Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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Si hay algo que todos saben sobre mí es que amo el naranja.
Desde que era niña el anaranjado estaba incrustado en mi ser, la calidez del color abrazaba mi alma alimentando mi corazón, era tanta mi obsesión que mi mamá solía decirme:
–Kritsi, ¡un día de estos te vas a tornar naranja! ¡Ya no tendré una hija, sino una zanahoria!
A lo que yo respondía:
–Mamá, ¡nada me haría más feliz!
Entre suspiros y risas, mamá y yo disfrutábamos la bufonada y nos sentábamos a comer.
Pronto, mi amor por el naranja se volvió una verdad universal. En la escuela me apodaron “La hija del Otoño”, no pasaría mucho tiempo para que esa se volviera mi nueva identidad.
Era la niña naranja del vecindario, mis compañeros decían que me habían creado a partir de arcilla naranja, algunos otros rumoraban que no era humana sino una personificación del otoño, e incluso ¡llegaron a decir que era la mismísima Perséfone!
Disfrutaba mi reputación. En mi pueblo, naranja era sinónimo de Kristiopi. Pasé toda mi vida amando este color. ¿Cómo no hacerlo? Era lo más bello del mundo, un representante del amanecer que me transmitía tanta dulzura como la de los grandes melocotones nacientes en julio y agosto, y tanta libertad como la de aquellos peces payaso nadando en el mar.
Nunca hubiera imaginado lo que pasaría el 8 de agosto de 2021. El planeta se enfrentaba a un gran enemigo, un enemigo cuyo poder y crueldad era mayor que la de Hades: el calentamiento global.
Tras su llegada, la aldea fue gobernada por el caos y la incertidumbre, amenazados por su reinado muchos amigos, conocidos y hermanos salieron del pueblo, fuimos pocos los que quedamos.
Y un día lo inconcebible pasó, el naranja me traicionó, se unió al ejército de aquel tirano que nos atormentaba. No quedó rastro de su belleza, su ira se hizo tan grande que nos arrebató la calma, se convirtió en un gigante de fuego y sin piedad alguna comenzó a derrumbar nuestras casas, asesinó a nuestras familias y finalmente se dio a la fuga.
Lo perdí todo y a la vez nada, mi casa quedó intacta, pero mi identidad se destruyó, no quedó rastró de “La hija del otoño” que alguna vez fui.
Desde ese día visto de negro, velando a aquella niña que con inocencia amaba el color que pasó de representar la bondad y calidez a representar el terror y la crueldad.
Pero la lucha continúa y algún día la tiranía del calentamiento global caerá junto con su ejército de fuego.
***
Escribí este cuento corto para visibilizar las consecuencias del cambio climático y hacer un llamado a la acción para frenar las consecuencias de esta problemática, la historia se basa en la fotografía de Kontantinos Tsakalidis, quien retrata a Kristiopi, una mujer en Grecia, víctima de los incendios forestales de 2021 causados por el calentamiento global. Aunque la casa de Kristiopi resultó intacta, el miedo y la angustia que sintió permanecerán inmortalizadas en una fotografía que nos muestra la realidad del grave impacto de nuestras acciones en el medio ambiente. Hablar de esta problemática mediante un cuento que se basa en una experiencia real me pareció una buena manera de crear un interés por este tema e invitar a la reflexión sobre el mismo.
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