maestras, antropólogas, universitarias, esposas, biólogas, químicas, sociólogas, indígenas, directoras, abuelas, madres solteras, amas de casa, afrodescendientes, y una infinidad de más cualidades que las mujeres somos y podemos ser. Y cada una, con identidad propia merecedora de conducir su vida por donde más crea conveniente, donde no se le sea impedido por una simple razón como lo sería el género. Contando con derechos que avalen su protección y plena realización; que se adapten a cada mujer, y no sólo se queden con quienes entran en el molde de la hegemonía.

Por años el patriarcado ha tratado de borrar a las mujeres. No extendamos más esta práctica y tengamos presentes las otredades. Cuestionemos más frecuentemente si juzgamos las situaciones de otras mujeres bajo el privilegio o la hegemonía. Porque todas en este mundo merecemos y debemos vivir en un entorno libre de violencia de género, y tranquilas de expresar nuestra identidad propia sin temor a ser reprimidas. Recordemos que existen muchos feminismos y que todos son válidos al momento de expresar las necesidades de todas las mujeres. Pero más importante, recordemos que no hay una manera correcta de ser mujer.

NOTAS

  1. Aurelia García Ramón, es una mujer a quien entrevisté. Es originaria del municipio indígena Cochoapa el Grande, estado de Guerrero. Perteneciente a los hablantes de mixteco, quienes denominan a su variante “mexicano”.

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La manera correcta de ser mujer

2 respuestas

  1. Me encantó cómo manejas el concepto de otredad, creo que eso explica perfecto que antes de asumir un género, somos humanos; diversos y únicos. Reconozco también tu sensibilidad hacia los grupos vulnerables que generalmente son los grandes olvidados por los movimientos apadrinados por el sistema.

  2. Ser directora de una secundaria y ama de casa y madre de dos hijas, son las dos grandes vertientes en mi vida; y combinarlas obviamente no ha sido fácil. Confieso que en algún momento bajo la presión social llegué a sentir frustración por haber decidido combinar dichas “profesiones” porque pude haber sido “más exitosa” sólo con la primera; pero ahora entiendo que ello sólo es una laceración más del patriarcado tan impregnado en nuestra sociedad.
    PD. La escritora del artículo ha sido pieza fundamental en la deconstrucción de mi manera correcta y perfecta de ser mujer… Mi hija!

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