Escuela Nacional Preparatoria Plantel 4
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Pienso, luego existo
R. Descartes
Estoy en un trance, donde todo se siente tan distante, un lugar donde lo único que alcanzo a percibir son mis pensamientos, como si todo lo que fuera yo, fuera pura conciencia.
Me estoy ahogando en pensamientos y quiero salir a respirar.
Me encuentro en un lugar, donde todo lo que siento físicamente se siente aislado, como si mis sentidos se encontraran en un cuarto ajeno al que estoy yo.
Siento que el tiempo se vuelve gradualmente más lento mientras me encuentro en este estado y vuelve a su ritmo natural cuando logro salir un momento a respirar.
Mi vida se encuentra en “modo automático” en este momento, solo vivo mis días, soy parte de ellos, pero se siente como si sólo fuera un espectador de mi vida, y no quién la vive, como si todas mis acciones ya estuvieran prescritas y las hiciera al pie de la letra.
La música y el ocio se han vuelto mi desahogo, ya que decidí existir entre las miles y miles de cosas que pasan a mi alrededor; quemo mi energía en la rutina y pienso que puedo cambiar, pero estoy perdiendo la iniciativa.
Pienso la mayoría del tiempo en el pasado, pienso en todas mis vivencias simultáneamente, formando una amalgama de emociones que se acumulan y me comen de adentro hacia afuera.
Constantemente sobrepienso cada situación y considero los miles de resultantes que un solo suceso puede tener, generándome a mí mismo montañas de ansiedad; me preocupo por situaciones ajenas a mí como si fuera mi culpa, aún cuando sé que no lo es.
Quiero salir del trance, pero también ahí es donde más me siento uno conmigo mismo, me encuentro en un estado, donde por fin la estridente vida se calla y puedo estar tranquilo. Terminé convirtiéndome en una contradicción andante, sintiéndome con paz e incertidumbre simultáneamente.
Y a pesar de toda la paz, tristeza y soledad que el trance me brinda, el sentimiento de volver a permanecer en la superficie se hace más grande. Cada vez que vuelvo a salir a respirar la vida permanece sintiéndose tan nueva y tan bella, que aprecio hasta la más pequeña casualidad; cada persona que fluye conmigo en el vasto mar de posibilidades que es la vida, cada día soleado que hace que las plantas resaltan de la forma más bella, cada lluvia, cada comida, cada cosa que me hace reír, cada persona que me trajo y trae felicidad, hasta la cosa más simple puede ser apreciada cuando no estoy en el trance.
Siempre están a mi lado las personas que me apoyan a seguir adelante, que extienden su mano, que me ayudan a levantarme y me auxilian, hasta que pueda nadar solo sin dejar que me lleve la corriente de pensamientos para que me estanque en el trance.
Vivo con la esperanza de que, en el futuro, yo pueda ser la mano que apoye a los demás, ser aquella persona que pueda ayudar a quienes se encuentren en el trance igual que yo.
Salir del trance es ver la vida con otros ojos, es como volver a nacer. El trance puede ser una experiencia triste y dolorosa, pero también puede ser algo que todos debemos pasar en algún momento para poder avanzar.
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