Facultad de Filosofía y Letras
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¿Cuál es la manera más total de entender el amor? ¿Consumir por completo a una persona? ¿Devorar cada parte de su existencia y convertirse en uno mismo para siempre? O, ¿quizá ser deseado al punto de la destrucción, ser víctima de un amor y devoción tan abrumadores que no exista otro escape para ellos más que el hambre? Hambre, amor, deseo, devoción y hasta impureza son todos factores que conciernen a la que recientemente parece haberse convertido en la metáfora favorita del internet respecto al amor: el canibalismo. Sin embargo, esta metáfora está lejos de ser nueva. Los poetas y artistas hemos cargado con este amor caníbal desde al menos el siglo XVIII y la llegada de la narrativa gótica, donde lo grotesco y lo bello se entremezclaban junto al horror. Pero, ¿qué es lo que vuelve esta metáfora tan atractiva? Para responder esto hay que empezar por ver a los principales representantes del consumir lo que se ama, los vampiros.
Vampiros y Vorarephilia
Dentro de la mitología vampírica, o al menos en la más clásica, para que un vampiro pueda transformar con éxito a un humano no basta con morderlo (lo que comúnmente se conoce como el beso), sino que el vampiro debe alimentar al humano con su propia sangre (lo que se le llama el abrazo). Esta regla general puede cambiar, ya que no existe un canon como tal en la mitología, pero casi todas las representaciones siguen este ritual, lo que refleja un lado más macabro y oscuro de la metáfora, el cual podemos ver en personajes tan icónicos como Drácula o su predecesora Carmilla. A pesar de que este lado se ve en los vampiros más clásicos, no es exclusivo de estos. Lo podemos ver en ejemplos más actuales como Edward Cullen en su negativa por convertir a Bella en vampiro, sabiendo lo extremo que será el proceso o incluso, de manera algo más cercana al gótico, con la nueva interpretación de Nosferatu. Lejos de mostrar una devoción abrumadora que solo puede traducirse consumiendo a alguien, los vampiros muestran un lado egoísta y corruptor donde el objetivo no es demostrarle a alguien lo mucho que es amado, sino convertirlo en la misma criatura de oscuridad. De la mano de un fin tan violento, el proceso de conversión también lo es, ya que a menudo se requiere que el vampiro deje a su víctima completamente seca de sangre antes de alimentarle con la suya, el trasfondo de este beso y este abrazo es lóbrego y hasta asfixiante. Ante esta violencia del ritual, debe existir algo que la contrarreste y eso llega en la manera en la que “el beso” no es una experiencia dolorosa para la víctima humana, por el contrario, es embriagante y placentera al grado de que puede ser adictiva. Después de todo, los vampiros han sido un ejemplo de la sexualidad humana desde su creación y a veces dicha sexualidad puede ser reprimida y llevar a un espiral fuera de control. Como evolución natural de esta espiral llegamos al llamado vore el cual viene del sufijo latín “vore” que significa devorar y es una parafilia caracterizada por el deseo erótico de ser consumido o consumir a otra persona o criatura. Aquí es donde hay que cuestionar si quizá la fascinación de esta metáfora del canibalismo como amor surge más bien de un lado erótico que devoto. Esta es una parafilia bastante real que se escapa del territorio literario y artístico, pero sin duda debe permear en la sociedad de alguna manera. Después de revisar esto podríamos preguntarnos, ¿existe un lado luminoso para esta metáfora? Y la respuesta habrá que considerarla un poco más.
Siempre hay luz
Entre lo más oscuro siempre está lo más luminoso y es que existe un grado de vulnerabilidad y amor, a falta de un mejor adjetivo puro en la metáfora caníbal. Poemas como Where It Begins de Erica Jong reflejan este lado mucho más luminoso junto a sus líneas: “La corrupción comienza con la boca, // la lengua, la ambición. // El primer poema del mundo // es quiero comer”. Existe una vulnerabilidad total en estas líneas, un asomo de la naturaleza humana con desear el consumir todo, pero también desear ser consumido; una corrupción que no es egoísta como la de los vampiros, sino que, aunque suene macabro, es igualitaria en condiciones. Consumir por completo y ser consumido de vuelta. Esta noción ha encontrado lugar hasta en las canciones. Sin importar el idioma o el género en la música nos podemos encontrar con letras como “You rip my ribcage open and devour what’s truly yours” (That Unwanted Animal, The Amazing Devil) o “Quiero clavar mis colmillos en tu carne morena” (Califórnica, La Gusana Ciega). Sin importar de qué lado sea, el consumidor o el devorado, existe una súplica implícita, un ruego desesperado por comprensión que suena a “por favor, no me lastimes, te confío mi vida, no la dañes”. Así que la respuesta a por qué amamos tanto esta metáfora es en realidad simple. Somos humanos, vulnerables y mortales que no han podido encontrar la manera de entender algo tan colosal como el amor más que de una forma: confiar.
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