Música, aquella perceptible por parte de mis oídos pero que es tan mágica que la siento en mi corazón, en mi alma. Se subestima su impacto, y es que una canción te transporta a muchos lugares, tiempos, personas, te lleva a tus recuerdos. 

Hoy tengo 20, pero cuando escucho “The less I know the better” de Tame Impala tengo 16 años y voy camino a CCH Vallejo, recuerdo los colores, ese inmenso cielo azul con esas nubes esponjosas que me dan calma, esa inocencia mía que deseaba la eternidad para ese sentimiento. Pero, así como hay canciones que me transportan a lo que fue y que me despiertan el anhelo de volver, hay otras que me hacen ser consciente que, tal como lo dijo Zoé en “Karmadame”, debo dejar de esperar porque el tiempo no va a regresar. 

La música me lleva a recordar el amor que encontré entre sus pupilas dilatadas, a la amistad entre carcajadas. Es tan poderosa que incluso hay canciones que no me atrevo a escuchar porque son capaces de llevarme a la tristeza de ciertas noches y al luto por aquellas mañanas. 

Hay otros géneros que no me traen recuerdos, simplemente son tan alegres y con ritmo que me transmiten mucha alegría además de inmensas ganas de bailar, que me mostraron una parte de mí que no conocía, esa sensación que recorre mi cuerpo y me produce un cosquilleo en los pies: la salsa el merengue y la cumbia, géneros que no creí disfrutar pero que genuinamente lo hago, la plena razón de esperar una fiesta o únicamente un sábado ya que son canciones que los fines de semana se escuchan a lo lejos. 

Por otro lado existen diversas bandas que formaron mi personalidad e influyeron a grandes rasgos en mi estilo de ropa, me hacen sentir cómoda así como auténtica y con el paso de los años me hacen sentir identificada, por un lado The Neighbourhood en “Alleyways” haciéndome pensar en las pocas ganas que tengo por avanzar en la vida adulta y por el otro, Måneskin pidiéndome en “VENT’ANNI” que siga adelante… Sea del modo que sea, me ayudan a afrontar el hoy aceptando el ayer. 

La música es sentimientos pero también es fuerza, un medio de expresión, un medio de lucha y resistencia. 

La playlist que hice para mi primera marcha del 8M me ha acompañado en cada momento de preparación para mis demás marchas, para mis proyectos de género, para mis escritos. Voces como la de Vivir Quintanilla, Silvana Estrada y Julieta Venegas me inspiran a plasmar sus letras en mis carteles, las siento y siento cómo tratan de hacer llegar sus mensajes de lucha a través de música, siento cómo nos unimos bajo un mismo objetivo. “… El alma obrera de mi ciudad, gente que siempre está trabajando y su descanso lo ocupa pa’ soñar” cada día, cada mañana en mi transcurso desde el Estado de México hasta la Ciudad de México observo a todos y todas las trabajadoras, a los y las estudiantes que para progresar vivimos gran parte del tiempo en transporte público, veo a todas las personas que no tienen los recursos para vivir cerca del trabajo o para transportarse de forma más cómoda por otro medios, pienso en que al final, todos nos movemos con la fantasía de salir adelante, de apoyar a nuestras familias, para que este deseo sea aprovechado por grandes empresas y altos mandos que creen que con $6,000 al mes es suficiente, para terminar siendo explotados y vulnerados en todos los aspectos existentes con grandes jornadas laborales y tratos inhumanos. 

“Latinoamérica” de Calle 13 me lleva a pensar en mis ancestros, en la naturaleza de mi familia proveniente de una comunidad Mazahua, en las injusticias y el despojo que vivieron. Siento el sol, la lluvia, la cercanía de las estrellas al pueblo de mi familia. Pienso en mi papá dejando la escuela para poder ayudar a su familia, la necesidad de ir lejos de su casa en busca de mejores oportunidades, en su infancia dolorosa y amarga, en sus sueños de niño y en aquellas galletas en compañía de su hermano que le daban un poco de alegría. 

“Hoy vuelvo a creer en un futuro que no sea tan cruel, y poder dejar a nuestros hijos un mundo de paz”, “La canción de los deseos” del Mago de Oz le pertenece a mi mamá, le tocó ser la oveja negra de la familia, todo con tal de luchar para que aquello que ella no tuvo pudiera ser nuestro, aquella mujer que sembró la semilla de la rebeldía en más de una niña, aquella que tomó su sufrimiento y tristezas para volverlo revolución. Hay una adolescente que se atrevió a ir más allá de lo que nos pudimos cuestionar, empezó a hablar de especismo, veganismo y cuidado del miedo ambiental porque “el hombre nunca fue dueño de Gaia”, aquella pequeña gran existencia que inspira a luchar no sólo por la raza humana, sino por la vida de forma general, la única que decidió sobrepasar límites humanos egoístas. 

La música soy yo y mi lucha, pero también es las personas que amo y sus luchas, son mis sentimientos y causas, es por lo que peleo pero también por lo que sufro, es la tristeza pero también el coraje; cada uno de estos sentimientos se vuelven una canción y yo soy una playlist, indispensable para hacerme quien soy, no deben de ser necesariamente de un mismo artista o de un mismo género musical y eso es lo que precisamente lo vuelve especial, lo que vuelve todo interseccional. La música soy yo y todo lo que me hace ser yo, una gran variedad de vivires y sentires.