Facultad de Filosofía y Letras
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En Acapulco, sobre la costera Miguel Alemán, descansa un monumental 43, solemne y sobrio se muestra anunciando las puertas del otrora paraíso mexicano. De metal, dicha estructura impresiona a cualquier turista o transeúnte.
Aquellas calles conformaron el centro turístico más importante para México en el siglo XX, de la mano de personajes ilustres como Donald Trump, Barry White, Luis Miguel, María Felix, Michael Jackson, John Wayne, etc. La bella época transformó a Acapulco en una ciudad esplendorosa, digna del respeto mundial y pionera en la industria turística. En otras palabras, el periodo denominado “milagro mexicano” cristalizó sus pretensiones de glamour en Acapulco.
No obstante, el 43, firme ante la brisa marina, devela la falacia del glamour y coloca en el recuerdo colectivo las personas que sufrieron por el milagro, el 43 no sólo recuerda a los estudiantes normalistas, también representa a los movimientos sociales silenciados por la guerra sucia, a los activistas muertos por su disidencia y a los miles de desaparecidos producidos por la violencia.
Esta clase de monumento nos recuerda la existencia de patrimonios históricos dolorosos en la identidad colectiva. Entre las calles que el presidente Alemán tanto admiró descansa el recuerdo de un gobierno autoritario. Pensábamos que la represión violenta estaba almacenada solamente en las páginas de la historia, específicamente en un pretérito inaceptable pero lejano. Sin embargo, no son pocos los acontecimientos que nos indican lo contrario: Atenco, Aguas Blancas, Acteal, Allende, etc.
Los 43 normalistas de Ayotzinapa representan un caso especial, evidencian la corrupción del Estado mexicano, producida por la influencia hegemónica del narcotráfico y la impunidad. La desaparición forzada acontecida en Iguala simboliza un Estado fallido, derrotado ante poderes ajenos a él, también funciona como un ejemplo de la centralidad del poder.
La famosa “verdad histórica”, sin disposición para cuestionamientos u objeciones, es un recordatorio del autoritarismo. En efecto, en la emblemática franja costera acapulqueña existe una contradicción simbólica. Es decir, por un lado el progreso emanado por la revolución vuelta institución, consagrado en la figura de Miguel Alemán dando nombre a la avenida. Y antagónicamente, en la misma sinuosa línea se encuentra el 43 gigantesco, poseedor de la carga simbólica de las víctimas del progreso autoritario. El “milagro mexicano” no fue ni por, ni para todos.
Aquel número monumental presenta el costo humano de un estado autoritario y represor, víctima del narcotráfico y la corrupción.
La historia es la mejor maestra aleccionadora, por ello es importante recordar el dolor punzante de la herida.
Han pasado 7 años de los acontecimientos ocurridos en Iguala.
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