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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Zoe Mariana López Palma / Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Oriente
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Ángela Guadalupe Jiménez Soto

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 6

Hija única, apasionada de las historias interesantes, la escritura y la natación. Disfruto también las charlas durante las caminatas largas con mis amigos, escribir mensajes de texto excesivamente largos, decorar mi cuarto con dibujos de mi autoría y escuchar bandas de chicas enojadas con instrumentos de garage.

Homocore, riot grrrl y queer-feminist punk

Número 10 / JULIO - SEPTIEMBRE 2023

Resistencia e identidad en una cultura patriarcal, homofóbica y capitalista

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Ángela Guadalupe Jiménez Soto

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 6

Me enamoré del punk cuando tenía alrededor de 11 años, cerca del 2018. Me había ganado unos audífonos en un concurso escolar y mi madre finalmente me permitió usar su cuenta de YouTube, que resultó ser la máquina del tiempo perfecta para regresar en el tiempo a las tocadas de The Clash, The Ramones y The Sex Pistols.

El punk era muy diferente al pop y al reggaetón que circundaba en las calles: ruidos fuertes, rápidos y constantes que no temían hacerse notar; vocalistas que desgarraban el aire con sus voces; álbumes conceptuales que daban mensajes de protesta, pero también sentido de pertenencia, un modo de ser; ropa negra agujerada, piercings y peinados alocados con los que celebraban sus diferencias e identidad; y un buen guitarrazo seguido de un sonido distorsionado al final de cada canción que vociferaba anarquía. Era resistencia, anarquía, identidad, libertad y anti-autoritarismo.

El punk surgió como una protesta frente a la cultura dominante que dictaba cómo se debía pensar y actuar, pero también como una forma de comunicar más estridente, marcando una clara diferencia con la música hippie de la post-guerra que buscaba darse a escuchar de una manera más sutil y armoniosa para que sus ideales fueran aceptados. El punk no solo era música, sino todo un movimiento.

Mientras buscaba información para este artículo, me di cuenta de que la mayoría de las páginas web que aparecían como resultado de “Origins of punk” o cualquiera de sus variaciones, lo mencionaban como un movimiento contracultural surgido en los 70’s que buscaba darse a notar haciendo ruido, gritando “¡Aquí estoy! ¡Así soy y si no te gusta, no me importa!”; pero lo que muchas omitían es que, en sus inicios, la cultura punk fue un refugio para aquellxs que no encajaban en la heteronorma; en otras palabras, el punk también fue queer. De hecho, eran sinónimos.

Décadas atrás, ambos términos se asociaron con algo raro, fuera de lo común y con mala reputación; pero también con actos sexuales “denigrantes”, homosexualidad o simplemente con aquello que no encajaba con la heteronormatividad. Ambos términos se usaban peyorativamente, pero en la actualidad tienen una connotación distinta: el punk, por ejemplo, pasó de hacer referencia a un hombre que ofrecía actos sexuales a otro a cambio de dinero, a ser el movimiento contracultural que conocemos hoy en día; y queer, pasó de “marica” a la forma de acoger a las identidades sexuales diferentes a la heterosexual.

Recuerdo que seguí escuchando las mismas bandas de punk una y otra vez hasta que, después de varios años de confusión, entendí que era pansexual. No me gustaban solo los hombres como en todas esas series de televisión, películas y canciones que hasta entonces me rodeaban mostraban que debía ser. Entonces me di cuenta de que más del 90% de música que escuchaba había sido creada por hombres cisgénero blancos heterosexuales.

Muchas personas creen que no hay ningún problema con eso, pero la música es identidad; cuando nos sentimos solxs y perdidxs, necesitamos algo que nos conecte y nos haga sentir comprendidxs, menos solxs.

En mi caso, entendí esto cuando hablé con mis “amigxs homosexuales” (como se llaman a sí mismxs). Ellxs escuchaban pop y disfrutaban de canciones como “Heather” (de Conan Gray), “Boyfriend” (de Dove Cameron), “I kissed a girl” (de Katy Perry) o “We fell in love in October” y “Girls” (de Girl in red). Amaban esa música porque se identificaban con ella y les evocaba algo. Incluso yo, que había preferido hacer del rock el soundtrack de mi vida, lo sentía. 

Sentirse comprendidx con una canción no es exclusivo de que quien la creó comparta nuestra identidad u orientación sexual. Cualquiera puede conectar con la música de David Bowie o Freddy Mercury; de la misma forma que una persona gay puede sentir algo similar por música creada por personas heterosexuales que tratan temas de amor, desamor, alegría, tristeza o miedo. Sin embargo, eso no niega que muchas mujeres y personas queer hemos pasado mucho tiempo marcadxs por grandes problemas que hace 50 años pocas veces se tocaban. El que se hable de ellos a través de la música es reconfortante, porque demuestra que no lidias con ello tu solx.

A medida que el punk comenzó a hacerse más comercial, la imagen de lo que significaba “ser punk” se adaptó a los estándares de la cultura dominante y surgió la imagen del “macho punk”, la cual se canonizó. El movimiento se volvió misógino y homofóbico, lo que se trasladó a muchas de las canciones que se tocaban en aquel entonces. Frente a este adverso escenario, surgió el queercore, impulsado por aquellxs que recordaban al movimiento en sus inicios, como Bruce La Bruce y G.B. Jones, artistas cinematográficos y audiovisuales que no encajaban con la imagen de “gay” impuesta por los medios. 

Gracias a La Bruce y Jones se formó en Canadá una comunidad queercore con personas que se sentían solas e incomprendidas. A medida que el asunto fue creciendo, surgió la primera banda de homocore: Pansy Division, con lo que se instauró como género musical. Entonces no pasó mucho tiempo para que se establecieran más agrupaciones musicales como Fifth Column, una de las primeras bandas feministas, anti-patriarcales hardcore asociadas a dicho género. Y es que, aunque muchxs suelen relacionar los inicios del punk feminista directamente con el riot grrrl o con Kathleen Hannah, lo cierto es que dicho término surgió hasta los 90, años después de que surgieran bandas como Fifth Column.

El ejemplo del queercore y el riot grrrl nos muestra cómo los movimientos de minorías en el punk se fueron influenciando unos a otros; así pues, tenemos como ejemplo a Los Crudos como exponentes de queercore latino y FEA como riot grrrl latino (que es un ejemplo más reciente).

Un comentario muy popular para justificar la poca presencia de mujeres y personas queer en el punk de quienes no se han familiarizado con la historia del homocore es que “no son tan populares porque no son buenxs”. Lo que no toman en cuenta es que la industria musical –como cualquier otra– requiere apoyo comercial, situación incómoda para muchos miembros de estas bandas que consideraban la ideología capitalista como opuesta a sus ideales, además de que la violencia estructural ejercida contra estos grupos históricamente vulnerados reinaba en prácticamente todos los contextos, sumándose a las diferencias creativas inherentes en las agrupaciones artísticas que muchas veces resultan en la separación de éstas. Entonces, ¿cómo es que aún surgen nuevas bandas?

La respuesta está precisamente en aquello en lo que se basa el punk: resistir. Con el pasar de los años muchos artistas del género se mantuvieron en la escena underground, mientras que muy pocos alcanzaron la fama y el éxito. Así pues, el primero no quería sucumbir al capitalismo, por lo que se basaba en el concepto de “hacerlo uno mismo”, como la mercancía y los volantes. En el caso del riot grrrl y el feminist queercore, se formaron alianzas con otros grupos marginados.

Hoy, con las plataformas musicales e internet es más fácil que lxs artistas puedan difundir su arte, a su vez, los algoritmos nos recomienden música similar. Gracias a ello estos géneros han renacido y cobrado popularidad y en plataformas como Spotify podemos encontrar bandas de queercore que van desde la mismísima Pancy Division hasta algunas más recientes como The Oozes; riot grrl no se queda atrás con precursoras como Bikini Kill y Bratmobile, nuevas agrupaciones como Mommy Long Legs y Destroy Boys y no tan nuevas como LeTigre; y, por supuesto, el queer feminist punk rock como VIAL, Dazey and The Scouts y GRLWOOD.

Al mundo aún le queda mucho por recorrer y quizá nunca logremos que todxs acepten que otras personas merecen un espacio en el que puedan ser ellas mismas y aceptar su identidad, aún hay muchos temas sobre la mesa que no están siendo abordados. Y así como las plataformas aún tendrán música machista, homofóbica y con claras expresiones de discriminación, la música que vela por lxs marginadxs tendrá lugar mientras haya quien la escuche. Eso es el punk y toda la música.

Pero no solo la resistencia es lo que ha hecho grande al punk, sino ser crítico consigo mismo: cuando se volvió un movimiento homofóbico y machista, ahí estuvieron Jones y La Bruce; cuando GRLWOOD se separó por acusaciones de abuso sexual y censura por parte de un miembro de la banda, los oyentes apoyaron a la víctima y, si bien pocos han dicho que se ha hecho justicia, se crearon otras bandas nuevas que también trataban temas de homofobia y machismo en sus letras.

Solo me queda decir que ahora sé que, después de todo, el punk no está muerto.

 

Fuentes consultadas:

Leyser Y. (Director). (2017). Queercore: how to punk a revolution. [Película; video online]. FANATIC & Totho Productions.

Savage, J. (2023, May 11). punkEncyclopedia Britannica. httpss://www.britannica.com/art/punk

Wiedlack, M. K, (2016). Queer-Feminist Punk An Anti-Social History. Zaglossus. 10.26530/oapen_574668

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