Durante toda la vida nos encontraremos con distintas definiciones de cuál y cómo es un camino espiritual, muchos te asegurarán que el suyo es el verdadero, pero, ¿existe realmente un único camino para todos? ¿Dicho camino ya está trazado y nosotros tan sólo lo recorremos? Algunas personas siguen ciegamente ciertos dogmas sin cuestionarse el porqué, pero considero importante analizar este concepto desde el punto de vista en el que, si bien está conformado por los mismos elementos, cada ser humano forja un camino propio.

Confundimos muchas veces la espiritualidad con la religión, sin embargo, se puede ser una persona profundamente religiosa y no ser nada espiritual. La religión puede ser un medio para encontrar un camino espiritual, pero no es un fin, porque la espiritualidad va mucha más allá de qué es en lo que crees o no, qué mitología te parece la más adecuada o con qué dogmas te identificas más, ya sea porque los aprendiste, los elegiste luego de mucho buscar o te los inculcaron a muy temprana edad. En cambio, la espiritualidad es conexión con quienes nos rodean y con nosotros mismos. Ésta se predica con ejemplo, con acciones y no con palabras; el ayudar al prójimo, a tus seres queridos y, en especial, a ti mismo: conocerte, valorarte, entender tus virtudes y defectos, trabajar en aquello que más te cuesta de tu persona y no quedarse en la justificación de un “soy así”, y conseguir ser una persona fuerte para ayudar a quien lo necesite. Para ello, es esencial la empatía. Es uno de los principales factores que ayudan a tener una conexión espiritual: aprender a no juzgar, a entender y a enseñar, a usar tus talentos para ayudar a aquellos que te rodean. A lo largo de nuestra vida, las personas que nos rodean tienen la capacidad de enseñarnos algo. A veces caemos en la soberbia de que ciertas personas no aportan nada a nuestro aprendizaje y crecimiento, pero si lo tomas todo desde la empatía, siempre aprenderás de cada ser que te rodea, es cuestión de prestar atención.

La empatía nace del amor, por lo que el amor es una parte fundamental del camino de cada ser humano. El amor es el motor más poderoso que existe: realizar cualquier actividad, cualquier pensamiento, cualquier acción desde el amor, te lleva a recorrer caminos de abundancia, felicidad, alegría y satisfacción. Por supuesto que todo tipo de amor aporta, pero el amor hacia tu persona es vital porque, ¿cómo puedes dar algo que no tienes? Es quizás el amor más importante que existe y, a su vez, el más difícil de sentir, de obtener y de trabajar, pero una vez que empiezas a amarte, la vida cada día se vuelve un poco más llevadera. Los actos de amor propio son fundamentales para generar esa conciencia espiritual, mental y corporal, obtener una especie de equilibrio en la vida, ser empático contigo mismo. Por otro lado, el llevar a tu cuerpo a su mejor versión es un gran acto de amor hacia ti mismo y hacia tus capacidades motrices y mentales; te da salud, te da vida. Al realizar actividades físicas y que estimulen tu mente desde el amor, aceptándote y trabajando en ti, los resultados que obtengas te acompañarán por el resto de tu vida.

La vida es corta y mantener un equilibrio entre tu cuerpo, tu mente y tu alma es un trabajo constante. Es ser consistente con lo que haces, que puede resultar difícil y duro, pero que cada día se torna un poco más fácil. Al final del día, este equilibrio representa la senda espiritual. Es importante entender que el crecimiento espiritual no es lineal ni exponencial, vive en el espacio discreto: tienes sus saltos, sus huecos y sus picos, pero siempre va hacia adelante, es decir, una vez que adquieres la conciencia de lo que conforma tu camino nunca retrocedes, porque nunca partes del mismo punto, avanzas siempre, aunque sea poco a poco.

Así pues, no considero que exista un único camino espiritual que seguir, pero sí que éste debe estar conformado por elementos como el amor, el amor propio y la empatía. Es con estos tres componentes que se va construyendo un equilibrio mental, corporal y espiritual, y es este equilibrio lo que yo consideraría es parte de “el” camino que debe seguirse; éste es un recorrido que cada ser debe de transitar por sí mismo, es único e irrepetible para cada uno y diferente para todos, ya que cada circunstancia que vivimos, cada decisión y cada acción que tomamos forja esta senda. Más que recorrer un camino, se construye un camino.