En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Rápidos y furiosos 5ntrol (2013) Justin Lin
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Pablo Fabián

Facultad de Filosofía y Letras

Soy una persona que gusta de escuchar, porque cree que solo así puede ser conformada la vida

¿Gustos culposos?

Número 16 / ENERO - MARZO 2025

La desigualdad detrás del buen gusto

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Pablo Fabián

Facultad de Filosofía y Letras

Dentro de los países de todo el mundo, México es uno en donde sus habitantes pierden más horas a la semana: son gastadas en lugares de trabajo, centros escolares, trámites gubernamentales, etc. Pero, si a ello le sumamos las que se ocupan en los traslados, y de regreso —que muchas veces pueden ser más—, el resultado sería más de la mitad de las horas poseídas a la semana. Y si se está más preguntón, a la semana se pasa más trabajando que viviendo.

Se ocupa la vida para solventar la vida misma, incluso vivir está de por medio. Por ello, no debería parecer extraño un intento por escapar de esta realidad. Un intento por indagar mundos donde se ocupe el tiempo no solo en sobrevivir. Un lugar en el cual soñar sea vivir y no solo imaginar los escenarios que nos permitan una completa realización. 

Es, bajo ese punto, que el ser humano ha creado el arte. En un intento por sobrellevar lo caótico, evitando que ésta le consuma. Y como todo arte, se ha valido de medios difusos y extraños para lograr su cometido. Ha necesitado, porque no decirlo, de las series y películas para sobrevivir.

En esa infinitud de mundos que estas representan, cualquier ser puede encontrar un lugar para desaforar sus emociones. Para dejarse llevar por sus historias, vivirlas o juzgarlas, compartirlas o guardarlas, adorarlas o repudiarlas, pero siempre para verlas. Y en ese lapso comprender, para sí, un gusto propio.

Los gustos no son iguales —por fortuna—, ni aun menos compartidos. Ellos son el reflejo de esta multiplicidad de seres, de sus múltiples aristas, y de las condiciones —nunca justas— que les permiten acceder de un modo diferente a éstos. Y como reflejo mismo, posibilitan la separación de la sociedad, no al ser por sí mismos así, si no por la categorización que desde ellos se hacen.

Al categorizar los gustos, pretendemos que los entes de la sociedad partan desde un mismo sentido, observen un marco cultural, y actúen según él. Diferenciar qué series, películas o programas deben ser vistos, porque son de un aporte cultural alto, porque son de culto, es esconder la discriminación bajo aparatos de educación cultural. Nombrar los “buenos gustos”, y separarlos de los “malos”, parte de un solo entendimiento de la realidad: la hegemónica.

El humano, en esos casos, es su gusto, y no los gustos parte de él. Como aquellos sujetos no están construidos bajo la categoría de “buenos gustos”, y no comparten las mismas referencias que aquellos que sí los poseen, su papel en la sociedad es de incivilizados. Sus gustos en ese sentido son denigrados. Y como la mayoría de la sociedad pertenece a ese sector, extrapolan todos los males a su escasa educación del gusto. Entran, ahí, todos los arquetipos de la discriminación.

No puede decirse que ahí hay una seria idea de difusión cultural, al intentar que los individuos con “menor” idea de ella adquieran una mayor. Y no se puede, porque esa “mayor” idea de gusto está arraigada en una concepción más amplia; generar los sujetos que sean más aptos para la sociabilidad. Esto es, homologar sus diferencias para una sencilla acción de lo político. Por ejemplo, cuando se cuestiona el gusto de sujetos que ven series consideradas de bajo valor, o películas categorizadas como comerciales, se cuestiona también su racionalidad. Si no poseen buen gusto, dicen, cómo resolverán los verdaderos problemas sociales. Sin darse cuenta, son parte del sistema que critican. 

La visión del “buen gusto” siempre será aquella que pueda ser reglada, sin diferencia alguna, y homologada bajo los mismos estándares. Pero, como su existencia misma está demarcada en un estrecho ámbito social, son aquellos que puedan costear la dignidad de la vida. El “buen gusto” se desenvuelve entre el tiempo y las responsabilidades, la economía y las posibilidades, la realidad y la utopía. El esperar que todas las personas posean el mismo sentido cultural, es dejar de lado la vida que forma al mismo, y estar alejados de una realidad que moldea las posibilidades.

Lo que no se comprende aún, es que aquellos sujetos que históricamente poseen “mal gusto”, en realidad moldean la cultura bajo sus posibilidades. Extraen hacia sí un sinfín de cosas que el “buen gusto” deja de lado, pero que trabajan con él para dar explicación a la vida. En el límite de la realidad, trabajan con el —poco— tiempo y los —pocos también— recursos, para, como toda persona, escapar de la realidad. Incluso para entenderla, y en los demás, criticarla. Tal vez quienes tienen “mal gusto” no ven películas de culto porque no tienen el tiempo o porque son aburridas. Pero comprenden la cultura del mismo modo que aquellos con “buen gusto” lo harían.

Pero algo sí es seguro: los gustos son una parte de la realidad. Ellos reflejan la multiplicidad de formas de hacer mundo de quienes habitamos en él, de las resistencias o las facilidades que les damos. Como gustos, son solo eso, y no una esencialización de los sujetos. Ser en el mundo y estar contra él, implica también tener mal gusto. 

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