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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
CRÉDITO: Ángeles Xana Aguirre Gómez / FES Aragón
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Amanda Mesa Guerra

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 6

Soy Amanda. Me gusta viajar, a dónde sea, por dónde sea. Me gusta viajar en carro, en aviones, en libros, en poemas, en pinturas. Me gustaría un día haberlo visto todo. Soy migrante, soy mujer, soy persona. No creo que haya mucho más que decir, excepto que me disculpo por enviar esto con tanta tardanza. Muy recientemente me enteré de la posibilidad de hacerlo.

El güije de la soledad

Número 12 / ENERO - MARZO 2024

Los mitos también defienden la identidad de las poblaciones migrantes

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Amanda Mesa Guerra

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 6

“Del fondo soy, de la laguna fría.”

A veces pienso que nací en el mar. Aunque eso no aplica, porque en estos días, hasta el mar tiene dueño. Corrijo: a veces pienso que nací en un lugar sin dueño, sin historia, sin patria ni personalidad. A veces creo que no nací en ninguna parte, que surgí del vacío como un pensamiento, como un vestigio de algo que debiera existir, pero nunca logró hacerlo. Sin raíces, sin suelo para montarlas. En constante movimiento por el mundo, sin la infantil ilusión de que era un buen lugar, viendo la sangre corriendo roja por los suelos desde muy pronto.

Cuando a los 11 años me pidieron que buscara una leyenda de mi lugar de origen, pensé que tendría que inventarme una. En Cuba no hay leyendas, pensé. Tenía mi sustento, claro; en Cuba la cultura desciende de españoles y africanos, no existe en la educación y en la tradición ninguna presencia prehispánica. Los taínos (pueblo antillano pionero en encontrarse con los españoles), por poco que la situación sea de agrado para cualquier trascendencia histórica, fueron brutalmente aniquilados y desaparecidos, no sobrevivieron suficiente para aportar más que un rastro de casabe y palma, de canoas y canciones, mucho menos recuerdos ancestrales. 

En ese entonces no me alcanzaba la mente para pensar en la tristeza de mi condición nómada, y al llegar a casa le dije con indiscutible tranquilidad a mi madre que en Cuba no había leyendas, que iba yo a escribir alguna otra. Y ella me dijo que eso no era verdad. Que escribiera sobre el güije. Hasta entonces, mi único contacto con dicha criatura había sido vía una canción de cuna, compuesta por Silvio Rodríguez, que mi mamá me llevaba entonando de cerca desde que tenía conciencia, o simples habilidades de identificación sonora. La canción hablaba del güije con melancolía, un poco de oscuridad; a decir verdad, parecía menos una leyenda que una de sus usuales metáforas ambiguas. 

En mis intentos de acoplarme a las nociones que me habían sido enseñadas sobre las leyendas –es decir, que tenían el propósito de explicar algún fenómeno natural o humano– adapté la canción para indicar que el güije tenía la misión de explicar algo más profundo. Conté la historia de una criatura que tuvo un encuentro amoroso con una mujer (como explica la canción del trovador) y que, al ser su corazón roto, chapoteaba en los charcos con suma molestia, generando así las gotas de rocío. No obstante, esto difería significativamente de la versión “original” del güije.

La figura del güije se ideó por primera vez en un pueblo cubano llamado San Juan de los Remedios. En su forma primordial, el güije no era más que un hombrecito de un metro de alto, negro, con una larga barba y que cometía toda clase de inoportunas travesuras y crímenes de bajo rango alrededor del pueblo. Estaba supuesto que vivía en las aguas de una laguna oscura, y que solo salía cuando era ocasión de ejecutar sus actos criminales. Existen, también, una serie de historias sobre vanos intentos de capturar al güije, la más significativa siendo una protagonizada por Manuel González, hombre de dudosa procedencia que posteriormente abrió una tienda con el nombre de la criatura en cuestión.

Si el objeto es apegarse a la primera rendición del güije, nos sería mucho más conveniente observar otra expresión escrita de ella: el poema “La balada del Güije” del ilustre poeta cubano, Nicolás Guillén. En este poema el güije es una figura utilizada para asustar a los niños antes de mandarlos a dormir, semejante al “Coco” o a cualquier otro personaje de esta índole que se conozca. Es una historia algo sangrienta y aterradora, con el tono oscuro y visceral típico del poeta, sin ningún filtro. Dicho esto, es interesante entender el por qué de mi creciente fijación con el güije, como figura literaria, pero sobre todo como elemento cultural cubano, incluso a mi temprana edad.

Al inicio de este ensayo mencioné que la cultura cubana era resultado de una especie de hibridación entre la cultura europea (o española, en este caso) y la cultura africana. Evidentemente hay indicios de cultura africana a través de las distintas rendiciones del güije, desde la apariencia física de la criatura hasta la aparición virtual de la diosa Changó en el poema de Guillén.

No obstante, tampoco es difícil detectar la influencia europea en la leyenda, y las similitudes que tiene con otras obras de su tiempo. Por ejemplo, en el trabajo Alusiones mitológicas como recurso para la comunicación y encuentro intercultural: el Puck de Shakespeare y el Güije de Guillén, se puede observar con detalle las analogías entre ambas obras, y, como el título lo dice, su posible papel en las mismas analogías entre ambas culturas, ya sea por su forma de vida, su modo de expresión e incluso “las formas de pensamiento de otros pueblos y de sus patrimonios culturales”.

Ahora bien, si las historias de este tipo sirven de encuentro intercultural, no es de extrañar que también sirvan de encuentro intracultural, es decir, de un modo de apego al propio patrimonio cultural, el cual es especialmente necesario cuando uno se encuentra lejos de dicha cultura, que en cierto modo aún le pertenece. Y eso nos lleva a la experiencia migrante, de la cual se habló con tanto desenvolvimiento al inicio de este texto. 

Migrar en general genera un sentido creciente de desentendimiento y desapego, una falta de conexión con la tierra que se pisa, el aire que se respira. La adaptación se vuelve un recurso aún más imprescindible, y uno que se debe ejercer de manera mucho más radical. Esto es incluso más difícil de efectuar cuando se migra a una temprana edad, ya que esta adaptación tiene lugar durante un proceso en sí mismo complejo de formación de identidad. Esto suele provocar un fenómeno llamado aculturación, que se define como una forma de adaptación del migrante a su nueva cultura de residencia, sin la absoluta necesidad de abandonar los patrones de su cultura de nacimiento. 

En el caso de la aculturación de los niños y adolescentes, es necesario efectuar una serie de cambios constantes de actitud y estilos de reacción: uno para la familia, perteneciente a la cultura de origen, y otro para la sociedad de destino, con la que se interactúa cotidianamente. De este modo, los patrones relacionales que se enseñan en familia, a diferencia de como ocurre cuando se crece en un entorno de mayor coherencia, no tienen valor ni significancia en el entorno de desarrollo. Esto puede y suele crear una marginalización por parte de los nativos, lo cual genera, a su vez, efectos peligrosos en la autoestima del niño migrante.

John Berry, psicólogo canadiense, tuvo una de las más relevantes teorías al respecto. De acuerdo con el modelo categórico de Berry, el cual es el más conocido en el ámbito histórico y científico, existen cuatro estrategias de aculturación: separación o resistencia cultural, asimilación, marginalización e integración o doble etnicidad. La forma más comúnmente usada para la protección de la autoestima y de la identidad étnica por parte de los jóvenes es la resistencia cultural, o identidad reactiva. Con este método, se refuerza la cultura originaria y sus vestigios, ya sea materiales, artísticos o morales, como un modo de rechazar esa adaptación forzada, o eliminación de la cultura inicial, que en tantas ocasiones se intenta en el contexto de llegada, ya sea por racismo cultural o por la falsa concepción de que es “por el bien del migrante”.

Para finalizar este largo hilo de causalidad, y con permiso de adentrarme en asuntos altamente personales, yo misma implementé, durante un largo tiempo, esta estrategia. Creo que la aprendí de mi madre; mi madre siempre se mantuvo firme en sus disposiciones, siempre me inculcó que era distinta, que veníamos de otra parte. Me hizo dibujos de nosotras, regresando a Cuba; colgó cuadros y banderas en la casa, me enseñó el libro y me traía libros de historia de escuelas cubanas. Y para sorpresa de nadie, las obras de arte, la literatura, las leyendas y cualquier tipo de trazas culturales que se puedan obtener del país de origen ayudan aún más a la formación de una resistencia mantenida, lo cual puede explicar el interés por un elemento como el güije. Acepto esta estrategia que nos ayudó a mi familia y a mí sobrevivir a esos duros años. Sin embargo, mientras crecen mis raíces, pero también mis ramas, entiendo por qué esta estrategia tiene sus faltas, y por qué la cautelosa pero decidida transición a una etnicidad doble que se apoye del conocimiento que obtuve y que me brindaron de mi primera cultura tiene más cabida en mi modo de vida contemporáneo. 

El migrante y su condición nómada son producto de la sociedad errada, de las problemáticas internacionales; son, en sí mismos, resultados de una laceración, de una rotura, de una herida. Es innegable que la capacidad de adaptación es necesaria, pero no debería existir una sociedad cuya bienvenida censurará su postergación, especialmente en el menor migrante. Espero que este texto, y que las conexiones emocionales profundas de los niños migrantes que lo lean con obras de sus países perduren, que les permita reconocer su visibilidad natural e inmutable, y que les conceda raíces sólidas, además de fuertes ramas. Espero que sus madres les canten canciones de güijes en sus cunas, y espero que busquen la historia de su güije en un poema y una melodía.

Referencias:

Alberteris Cañizares O., Alberteris Galbán O. & Cañizares Hinojosa, V. (2021, 20 de febrero) Alusiones mitológicas como recurso para la comunicación y encuentro intercultural: el Puck de Shakespeare y el Güije de Guillén. Revista Didasc@lia: D&E. Publicación del CEDUT. 12(1). httpss://revistas.ult.edu.cu/index.php/didascalia/article/view/1013/1138

Giulio Valtolina G. (2019) Procesos de aculturación, identidad étnica y menores migrantes. REMHU: Revista Interdisciplinar da Mobilidade Humana. 27(55) 31-47. httpss://doaj.org/article/5000ccd736db4fd1a35e4949e5e729de

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El güije de la soledad

4 respuestas

  1. Este artículo aborda temas complejos como la identidad, la migración y la adaptación cultural. La autora explora su experiencia personal como migrante, vinculándola con la figura del güije y la riqueza cultural de Cuba. La introducción de elementos como la aculturación y las estrategias de adaptación proporciona un marco teórico sólido.

    En cuanto a la veracidad, es importante destacar que la perspectiva presentada es subjetiva y basada en la experiencia personal de la autora. Aunque se abordan temas universales como la búsqueda de identidad en contextos migratorios, algunos detalles específicos pueden variar según las experiencias individuales.

    La complejidad del artículo radica en la intersección de temas culturales, psicológicos y sociales, así como en la incorporación de referencias literarias y mitológicas. La autora utiliza un estilo reflexivo y literario que añade profundidad al análisis, pero también puede requerir una lectura más atenta para captar todos los matices.

    En resumen, el artículo es complejo en su enfoque y aborda cuestiones profundas relacionadas con la identidad y la migración desde una perspectiva personal y culturalmente enriquecedora.

  2. Bello tu texto Amanda. Felicito a tu madre por su labor. Muchos éxitos y mis mejores deseos de felicidad y realización personal!!!
    Con cariño,
    Adela, Grupo 17. (Tu mami sabe…)

  3. Hermoso texto, me fascinó la manera en que describiste toda la exploración cultural a través de este relato y como mención a mi compositor preferido Silvio Rodríguez, descubrí contigo algo que me hizo amarlo mucho más.

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