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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Foto de Rahul Pandit / Pexels
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Sofía Mondo

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Soy estudiante de antropología y escritora de rachas emocionales. He dejado de buscar escribir en el momento ideal porque mi momento ideal lo encontré en un pensamiento largo tras un sentimiento profundo.

Camaradas del parqués

Número 9 / ABRIL - JUNIO 2023

Me robabas las cobijas, pero de eso no tuve problema porque soy más verano que el melón

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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Conté contigo en mis noches que ya fueron. Conté contigo estrellas de sueños caducos y dos que tres gatos apasionados que se enterraban en nuestro techo para amarse a rasguño. Conté contigo y no bastó para que te quedaras porque conté contigo, pero yo a ti sólo te quería porque no había otro que quisiera mi cama, mi techo, mis noches, aún menos mi día.

De ti me acuerdo cuando el costado izquierdo de mi cama puedo tomarlo. A mí siempre me ha gustado recostarme en ese lado, pero tú ocupabas casi todo el colchón. También me robabas las cobijas, pero de eso no tuve problema porque soy más verano que el melón, hasta las sábanas me asfixiaban si subían demás mi torso. Te recuerdo con lo que tengo porque no ultrajas más. Te recuerdo cuando me sobra lo que robabas y como las sabanas que aviento fuera de la cama, no sé porque me sobra tanto sin ti.

Ayer un perrito me encontró. Iba caminando y un cachorro se me quedó enredado en las piernas, casi maldecí porque aquella bestia de oficio callejero me tiró, caí de la banqueta y el tobillo recibió lo peor, se torció y quedé cojo. En el suelo y con la maldición manducándola vi al cachorro, era feo, estaba sucio, una oreja la tenía más grande que la otra y tenía una cabeza descomunal, me pregunté si ese animal pesaría similar de sí mismo, pero cuando le sentí los ojos, me percaté que este con su pasito atrás pensó lo mismo, pero del bípedo que cayó al piso por una cría de perro, pudo haber pensado que también soy estúpido, pero no sé si los perros tienen malas palabras, si es cómo nuestros críos, seguro que sí. Te digo todo esto porque el tropezar con el callejero me recordó a cuando vivimos juntos, me sentía tonto, algo incapaz porque sabiendo que me hacías mal no te echaba las cosas por la ventana.

Lloré después del perro, lloré después de ti, siempre en el baño y con una toalla cubriendo mis sollozos con una toalla infiltrándose a la separación del piso y la puerta del baño. No me gusta llorar, pero lo hice la mitad de mi vida, me reconforta que me moriré y no es posible llorarse, se esta muerto, es obviedad, pero aún me acuerdo de mi yo niño que no quería morirse porque sería muy feo verse muerto, frío, lleno de maquillaje para que la gente te vea vivo, vaya tontería, todos lloran muerto pero lo disfrazan de vivo, un gusano saliendo de la carne debe ser espeluznante, pero el rubor siento esta demás cuando se vela un muerto.

Te digo que lloré, te digo que te detesté porque te extraño, pero cubrías con aceite mis temores y me dabas besos de mitad de boca, cuando estábamos frente a tus padres decías que sólo amigos, me hervía la sangre, luego te dejé, bueno, tú me dejaste porque encontraste una que, si podías hacerle beso la cara frente a tus padres, frente al mundo, frente a ti. A mí nunca me abriste los ojos cuando teníamos sexo, eso era lo más cruel que me hiciste y te dejé hacerlo diez años, no me importaron las mujeres entrando a la casa, no me importó saber que te liabas con tu secretaria porque me quise creer tus disculpas y los medios besos porque sólo pensé me querrías tú. En parte fue verdad, en parte sólo me querías tú porque amor de ti jamás pude extraer, no hubo ni un abrazo que no olieras a recelo.

Hoy que han pasado treinta años y que los jovencitos tienen cano el corazón, te veo pasarte las calles con el semáforo en rojo, darle la mano a tus nietitos que les llenas de dulces los bolsos del pantalón o la bolsita tan coqueta de tu nieta. Tienes amor de abuelo y ni una mirada para el que fue amigo y tanto más. Te veo sentado en las bancas del parque, yo juego parqués con mis camaradas en las mesas de ajedrez. Tú, sentado entre esas bancas, un día que yo iba rumbo a mi departamentito porque la renta esta alta para los pensionados, me silbaste como cuando me soltabas la mano si sentías a un policía pasar. Me silbaste y supe que sólo era para mí, no volteé y volviste a silbar, no hace falta decir que no te miré. Éramos amigos, hoy, sólo con mis camaradas del parqués, veo que la vida con dentadura postiza y sin querer tortura de tus besos es mejor. Te extrañé treinta años, pero verte queriéndome de nuevo después de tu familia, tus nietecitos y las prostitutas que nunca les dejaste el gusto, te digo, estoy en calma sin ti.

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