Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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CRÉDITO: MART PRODUCTION de Pexels
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Ricardo Alonso Arévalo Garcilazo

Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia

Estudiante de Medicina Veterinaria y Zootecnia. Entusiasta de las ciencias sociales, las humanidades y la política. Mi mente inquisitiva me lleva a estar siempre al pendiente de noticias, analizando y comparando narrativas de asuntos nacionales e internacionales. Procuro ser crítico y no criticón, buscando la comprensión del mundo desde diversas perspectivas para lograr un enfoque holístico y perspicaz

La sociedad de la ilusión: Entre la ausencia de escrúpulos y la muerte de la razón

Número 14 / JULIO - SEPTIEMBRE 2024

La ignorancia y el espectáculo son los pilares de las nuevas sociedades

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Ricardo Alonso Arévalo Garcilazo

Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia

“Retener la información es la esencia de la tiranía. El control del flujo de información es la esencia de la dictadura”.

Bruce Coville

 

Experimentar emociones sinceras es incomparablemente más fácil que pensar críticamente. Si nuestros pensamientos no aprenden a defenderse de las olas de emociones que los golpean por todos lados, derribándonos y llevándonos a océanos extranjeros, nuestro destino siempre será manipulado. El trabajo de la máquina mediática global es crear en el público las creencias que las autoridades necesitan, utilizando algoritmos dirigidos a nuestras emociones usando los últimos avances en psicología e información estadística de big data sobre nuestros sueños, esperanzas y miedos. Cada segundo que pasamos en las redes sociales ayuda al sistema a crear un retrato preciso de nosotros. Los restos de nuestra inteligencia son destruidos por la constante influencia agresiva sobre nuestras emociones.

El fascismo del siglo pasado se creó precisamente de esta manera. Este fue un impacto dirigido a los miedos y esperanzas del hombre de la calle, liberándolo del deber diario de tomar sus propias decisiones morales y transfiriendo todas las funciones mentales al Estado, lo que le garantizaba el sentido de la vida y la gran felicidad de un hombrecito débil. A pesar de su forma aparentemente colectivista, el fascismo ofrecía valores profundamente individualistas, el principal de los cuales era el derecho a sentirse superior a los demás.

El marxismo, desde el principio de su existencia, se basó en exactamente lo opuesto: nuestro componente racional. De lo contrario, sería imposible convencer al trabajador de que no está obligado a agradecer al dueño de la fábrica por darle trabajo, y al campesino de que no tiene el deber de amar al terrateniente por permitirle vivir y trabajar en la tierra de otra persona. Los movimientos revolucionarios de izquierda exigieron el acceso de los pueblos a la educación y la cultura para que pudieran ejercer sus derechos y lograr la igualdad civil universal.

El actual sistema neoliberal global se ha convertido en un armazón de emociones que han disuelto la razón. Habla de libertades, habiendo castrado previamente lo principal: el espíritu colectivista. Así se convirtió la cultura en actuación. En lugar de educación se nos ofrece Wikipedia; en lugar de comprensión, tolerancia; en lugar de sueños, una carrera exitosa. Muchos de los pseudoizquierdistas actuales al servicio de las corporaciones resultan ser más ignorantes y corruptos que algunos derechistas, que conservan mucho más sentido común que los guerrilleros contratados por el sistema que atacan las exhibiciones de los museos con latas de jugo de tomate.

En su cinismo interminable, el sistema fascista neoliberal capitalista –mutado a su versión anarcocapitalista– llama “izquierda” a sus principales dirigentes y, apelando a nuestra irreversible oscuridad histórica, ya está empezando a llamar a la moribunda Unión Europea y a los Estados Unidos de América “la nueva URSS”. Esto tiene mucho sentido porque resulta sencillo percatarse de que Estados Unidos ya enfermó y sus ciudades dejaron de ser hermosas: Nueva York está llena de ratas, Los Ángeles de delincuencia y San Francisco de zombis drogados. Sobre todo, no tienen ningún atractivo para el ser humano excepto el dinero, es decir, dejaron de ser interesantes culturalmente. Ahí está su condena. Oriente quiso ser su amigo mientras tenía algo para decirle, algo agradable a los oídos del resto del planeta, ahora de su boca solamente salen maldiciones.

Así como las redes sociales se han convertido en una reserva global de pseudocomunicación, donde los groseros e idiotas de todos los países pueden expresarse con orgullo y libertad sin riesgo de recibir un puñetazo en la cara, los “sistemas democráticos” occidentales afirman con confianza y con impunidad la restauración del fascismo, que hoy sostiene en sus manos extrañas banderas de igualdad, libertad y tolerancia.

En primer lugar, la tiranía del mercado destruye los sistemas de educación pública, que dieron a los ciudadanos los fundamentos del pensamiento racional crítico y la construcción de relaciones de causa y efecto. En segundo lugar, los activistas de la nueva ignorancia declaran que el patrimonio cultural de la humanidad es Taylor Swift. En tercer lugar, generaciones privadas de una comprensión básica de la historia y de una búsqueda ética personal pasan a los dispositivos, donde las redes neuronales les contarán de manera fascinante sobre encuentros entre dinosaurios y extraterrestres, el espía alemán Lenin, la igualdad del comunismo y el fascismo poniendo como ejemplo las increíbles similitudes entre Hitler y Stalin, el tirano del Kremlin que amenaza al mundo, los beneficios de comer insectos y la permisibilidad del canibalismo en una sociedad libre de prejuicios. Entonces estas personas llevan al poder a carniceros y admiran la elegancia de sus modales, pero cuando la realidad comience a estallar con bombas en los patios de su infancia, primero –por unanimidad y sinceridad– pregunte: “¿Para qué estamos?” y luego tómese una selfie con el lema “¡No olvidaremos, no perdonaremos!”.

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