En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Natalia Sánchez Méndez

Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza

Soy una mujer queer que le apasiona escribir, mis textos reflejan los sentimientos y pensamientos que tengo.

Carta al amor (y al miedo de no encontrarlo)

Número 17 / ABRIL - JUNIO 2025

La idea de un amor romántico es esclavizante

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Natalia Sánchez Méndez

Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza

La primera vez que me enfrenté al concepto del amor era muy pequeña como para recordar en qué estaba pensando o qué me llevó a saber qué era. Tengo la sospecha de que todo viene de los cuentos que escuchaba de mi mamá, al leerme en las noches: en ese momento creía que la vida sólo se trataba del amor a una pareja. Esas historias donde se veían, se enamoraban, se alejaban y luego por una gran casualidad del destino, se encontraban para jamás alejarse otra vez. Aunque, sé que es una idea fantasiosa hoy la sigo guardando como la forma en la que quiero que suceda mi gran historia de amor de pareja.

Por otro lado, fui una niña que creció rodeada de amor, tal vez no de la forma tradicional al ver el profundo amor entre sus papás. Mis padres, si bien permanecen juntos, me da la impresión que son más bien una cotidianidad que un intenso romance. No obstante, el amor se veía en libros, películas y música; en cada cuento, novela, o serenata que pasaba a través de mí. 

El arte romántico forjó una idea de relación que se volvió mi cruz, porque incluso hoy me cuesta procesar que amar va más allá de una pareja, y me hace sentir intranquila la sola idea de no tener un amor para toda la vida. Temo que, a mis cortos veinte años, aún no haya cruzado mi puerta la persona con la que compartiré mis penas, la persona que me acompañará hasta la vejez y que muera a mi lado. El pensamiento de que tal vez no todas las historias funcionan “para siempre”, me deprime hasta un punto enfermizo y es que no puedo evitar creer que es por mí y no por la construcción social de la pareja tradicional, monógama como única forma de amor verdadero.

Habitar un cuerpo gordo es una de las razones por las que más me preocupa no encontrar el amor. Si soy sincera, en realidad es la única razón, porque, si bien soy una persona muy social en redes (sobre todo en lo relativo a derechos y vidas de las personas así), me cuesta reconocer que mi cuerpo no me quitará el merecimiento de un amor. No puedo evitarlo, esta idea está muy arraigada dentro de mí, pues crecí bajo la frase: “cuando crezcas y bajes de peso vas a encontrar novio, ahorita no te preocupes”, pero, la verdad es que sólo he tenido una relación de pareja a mis quince años, donde no experimenté lo que anhelaba (como citas románticas o poemas intensos y llenos de miel), en parte porque no sentía estar en la posición de exigir, porque de por sí pensaba que era un “sacrificio” estar con alguien como yo. Esta idea no solo se limitó a mis relaciones de pareja: cuando tenía once años me di cuenta que las personas a mi alrededor no querían ser mis amigos por mi cuerpo. Ahora en retrospectiva, sé que eso hablaba de ellos y no de mí, pero me cuesta quitarme esa idea porque diez años después, muy en el inconsciente, sigo sin creerme merecedora de recibir amor, que alguien con mi cuerpo sólo puede darlo.

Hay un miedo constante en mi de que no puedo recibir ternura, amor dulce, pacífico y seguro porque mi apariencia es más grande que la de los demás. Soy tosca en mis movimientos, a veces también en mis palabras, tengo que evitar hablar lo menos posible de mi cuerpo para que los demás sean poco conscientes de su tamaño; y en redes sociales debo notificar que soy gorda, para que tampoco se lleven una sorpresa al verme. Me convencí que mi personalidad debe ser proporcional a mi cuerpo; que si soy gorda, entonces tengo que ser divertida para que me quieran. No puedo ser exigente, me tengo que conformar con lo que me quieran ofrecer, y tampoco puedo ser dulce, debo de ser agresiva en mis palabras para que no haya espacios donde me lastimen. Soy de ideas y creencias “bruscas”, para protegerme de la falta de amor que encuentro a mi alrededor.

Parece ser simple reconocer que son ideas erróneas las que me rodean, porque lo son. La verdad, jamás permitiría que alguien creyera de sí lo que yo creo de mí. Sin embargo, vivo en un mundo donde el patriarcado plantó en lo más profundo el modelo de hombres fuertes y mujeres esbeltas, en donde la mujer debe aspirar a un hombre alto, capaz de levantarla en sus brazos. Esto es triste, no sólo por lo que representa sobre la diversidad corporal, sino por lo reduccionista y arcaico que resulta; y también es un recordatorio que nuestro sistema está tan mal construido que afecta las relaciones interpersonales para mal.

Como si no fuera suficiente todos los problemas que enfrento para encontrar el amor siendo gorda, también tengo que enfrentarme a buscar el amor como lesbiana. Salir del clóset fue en realidad bastante sencillo, me di cuenta que me gustaban las niñas porque me planteé una sola pregunta: ¿cómo me imaginó en el futuro? Con una carrera exitosa, claro, me gustaría un par de hijxs, la oportunidad de llevar a cabo mis hobbies sin preocuparme por el dinero, pero había una incógnita, y era el matrimonio. Me gustaba imaginarme en un bonito vestido blanco rodeada de gente que celebrara el amor, pero la idea de casarme y pasar mi vida entera a lado de un hombre me causaba terror, no sabía por qué, pero sabía que sería infeliz. No obstante, al plantearme la posibilidad de pasar mi vida al lado de una mujer o una persona no binaria, me dió una sensación que no había tenido, seguridad y anhelo, también forjó la idea del amor en pareja que quería.

Quiero una relación que me haga sentir bien en mi paso por el mundo, que me dé la seguridad de que soy feliz y que me haga querer regresar a casa todos los días, sin embargo, ya me he planteado, que a lo mejor esto no es algo que pase. Porque la idea de que somos seres de una sola persona por y para siempre es intimidante, nos arrebata la autonomía, la capacidad de ver más allá y nos reduce a un ciclo que tal vez no existe para todos. Nada me asegura que voy a encontrar una persona con la que tenga una química tan intensa que sea imposible alejarnos, porque la eternidad es un periodo muy largo, en el que tal vez cambiemos y nos tengamos que volver a conocer y no funcione. La idea de un amor romántico es esclavizante, reconstruirlo ha sido clave para dejar de tener miedo a lo que pueda  o no pasar, me cuesta trabajo, si, pero hacer las paces con que tener una pareja no es lo que me va a dar plenitud me acerca un poco más al amor propio.

Pero no todo es malo, porque en este torbellino de inseguridades por el que he atravesado me di cuenta que la mayor forma de amar no es en pareja. Esa es la forma más fácil de entender, pues fuimos criadxs para ello. Y para mí el amor más puro que he podido encontrar es el de mis amigas, aprendí a valorarlas porque no las tuve hasta pasando la adolescencia, pero ellas son el pilar de mi vida. Ninguna tiene por qué amarme pero todas eligen hacerlo: eligen escribir una tontería a diario en nuestro grupo de whatsapp que desate eternas conversaciones, con tragedias, risas, uno que otro albur, pero siempre con el cariño más genuino que hay; o nos encontramos en los pasillos de mi CCH, en donde pude sentir  una inmensidad de almas, personalidades y experiencias compartidas. No sé cual sea la probabilidad de que dos futuras médicas, una futura diseñadora de modas y una futura chef se encuentren y construyan un vínculo estable, que no rompe el tiempo que conservamos con la misma química que a los diecisiete. El que haya pasado esto me mostró que el amor existe.

La vida no sólo ha sido cruel, también me ha mostrado que tengo amigas que me mejoran mi día, porque aún en un lugar tan frustrante como la universidad, en una carrera tan estresante como medicina, hay personas que me recuerdan que juntarse conmigo es un placer, no una obligación. Pues tener personas con quienes reír en momentos límite nos puede salvar de colapsos, y con apoyo se llega más rápido a la meta que cargando todo sola. Pienso que aún cuando me siento fuera de lugar, hay personas con los mismos ideales que yo, con quienes construyo cotidianamente un espacio seguro, en el que puedo expresar mis críticas más profundas y hasta las más ridículas, sin temor a sentirme mal.

Si tuviera que darle un consejo a mi niña del pasado, es que espere, que tenga paciencia, porque encontrará algo que pocos: su alma gemela en una amiga. Esto sin duda es una prueba de que hay amor para todxs en donde menos lo esperas; por mi parte, yo encontré a mi mejor amiga de una forma tan sencilla que no sé en qué momento se volvió mi confidente, pero sé que si pudiera, sería su gran amiga un millón de veces. Tener a esa amiga no solo me salvó la vida, también es un privilegio que agradezco a diario. 

A veces, escribir cosas tan personales para algo tan público me resulta intimidante, pero lo hago porque sé que mis experiencias pueden ser similares a las de otras personas, o, al menos pueden abrir una ventana de diálogo sobre lo que pienso. En este caso hablo del amor, porque no me equivoco ya que el amor es seguridad, es confianza, es alegría; y no sólo se trata de una pareja, pues el amor se trata de los pequeños momentos del día, como mi mamá levantándose temprano a prepararme de desayunar aunque no pueda del sueño, o mi papá llevándome diario en un viaje de dos horas a la escuela, para que yo pueda dormir un poco más. El amor son mis amigas riéndose a las siete de la mañana de mis ocurrencias: el amor es poderle decir mi opinión política a Bri y que me respalde; el amor es Caro haciéndonos reír a la distancia; es Yadsiel con historias que no nos explicamos cómo suceden, pero pasan; es Ale siendo mi refugio en cualquier situación; y sin duda, el amor soy yo, pues no importa cuán mal esté el panorama, voy a encontrar la forma de hacerlo parte de mi arte, porque sé que con tanto amor para dar, tengo y tendré personas en mi vida capaces de hacerlo mutuo.

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Carta al amor (y al miedo de no encontrarlo)

Una respuesta

  1. Siendo una mujer gorda me sentí una identificada, como si alguien leyera mi mente y dijera todo lo que pienso y quiero desaprender.
    Gracias por hacerme sentir acompañada y recordarme que no estoy sola en este proceso
    Me llena de orgullo saber que me rodeo de personas como tú y que tengo el privilegio de poder amar

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