Edit Content
Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creativdad.
Credito: Vale Gutiérrez Rodríguez / ENP Plantel 7
Picture of Andrés Arispe Oliver

Andrés Arispe Oliver

Facultad de Filosofía y Letras

Mi nombre es Andrés, soy estudiante de literatura hispánica. Toda mi vida en general, me han gustado las historias, por eso escribir se ha vuelto algo inherente en mí que me ha ayudado a ponerle nombre a mis pensamientos. Además, también disfruto los videojuegos, cómics, mangas y aunque tengo mis favoritos, siempre me gusta descubrir nuevas cosas.

Los tolerantes

Número 13 / ABRIL - JUNIO 2024

Qué terrible paradoja fue haber tolerado al intolerante

Picture of Andrés Arispe Oliver

Andrés Arispe Oliver

Facultad de Filosofía y Letras

La ciudad por la noche se ve hermosa desde arriba. Si no hubiera nacido aquí, si no fuera adicto a su caos y a su estrés, podría asegurar que es un lugar tranquilo. Quisiera ser inocente, pero sé que las luces en el horizonte, eclipsando las estrellas, rodeando y colmando los pequeños edificios, solo esconden el verdadero cáncer del mundo. Los humanos: estúpidos, ciegos y corruptos seres. Parecen hormigas incapaces de ver lo que tienen delante, creyéndose especiales cuando son manipulables, escondiendo y fingiendo que no poseen la pútrida naturaleza que todos guardamos en el abismo de nuestro oscuro interior. Pero es verdad que la ciudad se ve hermosa y aun así a mí me parece verla en llamas, agonizando y al borde del colapso total. Mientras tanto, aquí estoy, mirando hacia abajo como si fuera un dios, sintiendo cómo la culpa me devora, igual que el fuego y la muerte, cada centímetro de mí.

Recuerdo cómo comenzó, aunque me parece difícil creer que aquel hombre alguna vez fui yo. En ese entonces, el destino, o quizá fue la suerte, me había orillado a desempeñarme como un mercenario de las letras, un escritor fantasma. En aquellos días yo ansiaba un cambio. Estaba aburrido, hastiado de tener que escribir la tesis como un estudiante deshonesto, para mí eso del reconocimiento era sólo un cuento x, una aspiración a la que renuncié cuando comencé a recorrer mi verdadero camino. Por eso los múltiples ceros a la derecha, estampados con tinta negra sobre el contrato, fueron suficientes para que yo aceptara este trabajo.

Sobre mi patrón, él no era un extraño, lo había visto antes. Su rostro, junto al de su adversario, decoraba en llamativos carteles cada muro de la ciudad y su diplomática sonrisa ocupaba varios minutos en los comerciales de la televisión. Era famoso por sus escandalosas ideas que se propagaban por todos los medios con una alarmante velocidad. Él sobre todas las cosas, era profundamente intolerante. No era un secreto, sus opositores lo sabían y sus seguidores lo amaban por ello. Tenía todo tipo de conflictivas opiniones sobre quienes eran los culpables de los malestares de la ciudad, sobre el papel del hombre y la mujer, sobre el matrimonio, el aborto, la correcta moral y la ética deseable. Allí entraba yo, mi trabajo era escribirle discursos que hicieran pasar sus inaceptables ideas, no solo por aceptables, sino también por lógicas y necesarias.

Al inicio esta labor me pareció una tarea imposible, pues cómo era posible defender lo indefendible. Por desgracia, encontré una solución. En una jugada maravillosa e irónica, escribí sus discursos acusando a la oposición de intolerante. Escribí que sus ideas eran tan válidas como las de cualquiera, incluso si eran discursos de odio. Escribí que sus opiniones deberían ser escuchadas, aunque provocaran genocidios. Escribí sobre la libertad de expresión, sin importar que esta hiciera pedazos hasta el más básico del derecho humano. Así, el destino me dio mi merecido castigo, pues fui yo quien, como titiritero, jalaba con hilos invisibles la comisura de sus labios, haciéndolo vomitar su veneno en las venas de esta ciudad. La gente escuchó lo que escribí de los contundentes gritos que salían de su boca, y los convencí. 

Pronto no quedó nadie que pudiera decirle intolerante sin parecer un hipócrita. Al final, con una aterradora tolerancia y una arrolladora diferencia, él fue electo por voto popular. Cuando terminó la campaña electoral no pude librarme. En lugar de eso me dio un aumento y me contrató para seguir escribiendo, para seguir engañando. Desde entonces ya no escribo autobiografías, ni tesis, ni tampoco cuentos. Ahora escribo una nueva narrativa, una tétrica realidad, donde la muerte, el genocidio, el robo y la corrupción están permitidos.

La ciudad me mira agonizante desde abajo. Ojalá no los hubiera convencido, ojalá hubieran sido tan intolerantes como él es con los demás. Qué terrible paradoja fue haber tolerado al intolerante. Ahora ya es tarde, ya sólo quedan cenizas.