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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Rogelio Morales / CUARTOSCURO.COM
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Yuriko Alondra Márquez Chávez

Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán

Tengo 18 años, soy estudiante de Relaciones Internacionales, me gusta transmitir lo que pienso a través de la fotografía y la escritura, me gusta involucrarme en temas de interés social, ya que creo que la voz y la perspectiva de todos es importante.

Educados para esclavizar

Número 7 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2022

El juego del calamar es una macabra crítica al sistema social capitalista

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Yuriko Alondra Márquez Chávez

Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán

En este país, 7 de cada 10 mexicanos que nacen en un hogar en situación de pobreza permanecerán en esa condición a lo largo de su vida. Y en este sistema se nos adoctrina a pensar que el pobre es pobre porque quiere, y quien está en un lugar de privilegio  replica el mismo discurso: “los más huevones en este país, aquellos que no le echan ganas son los más precarizados”, sabiendo que el simple hecho de ser flojos es un privilegio al que solo pueden acceder aquellos de buen apellido, color específico, género heteronormado, y un destino marcado por heredad privilegiada. Pero claro, si le echas ganas triunfarás, discurso que muchos creen pero que es tan poco realista y muy indiferente.

En 2021 se estrenó la serie El juego del calamar, la cual se posicionó inmediatamente como uno de los mayores éxitos de Netflix, ver esta serie como mero entretenimiento es perder de vista la crítica social que se plasmó en ella, relacionada claramente con un sistema capitalista que solo nos ve como cosas sobre las cuales se puede generar una ganancia y un eterno dominio.

Para contextualizar un poco, esta serie trata de un grupo de personas con problemas económicos que aceptan participar en unos juegos con temática infantil pero adaptados de una forma retorcida y macabra al mundo de los adultos. ¿La inspiración para participar? Una recompensa de 45,600 millones de wones surcoreanos. Es importante notar la relación de esta serie con la o las realidades que vivimos hoy en día.

Estructuras privilegiadas: ¿un mundo justo?

“Un mundo justo” es el título que se le asignó al capítulo 5 de la serie. Dentro de la misma, a cada personaje le pasan infortunios, quienes cuentan que es prácticamente imposible mejorar su calidad de vida. Incluso se menciona: “la vida es dura allá fuera, aquí tenemos una oportunidad”, esto es lo que orilla a los contendientes a participar en el juego.

En comparación con lo que se vive día a día, la serie no está tan alejada de la realidad puesto que la mayor parte de nuestras vidas se encuentra condicionada por la falta de oportunidades. De acuerdo con la Oxfam, México se encuentra entre el 25% de las naciones con mayores niveles de desigualdad en el mundo, ya que la única libertad que tenemos es poco más que la elección entre morirte de hambre o trabajar bajo las peores condiciones, pues finalmente tú eres el que necesita de un trabajo.

Regresando a la serie, algo que es importante destacar, es la comparación del discurso capitalista que se perpetua dentro del juego. El jefe enmascarado dice: “Ellos vienen de un mundo desigual y nosotros les dimos la oportunidad de un juego igualitario, mismas oportunidades e igualdad de posibilidades”.

El discurso que nos vende el modelo capitalista en el que vivimos afirma algo parecido, ya que nos dice que tenemos todas las oportunidades para lograr ser exitosos, independientemente de si provienes de un hogar pobre. Básicamente, ambos discursos nos venden un mundo justo, pero la verdad es que ninguno de los dos es real, debido a que en ambos predomina la crueldad y la explotación de los cuerpos.

En la serie hay dos entes detrás del juego: el organizador del juego y la comunidad VIP, siendo el organizador quien explota a los jugadores con el fin de generar una ganancia, a quienes claramente se considera como simples objetos.

Lo mismo ocurre en la vida real, Karl Marx nos habla sobre dos clases sociales: la burguesía y el proletariado, la primera es la dominante y la segunda la dominada, la primera es la dueña de los medios de producción, mientras que la segunda es la que trabaja para ganarse la vida, la primera es la que explota y la segunda la explotada. Entendiendo esto, ninguno de los dos mundos, el ficticio y el real, podemos afirmar que sean justos.

Dueñidad, ¡somos personas no cosas!

Este discurso capitalista en el que predomina la individualidad nos adoctrina en una pedagogía de la crueldad, ya lo dice Rita Segato: en esta pedagogía se plantea el desprecio de la vida, los cuerpos son cosas y las cosas no sienten, esta enseñanza produce una economía de dueños en una estructura nula de empatía en la que el otro es cosa o instrumento.

Algo que llama la atención dentro de la serie es que las personas adineradas (VIP) pagaban por estos espectáculos. Aunque solo sea ficción, deja ver claramente el trato deshumanizado de una clase social sobre otra. Y no solo eso, relacionándolo con la actualidad, la explotación que se recibe por parte de las grandes industrias es alarmante, un claro ejemplo de esto son las terribles condiciones laborales en Bangladesh: los empleados de este país son los peores pagados del sector textil del mundo, con un salario mínimo de 38 dólares mensuales, la mayoría trabaja más de las 42 horas establecidas y al menos dos tercios son niñas. Este es el claro ejemplo de que el pobre no es pobre porque quiere.

Hoy en día este aspecto de dueñidad se ve reflejado no solo en una clase social económica, sino en muchos casos de la vida cotidiana. Ejemplo de ello es el dominio del hombre sobre la mujer, del nativo sobre el emigrante, del mestizo sobre el indígena. Y así, todo el tiempo, las estructuras de dueñidad provocan desigualdad social. Así, las oportunidades de ser exitosos se van reduciendo cada vez más; aunque le eches muchas ganas, este discurso lo único que provoca es convertirnos en opresores de unos sobre otros.

Mientras el tiempo pasa, las sociedades crecen y se desarrollan, algunos mueren de hambre y otros acumulan cada vez más riqueza, pareciera que nos deshumanizamos más. Es muy sonada la frase “los ricos se vuelven más ricos y los pobres más pobres”, y cómo negarla. Y éstos últimos no es porque quieran, a pesar de trabajar duro y echarle ganas, las posibilidades de ser exitoso es casi nula. Seguir reproduciendo este discurso solo provoca que no nos enfoquemos en el verdadero problema –la desigualdad– y en cómo resolverlo. Dicho discurso justifica nuestra indiferencia.

El adoctrinamiento  que  recibimos  constantemente  es  con  el  fin  de  oprimir  a  los demás, provocando  en  nosotros  un  sentido  de dueñidad.  De las  clases  más altas,  sobre  las  clases  más  bajas,  de  nuestra  percepción  de  los  más  fuertes sobre  los  más  vulnerables,  permitiendo  que  el  sistema  solo  nos  convierta  en cosas sobre las cuales se puede generar un señorío.

En conclusión, la serie es un reflejo de la realidad que se vive día a día. Tal vez lo preocupante es que la serie nos haya parecido divertida, sin analizar realmente el trasfondo que conlleva.

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