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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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credito: Mediateca INAH
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Miguel A. Castillo Sandoval

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 8

¡Hola! ¿Ya te habían dicho hoy que te ves increíble? Soy Miguel, un joven apasionado por la investigación y prácticamente todo lo que tenga que ver con las ciencias sociales. ¿Intereses? Definitivamente la historia, la literatura y las artes. ¿Motivaciones? Mi comunidad estudiantil. ¿Mis metas? Contribuir lo más que pueda en beneficio de mis iguales. Espero que mis lagos de letras mudas y temporales sean de tu agrado.

Crónica de un enigma: el incidente de “La Castañeda”

Número 12 / ENERO - MARZO 2024

Algunas fuentes comentan que lo sucedido en “La Castañeda” fueron simples rumores. Cierto o falso, dicho enigma resuena todavía como una leyenda que forma parte del lugar, conocido actualmente como Prepa 8

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Miguel A. Castillo Sandoval

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 8

El Manicomio de “La Castañeda”

Durante el Porfiriato, existió un acaudalado señor de nombre Ignacio Torres Adalid, propietario de una gran cadena de producción de pulque en la hacienda “La Castañeda”, se cuentan con registros de que dicha hacienda contaba con múltiples espacios donde se llevaban a cabo eventos culturales, artísticos y algunos otros festivales durante los fines de semana.

Dicha hacienda contaba ya con clínicas y escuelas para los trabajadores del lugar. Ante la necesidad de contar con un espacio médico que cubriera la demanda social sobre la atención a la salud mental, se construyó “La Castañeda” en los terrenos de Torres Adalid. Como era común en el Porfiriato, ésta se edificó bajo la inspiración de la arquitectura francesa: el manicomio general de París “El Charenton”.

Una vez inaugurada, fue dividida en 9 pabellones que fueron distribuidos en 15 edificios para distribuir a los pacientes, el complejo abarcaba una gran extensión que actualmente es la Prepa 8, el Deportivo Plateros, las Torres de Mixcoac y una plaza comercial.

La locura en esa época era tratada como un concepto romántico, una definición sobre algo que estaba del otro lado de la razón: una enfermedad del alma, pues se le consideraba una perturbación del equilibrio del alma que afectaba a la razón y el comportamiento. Por ende, en sus inicios, la locura era tratada por filósofos, no por médicos; con el paso del tiempo se dio el trabajo entre ambos, y de ahí nace la psiquiatría en México. De ahí la antigua afirmación de que la psiquiatría es la fusión entre la medicina y la filosofía.

 

Los abusos y el uso alternativo

Si bien “La Castañeda” contribuyó de forma sustancial a la introducción de la psiquiatría moderna en México, al estudio de las enfermedades mentales y al desarrollo de la medicina interna, muchos testimonios revelan que “La Castañeda” era más que un manicomio: era una cárcel en la que sus “presos” eran personas en situación de calle, trabajadoras sexuales y, en algunos casos, personas de la diversidad sexual; todos ellos eran remitidos al pabellón de infecciosos. Otros, eran inclusive críticos tanto de la Revolución como del gobierno porfirista, eran presos políticos diagnosticados como “locos”.

Se comenta que los tratos a los que eran sometidos los pacientes eran inhumanos. Para el poco avance médico de la época en la psiquiatría, los “tratamientos de la locura” eran dos: el electrochoque o las dosis crecientes de insulita para que éstos quedaran dormidos. Otros relatos de la historia oral, dicen que a los presos políticos, en vez de sopa, se les servía orina.

 

Antecedente crónico

Durante la Revolución, “La Castañeda” desempeñó un papel más de asilo que de manicomio.

La densidad de población internada contrastaba mucho con la del personal médico; había 3,500 pacientes para una capacidad máxima de 800, incluso existen registros de que para una noche había solamente 1 médico.

Ante la urgente necesidad de contar con recursos económicos y en especie para mantener el manicomio, se les solicitaba a los familiares una “cuota” a base de azúcar, materiales de limpieza y pan; la azúcar era usada como insulina.

Entre los materiales de limpieza que se solicitaban dentro de esta cuota, se encontraba el ácido siálico (utilizado en la época para lavar pisos), de color y textura similar al azúcar, lo que lo volvía muy confundible a la vista y al tacto.

 

El enigma y el incidente

Un día común, cálido y con un viento abrazador, mientras el reloj marcaba la hora de la comida para el personal de enfermería, se preparaban en la cocina los alimentos: unas humildes tortillas bañadas en chile y sal, un desnutrido pero exquisito guiso de carne con frijol y unos inocentes buñuelos espolvoreados de azúcar.

La comida transcurrió como lo hacía siempre, entre risas, chismes y comentarios entreturnos. Sin saberlo, esos inocentes buñuelos serían su último postre, las enfermeras ingirieron por error un veneno rápido y silencioso: no azúcar, sino el ácido siálico.

Pasadas las horas, las enfermeras realizaban su rutina de trabajo cotidiana: atendiendo a pacientes, en las terapias de rehabilitación, haciendo quehaceres o simplemente gestionando pruebas complementarias.

En un inesperado giro oscuro que se cernía en el manicomio, las enfermeras cayeron y convulsionaron una tras otra en los pasillos de aquel recinto, en cuestión de minutos el manicomio fue habitado solamente por locos y unos cinco médicos, quienes, impedidos y contra todo avance médico que disponía el manicomio, no pudieron salvar a ninguna de las enfermeras. Por acciones de las autoridades capitalinas, nunca se supo cuántas enfermeras fallecieron, de hecho, tardaron semanas para que la noticia saliera en un pequeño apartado oculto entre los periódicos. 

El hecho quedó entre la sociedad como un enigma, casi una mera leyenda o rumor.

 

De manicomio a bachillerato

El rumor –no tan rumor– fue parte de las razones por las que fue cerrada “La Castañeda”, sumado a que la Ciudad de México se encontraba en un periodo de modernización y aumento de demanda para la atención a la salud en general.

Una vez cerrado el manicomio, como parte de la operación gubernamental llamada “Operación Castañeda”, empezó la edificación de un conjunto de edificios habitacionales y la actual Preparatoria 8 “Miguel E. Schulz” de la Universidad Nacional Autónoma de México, misma que fue fundada en 1964 por el presidente de México, Adolfo López Mateos; e inaugurada por Gustavo Díaz Ordaz en 1968, unos días posteriores a la masacre de Tlatelolco.

Han existido diversas leyendas que han empapado la historia del plantel, desde la “niña de la pelota” del auditorio, los pasillos subterráneos que se conservan de “La Castañeda”, el alma de “la chuequita”, una supuesta mujer de la tercera edad que deambula cojeando en la zona de canchas; el polémico caso de posibles estudiantes que pudieron haberse ahogado en la fosa (alberca) del plantel o el “vochito” que permanece estacionado y abandonado en el estacionamiento del plantel.

Definitivamente la Prepa 8, al igual que todo el país, es un microcosmos de leyendas que, desde la tradición oral hasta los testimonios en redes sociales, forman parte de la cultura que nos da identidad. Mientras que “La Castañeda” es recordada como parte de un episodio oscuro de la medicina en México, podemos decir que, lamentablemente para ciertas personas, los locos no nos hemos ido de “La Castañeda”, ahora nos renombraron como estudiantes críticos, rebeldes y combativos; otros términos hacen referencia a nuestra existencia de una forma más peyorativa. Aún así, seguimos siendo críticos como los presos políticos del manicomio, solo que en este caso no presos como tal.

Mientras sigamos aquí, seremos la loca comunidad que permanece crítica y combativa ante la arbitrariedad. Somos comunidad, somos leyenda, somos identidad; “La Castañeda” sigue entre nosotrxs.

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