Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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Hace unos años fui abusada sexualmente, sin embargo, no fui consciente de ello hasta hace unos meses. Recuerdo que el día después del abuso me sentía confundida, tenía dolor en todo el cuerpo y el sentimiento de incertidumbre fue lo que me paralizó. No comprendía porque me sentía tan extraña, no entendía porque el “momento incómodo” me había dejado con un amargo sabor de boca. No era consciente de que lo que me había pasado era un abuso.
Hasta meses posteriores fue que escuchando otras personas con experiencias muy similares a las mías que me di cuenta de que aquel “momento incómodo” fue un abuso sexual. El acto mismo de volverme consciente del abuso después de años fue incluso peor que la agresión. La impotencia de ya no poder hacer nada, me quebró.
Es así que, siendo consciente del abuso sexual me empecé a dar cuenta de que en mi círculo social había muchas experiencias similares; cada una de esas personas habían pasado por un momento incómodo que les había dejado el sentimiento de incertidumbre. Unas cuantas personas negaban haber sido abusadas sexualmente porque no hubo agresiones; otras porque el agresor era su pareja y el consentimiento estaba “implícito”; unas cuantas minimizaban el abuso pues solo fueron caricias o frotamientos.
En la mayoría de los casos no hubo gritos, forcejeos ni golpes, solo un “momento incómodo”. No dijimos que no, pero tampoco dijimos que sí. No consentimos, pero tampoco nos negamos. No disfrutábamos, nos ahogábamos en un mar de pensamientos que nos llevaba lejos de la realidad
Lo más doloroso, no es el haber sido abusada sexualmente, sino el acto de hacerte consciente del abuso y aceptarlo. De pasar de nombrarlo momento incómodo a abuso sexual. Ese acto de ser consciente del abuso después de días, meses o años es lo que te despedaza por completo. Lo peor de haber sido abusada sexualmente, es no darte cuenta hasta tiempo después, cuando sientes que ya no puedes hacer nada al respecto.
Sin embargo, no es así, es justo ese sentimiento de impotencia lo que nos ayuda a resistir y luchar, nos da la fuerza para salir a gritar y difundir nuestras experiencias, porque sabemos que nuestra historia no es aislada, no es algo que nos pase solo a unas cuantas. Es un problema que nos emboca a todxs y que muy pocas personas conocen y reconocen.
Cada 8 de marzo gritamos, lloramos, bailamos y nos permitimos sentir y compartir nuestras historias porque el expresar nuestro sentir también es una forma de lucha, es una forma de gritar y recordar que no estamos solxs.
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2 respuestas
Que gran trabajo Brenda
eres grande