En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Quetzalli Reyes Hernández

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Mi nombre es Quetzalli y soy estudiante de sociología. Desde pequeña he querido ser periodista, y lograr transmitir conocimientos y sentimientos a través de mis textos. Disfruto mucho de escribir, pero también de ver las películas de Star Wars. Soy fan de Baby Yoda, de Taylor Swift y del pastel de queso.

¿En qué afecta la época moderna a las relaciones románticas?

Número 17 / ABRIL - JUNIO 2025

Estudio de caso de mi “casi algo”

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Quetzalli Reyes Hernández

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

La modernidad, el híper consumo, la satisfacción instantánea de nuestro tiempo son elementos que afectan directamente nuestra vida cotidiana. Los videos de 10 segundos, las compras por internet, la obsolescencia programada son parte de la “normalidad” de la vida. Pero esta modernidad no queda únicamente en las plataformas de ventas, se filtra incluso en las relaciones interpersonales.  

Históricamente las relaciones de pareja no eran más que relaciones de conveniencia, económicas y de parentesco. Con la llegada de la modernidad, parece popularizarse la idea de que el matrimonio debe ser por amor y no por interés. De esta manera, se crean los ideales del amor romántico: ese amor que todo lo puede, todo lo soporta y todo lo vence. Sin embargo, la otra cara de la moneda, es que en épocas de híper consumo y rapidez, se busca amor sin llegar a la intimidad emocional, compromiso y metas a futuro. 

“El individualismo exacerbado, la sexualidad compulsiva, la soledad y la ausencia de relaciones profundas son hoy una expresión de esas consecuencias no deseadas de la modernidad” (Guevara, 2005). Y yo me di cuenta demasiado tarde de estas consecuencias no deseadas, pues después de 5 meses de creer que tenía una relación íntima emocionalmente con un chico, y que por tanto la formalizaríamos a los cánones de nuestro contexto, él decidió que simplemente no quería eso.

En ese momento yo no estaba consciente de que la modernidad trae consigo el florecimiento del individualismo, y la falta de compromiso sustentada por una cultura del consumismo que promueve una excesiva autocomplacencia y hace muy difícil sostener proyectos amorosos, conyugales o parentales de largo plazo. Esto hace que los hombres y mujeres legitimen comportamientos de falta de compromiso basados en su propia satisfacción emocional, aun si esto choca con las necesidades de los otros, y esto lleva a terminar con las relaciones (Guevara, 2005). En este caso, con una relación aún no formalizada que tenía, en la cual no importaron mis necesidades.

Con el corazón partido (o, mejor dicho, con las expectativas rotas que había depositado en esa relación), traté de buscarle una explicación al porqué de su negativa a sostener un noviazgo formal conmigo, porque desde mi perspectiva, ya teníamos una relación bastante íntima emocionalmente. Pero al parecer, fue sólo eso: mi perspectiva. Entonces, ¿por qué pensé que teníamos una relación íntima? Y es que la intimidad se refiere a un proceso de cercanía entre dos o más personas basado en un conocimiento profundo y una comprensión recíproca que se logra mediante un continuo hablarse, escucharse, compartir pensamientos y mostrarse mutuamente sus sentimientos (Guevara, 2005). Casi a diario, teníamos momentos donde simplemente hablábamos y hablábamos, de todo y de nada; me sabía sus chistes, su manera de responder, y podíamos hablar de nuestros miedos, preocupaciones, sentimientos y problemas. O eso era lo que yo quería creer, e idealicé. 

La intimidad también se refiere a una esfera de la vida social donde tienen lugar las relaciones personales, los afectos, la vida romántica, la conyugalidad y los amores filiales o fraternales con los otros significantes. En esta esfera es posible construir relaciones basadas en la comprensión mutua, la comunicación emocional y el compromiso amoroso (Guevara, 2005). Por mi parte, no había nada que anhelara más que tener una relación basada en la comprensión, comunicación, y compromiso, y más con alguien de quien estaba totalmente enamorada. Y de las cosas que más me dolió, fue creer que lo que sentíamos era mutuo, pero al final, sólo era lo que yo quería.

Con esta experiencia, me doy cuenta de que yo también estaba actuando bajo mi propia individualidad, pero creí ciertamente que la estábamos compartiendo, y que ambos queríamos lo mismo. Sin embargo, al parecer era únicamente mi individualidad persiguiendo mi deseo de ser amada de manera correspondida.

Margaret Atwood decía: “El deseo de ser amada es la última ilusión: renuncia a él y serás libre”. Al principio yo no creía en esto, y se me hacía tonto tener que renunciar a algo tan lindo como ser amada. Pero esto no es así, pues si persigues a quien no está dispuesto a aceptarlo, te olvidas de ti mismo, y, por tanto, de tus propios intereses. Y esto solo funciona en las películas románticas, porque en un mundo modernizado, desenfocarte de tu individualismo, es perder.

En su momento, lo que más me frustró fue que yo no quería escribir esto con todo el amor que me quedó en las manos y no supe qué hacer con él.  Pensé que yo debí haber escrito de cómo el amor nos salva, nos cura, nos protege, nos recuerda que más allá del individualismo, se puede tener la vulnerabilidad del otro, y acariciarla. Y me frustró más saber que simplemente no pasó, por más que lo quise, la decisión de quedarse conmigo y formar un vínculo basado en comunicación, comprensión, intimidad, y amor, no estaba en mí. Escribí desde mi dolor, desde toda la desilusión que tuve que pasar por falta de intimidad emocional de los otros, y por creer que el amor nos salva de ser seres individualistas. Pensé que no podíamos escapar de nuestra realidad, y las configuraciones que el sistema de producción hace a las relaciones interpersonales. Pero, simplemente, es una consecuencia no deseada de la modernidad, de la cual, podemos reducir, pero no escapar.

Sin embargo, yo no estaba viendo algo. Yo estaba enfocada únicamente en ver la intimidad y el amor de manera romántica en una pareja, pero esto va más allá de eso. No culpo a nadie; él habrá tenido sus razones, y entiendo que no fue por mí su rechazo. Y después de procesarlo por un tiempo, me doy cuenta de que en realidad yo también actué de manera egoísta. Porque el amor nunca fue el chico que no sabía lo que quería, el amor fue todo mi alrededor que me cuidó y abrazó en mi momento más vulnerable, y yo no vi en su momento.

El amor siempre fue mi mejor amigo recordándome cuánto merecía todos los días, fueron mis amigas secando mis lágrimas, fueron mis amigos dándome ánimos diarios, fue mi mamá haciéndome saber que no estaba sola, fue mi hermana abrazándome en las noches, fue mi papá llevándome a las sesiones de terapia, fui yo misma cuando olvidé lo que quería y recordé lo que merecía. 

Más allá de la modernidad, considero que la falta de intimidad y extrema individualización pueden dañar a las relaciones románticas. No obstante, el amor real aún puede filtrarse entre las grietas del daño. Las parejas son sólo una esfera más dentro del gran cúmulo que son nuestras vidas, no podemos dejar de lado todo por perseguir a alguien que no quiere estar con nosotros. Es una ofensa para nosotros mismos y para todas las personas que nos aman verdaderamente. Y en caso de encontrar a la persona indicada, hay que recordar que el amor se construye en conjunto, se tiene que ver más allá de la individualidad, y nunca olvidar que el amor verdadero, aparte de ser revolucionario y combatir la modernidad, jamás duele. 

También quisiera recordar a quien lea esto que: al final, uno siempre sana, e increíblemente, vuelve a ser feliz, sea lo que sea. Y como dice Taylor Swift “En tu vida harás cosas más grandes que salir con chicos”. 

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¿En qué afecta la época moderna a las relaciones románticas?

Una respuesta

  1. Exactamente, la intimidad en las relaciones de pareja se ha visto innegablemente afectada por la modernidad; tan es así, que aparecen términos como “mi casi algo” para darle un concepto al tipo de relaciones donde no hay una misma posición respecto a la relación en ambos integrantes. Pero tal como lo maneja la autora, esas experiencias aunque dolorosas son parte de los aprendizajes necesarios para matizar nuestra individualidad e ir en busca de la plenitud desde el yo, sin dejar de lado una relación de pareja que no busque el romanticismo idealista, sino el complementarse mutuamente. iExcelente artículo!

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