Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9 Pedro de Alba
Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9 Pedro de Alba
Desconozco sobre estudios de género, pero las responsabilidades repartidas según conveniencias, los comentarios que son pantano, las sesiones hipnóticas que me dictan gustos, las amenazas disfrazadas de chascarro, los gritos e insinuaciones callejeras, groseras y libidinales, todas ellas, no me son desconocidas. Y mucha lástima me provoca que el odio (silencioso o no) me sea ya muy familiar. Ese silencio y ese odio que conducen al olvido forzado es imprescindible para aquel señore de muche lengüe y poque oíde quien mentire nos ofrece y no justicie, quien tontes e ignorantes nos quiere, “ni mode, le desarrolle es impaciente y ya es muy otre el tiempe de les mujeres”, dice inclusivx, para no ofendernos. Pero para la memoria colectiva el olvido es imposible.
Es imposible olvidar a los servicios de eliminación de Insurgentes y revolucionarios presentes en toda la historia: la policía de la Acordada que se actualizó con el software Pegasus. Inconcebible ignorar a los dictadores que suprimieron arte y protesta con todo tipo de esclavitudes en tiempos antiguos y modernos. Inaceptable no agradecer a las soldaderas que dejaron todo sin mirar atrás, a las costureras que se cansaron de pedir ayuda de entre los escombros sin recibirla; todas aquellas quienes decidieron hacer algo por su propia mano porque fue evidente que su rabia no era una historia aislada, sino que se entretejía con otras.
Todas esas vidas que antes de ser algo, fueron humanas, siguen allí, pero ya no existen. Ya no ocupan su espacio. Ya tampoco vigilan, ni ríen, ni comen, porque de la vida anónima pasaron a la muerte espantosa, a veces también anónima que se inscribe, si acaso, en una lista de desaparecidos y termina asfixiada en las fosas comunes o clandestinas. Todos los desastres compartidos que se gestaron en la amnesia por mucho tiempo.
Es gracias a ese alumbramiento que ahora no tengo miedo de escribir, ni de hablar, ni de pensar. Una gestación que nos dio la libertad de poder alzarnos para encontrar una pista de lo que parecía una utopía hasta no hace mucho.
Tal vez estemos condenados a ser un planeta de mirones, pero para tener nuestros derechos tuvimos que pasar una historia de persecuciones, encarcelamiento, asesinato. Y, aun así, de rendiciones nada mostramos. ¿Por qué subyugarnos ahora?
Ciertamente, la vida mexicana halla, en gran parte, su sentido y centro en los éxitos y aflicciones del machismo popular. El machismo tolerado que va de la violencia agravada a la autocompasión forzada y de regreso. Sin embargo, quienes estén leyendo este texto fueron cargados en un útero. Absolutamente nadie queda excluido de prestar atención a las voces que ya hablaban desde hace mucho. Voces que están compuestas de muchas mujeres, muchas historias, muchas protestas que comenzaron en secreto y que se han alzado con los años.
Varias luchas que pasan diariamente de lo subliminal a lo explícito son la revolución que se añejó una eternidad.
Luchemos, entonces, contra este monstruo que traemos en el pensamiento, que nos ataca al ver protesta y que es una pobreza muy grande. Este monstruo estuvo siempre presente: en patios húmedos y pestilentes, en cuartos de azotea, en Las Lomas y en Ecatepec, en oficinas opacas, en catres incómodos, en bodegas asfixiantes. Tanto dentro como fuera de la vivienda.
En este país fragmentado vivimos los condenados a ser y vivir como debe nuestro sexo. Está jodido para todos lados, ¿no?
¿Qué nos queda?
Porque aquí a todas las mentes se les desea la represión y sólo unas cuantas son las que hablan y se manifiestan.
Sí, aquí todos parecemos de planetas extraños. Enfrascados en una guerra por el disfraz, conveniente y bien sabida: interminable. Y como resultado de tantas y distintas hegemonías, tenemos seres humanos incapaces de existir sin depender o necesitar injustamente de otro.
Se piensa que nuestra obligación es mantener comportamientos que perpetúen un orden que duele, que lastima como espina de maguey, que se entierra y provoca sangrado de tan filoso su trato.
Sí, en mi país las leyes protegen a los agresores y quienes aprueban esas leyes pueden ser agresores también.
Entonces, pelear por la aplicación del “mandar obedeciendo”, desconfiar de las instituciones, de los poderes establecidos y de los gremios malignos, es lo que nos queda.
Las comodidades, no sólo convencieron, también firmaron sentencia. Y, al cabo de los siglos, el sometimiento ya no protegió, sino que despojó. Pero las injusticias que solían tolerarse, caerán bajo la marcha nuestra.
Somos los que marchan por la dignidad que desentierra a los muchos México que bajo la piel se esconden y duelen, pues ningún humano que haya vivido circunstancia tal de inseguridad, miedo, hambre y/o desigualdad espera que de arriba venga la rectitud y la justicia que sólo desde abajo crece. Y ya es demasiado tarde para detenerse. No tenemos la certeza de que logremos cambiar algo, pero hay que actuar como si la tuviéramos.
Sólo el diálogo hará que se extiendan poco a poco las limitaciones de mente y, en su lugar, se magnifique y haga presente el respeto, que en estos tiempos, brilla de tan escasa.
Hablemos ríos y viento que formen cauces, que incomoden a piedras fútiles y que agiten el lodazal bajo nuestra planta.
Hagamos de la crítica, una moda; y a la moda, una crítica inexorable.
Peleemos por un amor que descanse en quien se desee y no con quien menos duela.
Usualmente, soy sumisa a pesar mío, pero sólo por hoy quiero atreverme a ser grosera, quiero pelear; quiero decir cosas que he mantenido dentro mío, macerándose celosamente para no arrepentirme de ser valiente.
Todo se ha dispuesto sólo para hoy. Sólo por hoy no hay cabida de rechazo al progreso.
Que esto sea el sueño de un instante o la gran posibilidad de un cambio firme, dependerá de las capacidades de la cúpula y de nuestra resistencia a ello.
Millones y millones de humanos pertenecientes a una nueva identidad; buscando dentro y fuera de nosotros mismos, dispuestos a probar una forma distinta de ser, ansiosos de una relación más digna y equitativa con otros hombres y otras mujeres.
Con tiempo y esfuerzo, pocos encasillados de entendimiento quedarán, quienes creen que el feminismo se desentiende de los derechos y obligaciones como humanos; siendo que, por el contrario, busca una igualdad que cobre fuerza y luego se acomode sin desaparecer jamás.
Que se vengan con nosotras a protestar:
No venimos a humillar a nadie, no venimos a vencer a nadie, no venimos a suplantar a nadie. Venimos a que nos escuchen y a escuchar, pues para resolver un problema, el primer paso es reconocer su existencia; y la censura, sólo es ayuno de crítica y razón…
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