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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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CRÉDITO: Superman and the mole men (1951) | Wikimedia
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Ricardo Alonso Arévalo Garcilazo

Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia

Estudiante de medicina veterinaria y zootecnia. Entusiasta de las ciencias sociales y las humanidades.

Epifanías adoctrinantes: excogitando curiosidades del imperialismo estadounidense

Número 11 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2023

Los cómics son otra forma de propaganda de contenidos políticos, ideológicos y religiosos

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Ricardo Alonso Arévalo Garcilazo

Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia

La propaganda es para la democracia lo que el

mazo para un estado totalitario – Noam Chomsky

 

De niños nunca dudamos de la veracidad de la historia contada, del planeta que estallaba y de los padres amorosos que mandaban en un cohete a su bebé al otro confín de la galaxia, donde un sol amarillo le dotaría de superpoderes (algo que no podía darles el sol rojo al amanecer y al atardecer de su Kriptón natal). Como éramos de pueblo y, entonces, la astrofísica estaba más lejos de nuestros lares que la Tierra de Kriptón, costaba ser suspicaces ante aquellas fantásticas narraciones. Las dudas llegaron con la edad, acompañadas de manías y desvaríos que emanan del golpe de realidad.

¿Por qué Supermán llegó de tan lejos y los otros súperes tayacanes no? Batman era un terrícola ricachón, pero terrícola. Tarzán de los monos había nacido superdotado, pues podía hablar con los animales de África -ignoramos si hubiese entendido a los de Centroamérica o de la Amazonia, porque pues por ahí no llegó-, algo que no habían podido hacer los africanos en decenas de miles de años, como comentó en una entrevista nuestro admirado Cassius Clay, luego llamado Mohamed Ali. Otros eran productos de experimentos o de rayos alfa, beta y gamma, pero todos terrícolas.

Buscando respuestas caí en el detalle de que, por muy superhéroe que fuera, Superman no dejaba de ser un inmigrante en EUA, como los más de 90 millones de los que llegaron en los siglos XIX y XX, algunos de los cuales se convirtieron en superricos y crearon buena parte de los mayores conglomerados de riqueza del mundo y que contribuirían, como pocos, a crear el mito de EUA como “el nuevo Israel”; es decir, el pueblo elegido de Dios. Cornelius Vanderbilt, el primero de ellos, descendía de emigrantes holandeses e ingleses; J. P. Morgan -sí, el del banco-, había nacido en Londres; Henry Ford procedía de inmigrantes angloirlandeses; Andrew Carnegie era escocés; Rockefeller venía de emigrantes alemanes e ingleses, etcétera…

Superman nació en 1933, de la mano de un gringo y un canadiense. Esto es, en el apogeo de los grandes magnates, que, dicho sea de paso, eran conocidos como los “barones ladrones”. Si todos estos barones supermillonarios procedían de fuera, era casi inevitable que un superhombre también llegara de fuera. El punto de éxito del personaje fue dotarlo de superpoderes derivados del sol amarillo, de forma que, por su origen celestial, fuera impoluto e inmaculado. De alguna forma indirecta es un alter ego de Jesús y, más lejos, de Moisés, el primer superhéroe bíblico. Moisés era un adoptado, como Jesús lo fue para José, que es pater putatibus (P.P., se abreviaba en latín, de ahí que a los José los llamen Pepe). Moisés hace chuladas ante el faraón; Jesús milagros y Superman de todo. Moisés es judío, no egipcio -aunque algunos estudios históricos nos dicen que Moisés era egipcio, seguidor de Akenatón, faraón fundador del monoteísmo-. Jesús es judío formal, de oficio carpintero, pero, en realidad, su personalidad secreta es ser hijo de Dios, lo que no era cualquier cosa. Superman es hijo de Kriptón y, de diario, un tímido periodista.

EUA ha sido una sociedad adoradora del becerro de oro, único dios en el que esa sociedad hiper-religiosa cree. Todas las sociedades son, de una forma u otra, religiosas, pero hay niveles y niveles. Entre los talibanes afganos y los musulmanes de Egipto o Túnez no hay un mundo, sino una galaxia. En las sociedades europeas, masivamente cristianas, el número de ateos y agnósticos ha alcanzado niveles récord. Las organizaciones políticas son laicas, generalmente. En EUA eso es imposible de imaginar, un político que se declare ateo o no creyente es un político muerto. Pueden ser corruptos, ladrones, genocidas, torturadores o sádicos, pero no ateos y, menos aún, infieles a sus esposas. Richard Nixon fue defenestrado por mandar a espiar a los demócratas, no por el genocidio en Vietnam. Una felación a Bill Clinton provocó un bombardeo contra Sudán, para desviar la atención del público del escándalo del señor presidente.

La religiosidad gringa viene de sus raíces: cuando Inglaterra se separó de la iglesia católica, la corona impuso el anglicanismo al pueblo, persiguiendo a quienes rehusaban convertirse. De ahí que se diera una emigración religiosa hacia el futuro EUA, fundando los colonos puritanos la colonia de Massachusetts; colonos católicos fundaron la de Maryland (tierra de María) y los cuáqueros, Pensilvania. Estarán ahítos, mis queridos lectores, de ver películas del oeste con predicadores de protagonistas o secundarios, poniendo la marca religiosa en los nuevos asentamientos. De ejemplo, la magnífica película El jinete pálido, de Clint Eastwood (1985) donde un predicador salva a un asentamiento de indefensos colonos de una banda de malvados. ¿Agarran el nudo gordiano?: héroe generoso religioso defiende débiles de malotes muy malos.

Les dejo otro dato, más que relevante, de la mezcla, menjurje, entre religión y poder en la superpotencia del siglo XX. J. Edgar Hoover fue fundador y director del famoso FBI entre 1924 y 1972. El profesor de Stanford Lerone Martin, detalla en un libro de reciente aparición –The Gospel of J. Edgar Hoover: How the FBI Aided and Abetted the Rise of White Christian Nationalism-, cómo Hoover dio forma a la creencia de que EUA es una nación cristiana. Hoover -plantea- fue quizás el líder cristiano más influyente en EUA durante su mandato, promoviendo un evangelio de EUA como una nación cristiana y etiquetando a cualquiera que amenazara el poder de los cristianos blancos como comunistas y una amenaza a la voluntad de Dios. Dijo Martin: “Hoover vio su política como nada más que una extensión de su fe, y debido a que EUA es una nación cristiana, el FBI está encargado de defender y perpetuar ese ideal”.

También veamos la afición enfermiza de EUA por las sanciones a países que, además de inútiles, rara vez logran sus objetivos (veamos, sin ir más lejos, el efecto contrario que han tenido en Irán y Rusia), no obstante, EUA y sus vasallos europeos -por ósmosis de estupidez, que eso se pega más rápido que el COVID- persisten en ellas. Las sanciones tienen un profundo fondo religioso. El término ‘sanción’ viene del latín sanctio, sanctionis, que, en derecho romano, era ley o decreto. Sanctio, a su vez, proviene del verbo sancio, sancire, que significa santificar o consagrar algo. De ahí derivan verbos y palabras como sagrado, consagrar, sacro, sacramento, sacristán. EUA castiga con las sanciones como Dios castiga a los pecadores: “Si después de esto ustedes no me obedecen y continúan oponiéndose a mí, entonces yo me opondré a ustedes con ira. Yo mismo los castigaré siete veces por su pecado. La hambruna será tan grande que ustedes tendrán que comerse a sus propios hijos e hijas. Destruiré sus santuarios sobre las colinas, derribaré sus altares de incienso, pondré los cuerpos sin vida de ustedes sobre los cuerpos sin vida de sus ídolos y les mostraré mi odio” (Levítico 26:27-30). Los bloqueos al Iraq de Sadam, Cuba o, en el presente, contra Níger, buscaban -y buscan- matar a los pueblos de hambre y enfermedades, castigos por desobedecer al Dios vengativo y feroz que anega el antiguo testamento.

¿A dónde quiero llegar? Los gringos se consideran a sí mismos un pueblo excepcional. El excepcionalismo estadounidense, que dice que son distintos y superiores a los demás pueblos, se resume en Superman y su pléyade de vengadores. La clase dominante gringa, masivamente evangélica y judía, cree que ellos, los gringos, han sido designados por la divinidad para gobernar el mundo. Por eso mismo se guían principalmente por el antiguo testamento y, claro, por la conducta del Dios vengador, cruel e implacable que domina ese viejo libro. Por eso no entienden de piedad, negociación o conciliación, sólo de fuerza pura y dura, y de venganza. La URSS y la guerra fría son historia, pero el castigo a Cuba debe mantenerse como venganza. No habrá perdón a Cuba hasta que se arrodille y pida perdón por haber desobedecido a Yahvé Dios/EUA. Por ese mismo sustrato ideológico-religioso no habrá paz en Ucrania hasta que se entienda inevitable la victoria rusa, y por ese mismo sustrato habrá conflicto con China.

Y para cerrar vamos con otra curiosidad: Argentina nos regaló a Mafalda, la niña más encantadora del mundo; Chile, al insoportable Condorito; Francia, a Asterix y Obelix; España, a Mortadelo y Filemón; Bélgica, a Tintín… EUA nos ha dejado un universo de superhéroes, hoy reunidos y aumentados en Marvel y DC Comics. Un súper-país; un nuevo pueblo elegido que debe producir personajes que reflejen su psicología, su ideología, sus convicciones infinitas de que son lo mejor de la humanidad y de que representan la voluntad de Dios. Un dios que quiere que el mundo se postre a sus pies. La OTAN quiere lo mismo y por eso se extiende a Asia-Pacífico. ¡No habrá espacio del planeta que escape de la mano justiciera de los vengadores! En fin…

 

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