Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Oriente
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A lo largo de mi vida escolar he conocido diversas técnicas de enseñanza y aprendizaje, variadas y cada una con alguna particularidad que las vuelve efectivas. Una de las dinámicas que más me ha llamado la atención fueron las sesiones de psicodanza que se llevaron a cabo durante mis clases con la profesora María Rosa Loa Zavala, quien me impartió la materia de “Temas selectos de filosofía” en el CCH Oriente y con quien tuve la oportunidad de platicar más a fondo sobre este tema extracurricular. Lo que resulta muy interesante es cómo el baile y la enseñanza pueden complementarse para formar parte del crecimiento emocional y mental de los estudiantes.
La psicodanza es un tipo de terapia que se realiza de forma grupal, a través de la cual se busca crear una catarsis en la que los individuos conecten de manera colectiva y desde lo personal, y así exploren sus emociones a través del baile y la expresión corporal. Esto se consigue al seguir a una persona guía; cabe decir que todos tenemos nuestras propias muletillas físicas y emocionales, por lo que seguir los pasos de alguien más nos permite liberarnos de dichas muletillas.
Algo muy importante en la psicodanza es el desahogo, liberar las emociones y “dejarlas ir” por medio de las expresiones que acompañan a la danza. Las sesiones pueden ser muy variadas dependiendo de las necesidades de quienes las lleven a cabo. En este caso (el mío), el grupo estaba conformado por estudiantes, por lo que la sesión se enfocó en las emociones y necesidades que tenemos en común como ceceacheros.
La profesora María Rosa realizó estas sesiones con el propósito de conectar al grupo y liberar el estrés y la tensión que vienen con el final de semestre y que muchas veces puede ser abrumador. En esta dinámica se utilizaron movimientos y expresiones de liberación y desahogo o queja, basándose en las necesidades del grupo, lo que ella buscaba con este ejercicio era crear una catarsis en la que el grupo se conecte por medio de las emociones en común pero también de forma individual; conectar con nuestras propias problemáticas para liberar los sentimientos que había con respecto a una experiencia específica. Ella utilizó la psicodanza como una herramienta para conectar al grupo por medio de los sentimientos en común y, a su vez, que cada quien logre soltar sus propias emociones y presiones.
Para poder planear las sesiones de psicodanza con el grupo fue necesario construir primero un espacio seguro y una relación de confianza con los estudiantes. A través de la observación, se fueron identificando las necesidades de los estudiantes del grupo para saber cuál iba a ser el propósito de la sesión y hacia dónde iría dirigida, dicha observación no solo fue dirigida hacia los estudiantes, sino también hacia su propia profesora de psicodanza. Uno de los mayores retos para poder realizar esta dinámica fue la inhibición de los estudiantes, ya que como adolescentes muchas veces nos resulta difícil expresarnos en público y el sentimiento de estar expuestos nos puede limitar para entrar de lleno en la actividad, aún así muchos lograron liberarse de esas limitantes y aprovecharon ese espacio para expresarse y sentir.
Esta práctica ha tenido una fuerte influencia en la vida de la profesora, ya que ella retomó la psicodanza después de la pandemia durante un momento de su vida en el que estaba bajo mucha presión por la dinámica laboral y se dio cuenta de que necesitaba dedicarle más tiempo a su vida y a ella misma. En este proceso la psicodanza fue un elemento que la ayudó a liberarse de muchas exigencias del deber ser y los roles que le eran impartidos, permitiéndole sentirse como ella misma fuera de su papel en la vida de los demás. Gracias a esta experiencia decidió compartir sus conocimientos con sus alumnos, brindándoles un espacio de esparcimiento y liberación en el que pudieran desinhibirse, ya que al estar en un grupo puede resultar menos intimidante expresar nuestras emociones por medio del baile.
La psicodanza es una práctica que ayuda a conectar con los demás y con nosotros mismos en un nivel importante, a través de éste podemos alcanzar una catarsis y una liberación de emociones. Esta práctica es universal y accesible para cualquiera, y existen técnicas que pueden ir enfocadas a las diferentes necesidades de las personas y que nos pueden ayudar es un espacio en el que podemos explorar, ser libres y expresarnos de manera no verbal sobre lo que sentimos y vivimos. Utilizar esta práctica como recurso para la enseñanza puede ser muy eficiente debido a que los estudiantes atravesamos muchas emociones y nos encontramos constantemente bajo presión, por lo que tener espacios para liberar esa presión no ayuda a mantenernos enfocados y relajados, además de gestionar nuestras emociones de una forma saludable y con un acompañamiento adecuado y seguro.
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