Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Aún tengo días en los que hasta respirar me parece pesado, pero caigo en cuenta de que siempre en el altar del lienzo, la tinta y el verso, el arte se vuelve mi credo, mi fe renacida, mi refugio sereno.
En las primeras clases de literatura de la preparatoria me sentía perdida, pero el tema de las vanguardias rebeldes rompieron esquemas y yo, como ellas, rompí mis cadenas. Desde entonces hasta ahora mi vida ya no es la misma, el arte la convirtió en belleza, en grito, en calma, en un espejo donde por primera vez vi mi alma.
En ella encontré mi vida que creí perdida, de mi pecho vacío y marchito aprendí a transformar el dolor en color, la tristeza en melodía y el caos en armonía. Fue como darle chispa a mi vida, el arte me salvó, me enseñó a existir, a mirar el abismo y volver a latir.
Hacer arte es volver a sentir, es ver de colores el universo gris, es como descubrir un mundo nuevo, profundo, diverso; es una ataraxia infinita, un silencio tan puro, donde el tiempo se quiebra y me encuentro seguro; es un momento donde mi mente calla, mi cuerpo siente y mi alma habla.
Y a pesar de seguir sin saber exactamente mi rumbo, sigo creando, latiendo, soñando, porque el arte es en esencia crear y en su abrazo eternamente me puedo encontrar. En el cine diverso, en la música dulce, en la foto testigo, en el verso perdido, la danza y el ritmo, me acuerdo que soy algo más que materia: un alma que crea, eterna y etérea.
Gracias, arte, por enseñarme a vivir, por ser el regalo que nunca pedí, por darme alas para sentirme, crear y experimentar a través de ti todos los matices, colores y sabores de mi existir. Hoy no puedo hacer más que escribir esto y agradecerte por hacerme entender que si nada nos salva de la muerte, el amor, el arte y el amor al arte nos salvan la vida.
Por: Alan Alegría Martínez
¿Y si las rupturas se quedan con nosotros para siempre?
Por: Luis Iván Rojas Mares
La métrica del entendimiento para el amor y el deseo
Por: Lola Caballero Moncada
De un corazón roto al amor que inevitablemente llega después