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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Gabriela Pérez Montiel / CUARTOSCURO
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Natalia Sánchez Méndez

Facultad de Estudios Superiores Zaragoza

Soy una mujer queer que le apasiona escribir, mis textos reflejan los sentimientos y pensamientos que tengo.

Si gritamos todas, gritemos con todxs

Número 9 / ABRIL - JUNIO 2023

Un escrito pre y post #8M

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Natalia Sánchez Méndez

Facultad de Estudios Superiores Zaragoza

Pre 8m

La sororidad llegó en una ola de nuevas generaciones luchando por sus derechos, por su voz y por su propia vida, la sororidad marcó el nudo entre feministas que se necesitaba para marcar una diferencia, pero no llegó sola, llegó arrastrando la carga de diferencias sociales, de un sistema que astilla nuestras mentes y que no nos permite avanzar con la fluidez que necesitamos. Nos volvieron a encerrar en nuestros espacios, nos quieren encajar en un tipo de mujer, para merecer empatía, la sororidad llegó para protegernos, pero también llegó para hacernos ver que no estábamos listas para un movimiento sin intersecciones.

El patriarcado nos ha afectado de tantas maneras que nuestra vista se puede nublar ante las más pequeñas, no nos hemos hecho conscientes de cómo nos borran la empatía, la solidaridad y la unión, porque nos quieren definir, quieren encontrar un concepto para lo que somos, nuestras expresiones e incluso nuestro físico, comunidades enteras de mujeres han sido distorsionadas y negadas, porque el patriarcado odia lo que no puede consumir, lo que no puede apropiarse y cuando encontramos la revolución en nuestros cuerpos decidieron que no todas las mujeres eran parte del “todas”.

Las malas enseñanzas del sistema dañado bajo el que nacimos nos hizo creer que hay una escala de medición para ser o no ser, en cualquier aspecto, aún en la revolución de nuestro feminismo existe esta pequeña e insaciable necesidad de hacer encajar a las personas en las reglas de lo que creemos es la forma correcta de hacer revolución, pero siempre persiste esta lucha interna de entender que no podemos decidir cómo protesta la persona de a lado, porque cada quien vive un mundo distinto y si nuestra realidad es distinta, también nuestro camino hacia la lucha por nuestros derechos.

Es complicado entender la sororidad desde el punto en el que nos enseñaron que somos competencia, que la idea de relaciones de amistad entre mujeres era casi distópica, en nuestro sistema implantaron la idea de que teníamos que querer todxs lo mismo, y por ello la idea de empatizar con otras mujeres se volvía cada vez más difícil de creer, pero con la llegada de la nueva ola del feminismo la sororidad se convirtió en el principio más básico de la unión entre luchas, comenzar a poner las diferencias y los malentendidos de lado, para la protección y unión de todas y cada una bajo los efectos que tiene el patriarcado en nuestra vida.

Pero las personas somos sumamente diversas, por lo que dejar de lado las diferencias no es tan fácil, menos cuando nos han hecho creer que vulnerar a otrxs siendo vulneradx no es grave, como el rechazar a las personas trans en el feminismo, nadie es absoluto como para decidir si la identidad de alguien puede ser negada, o si su expresión de género es suficiente razón para negarle la pertenencia a un movimiento, teniendo en cuenta que el patriarcado ha intentado borrar nuestra existencia de cada espacio en la historia, es contradictorio intentar hacerle lo mismo a compañerxs de lucha, ¿por qué? porque a cada paso, aún en nuestra deconstrucción, el patriarcado ya había contaminado el camino, con estereotipos, con ignorancia, y crueldad, nos dió la idea de que lo diferente no era bueno, que lo punk era

equivalente a destrucción, que la rebeldía era lo peor, nunca nos abrieron a la posibilidad de que lo diferente es realidad, lo punk es resistencia y la rebeldía supervivencia.

En un movimiento tan grande es sumamente complicado englobar las necesidades de cada quien, como para creer que cada persona involucrada en el feminismo debe cumplir normativas hechas en teorías europeas que no considera a las minorías, por ejemplo, es sumamente irreal pedirle a una mujer de alta sociedad que hable por las mujeres racializadas, aún siendo de la misma ciudad, de la misma forma que es poco razonable pedir que un sector de la sociedad defina que hace a alguien una persona válida para la lucha, porque estaríamos cayendo en los mismos patrones del patriarcado donde nos decimos entre nosotrxs que debemos hacer para ser buenxs protestantes, las experiencias siempre serán diferentes pero no se hacen menos válidas las unas a las otras, porque existimos y resistimos, cis, trans, hetero, bisexuales, lesbianas, asiáticxs, afrodescendientes, indígenas, personas gestantes, no binaries y más somos revolución, y merecemos tener un espacio para serlo.

Ninguna persona es igual a la otra, pedir que el feminismo sea igual para todxs es entonces algo prácticamente imposible, el movimiento, como el mundo, debe ser interseccional, y no me refiero a que empecemos a dividirnos, sino a entender que cada persona necesita un espacio donde pueda buscar la revolución donde más comodx se sienta y que a la vez sepa que hay toda una marea de personas respaldando su identidad, su voz, su revolución y sobre todo, su vida.

La interseccionalidad en el feminismo es más que una herramienta, es la forma en la que una diversidad de personas logra encontrar el punto de unión en sus luchas, sin esta no podemos llevar a cabo un movimiento horizontal, donde cada unx en el mejor punto para su comodidad puede protestar, en cualquiera de sus formas, con un círculo de confianza que estará ahí, y que hará más fuerte su voz, porque ese es el punto de nuestras diferencias en el movimiento, lograr alzar la voz todxs juntxs, haciendo más fuerte la voz de lx otra y no hablando por ellxs, estamos gritando todas, por las que ya no están, por las que no saben cómo estar, por las que están aún siendo diferentes, por lxs que están defendiendo sus derechos de identidad, de sexualidad, y sobre todo de libertad, porque si gritamos todas, gritamos con todxs.

Post 8 de marzo

Pasaron un par de semanas desde que escribí la primera parte de este texto, y después de vivir la marcha del 8 de marzo pude encontrar un enfoque más claro para entender la interseccionalidad de un movimiento tan grande, porque una de las ventajas que las minorías hemos encontrado en las redes sociales, es también una de las desventajas sociales más grandes, y es creer que el círculo que construímos dentro de ellas es el único y absoluto, más aún en la pandemia, donde nos vimos en la necesidad de socializar a través de una aplicación y estas solo nos recomiendan personas con los mismos gustos, que desde mi perspectiva, ha sido de mucha ayuda para sentirse incluidx en una sociedad conservadora, sin embargo, en el feminismo (y sociedad) ha sido una piedra en el camino, porque hemos ignorado muchas de las realidades por concentrarnos en la nuestra y la de nuestro pequeño círculo.

Por esto, ir a la marcha era una situación que generó muchas expectativas acerca de las divisiones y de las marcadas diferencias entre todas, aunque en realidad sí se podía ver esto, no eran divisiones que generan exclusión, eran divisiones que marcaban que cada lucha era válida y que en una sola causa podían militar muchas protestas y muchas personas de diferentes realidades. En mi caso decidí no ir en un contingente para no encasillarme en seguir un camino, sin embargo, muy dentro de mi ser también era porque no sabía a qué contingente pertenecía, al de las personas lgbt, al de las mujeres gordas o al de mi carrera Universitaria, toda esa situación fue la que me resaltó lo amplio del movimiento, no iba sola iba con amigas que probablemente sentían la misma incertidumbre sobre a qué contingente pertenecían, cada una con diferente personalidad, con diferente experiencia y realidad que las hacía encajar en alguna parte distinta del movimiento.

Marchar solas sin encasillarse en algún lado fue una forma de vivir el movimiento muy ideal para mí perspectiva, porque considero que de haber ido en un contingente no pude haberme dado cuenta de toda la diversidad de personas que marchaban a mis alrededores, desde compañeras de universidad, hasta señoras de otras entidades buscando a sus hijas, era una ola de personas caminando en su propia realidad,  y si ni siquiera ahí, en una sola avenida, en un solo movimiento, podríamos generalizar a cada mujer que iba marchando, es prácticamente imposible hacerlo en la sociedad.

Tal vez suena redundante la palabra diferente pero buscando dentro de mí cómo describir todo lo que vi todo  lo que sentí solo brincaba esa palabra y creo que fue la más adecuada por que Roxane Gay describió muy bien esto en su libro “confesiones de una mala feminista” donde dijo y cito “Puede que las matemáticas sean sencillas pero las complejidades raciales y culturales a menudo son irreductibles” y creo que no hay mejor frase para entender, que adaptándolo un poco a mi interpretación sobre el movimiento social que es el feminismo, somos una cantidad incontable de mujeres exigiendo sus derechos, pero, también somos una cantidad incontable de mujeres diferentes, con diferentes experiencias, con diferentes realidades, con diferentes características que nos hacen tener una perspectiva muy distinta de cómo vivimos cada paso de este y reducirlnos a un espacio es tan impractico que genera miedos a ser diferentes.

Aunque parece que en realidad la perspectiva no cambia mucho, tengo que decir que vivir el 8m, sí me reafirmó que somos diferentes y que el movimiento necesita interseccionalidad, pero también me mostró que la interseccionalidad no es tan difícil ni rebuscada de ver, no ignoro que haya militantes del movimiento que todavía no estén abiertas a entender todas estas diferencias, porque sí también vi carteles y pintas que reprimían a otra parte de nuestro sector, pero eran mínimas comparada con todas las voces que  se hacían más fuerte la una a la otra y que sin ser iguales ahí estábamos luchando y resistiendo, porque cada día es uno más cerca de encontrar lo bonito en nuestras diferencias y el punto de unión entre nuestras distintas vivencias. El poder gritar que era una mujer gorda y lesbiana caminando por mi revolución, por mi existencia como protesta se sintió tan bien, fui rodeada de personas que estaban marchando porque su existir también era protesta, porque el Punk estaba en ser trans, porque la rebeldia estaba en ser una mujer de ciencia, o simplempente porque la revolución sera con todas o no sera.

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