Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur
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Me dijo una vez un amigo, el Chino: “El amor son cuatro letras difíciles de escribir, pero fáciles de sentir”. El amor escapa de diccionarios y reglamentos, solamente ocurre, sin razones. El amor nos obliga a sentirlo en lo profundo de nuestra alma. Amor y dolor nos acompañan en este recorrido llamado vida.
Cualquier cosa en tu entorno, con los ojos y la disposición adecuada, tienen el potencial de descansar tu espíritu del sofoco. Date un momento al día para ponerlo a prueba: toca las texturas de la naturaleza, la vida en la piel, escucha con cuidado la risa de quienes provocan tu alegría, míralos y atesóralos en tu corazón. ¿Ya viste el cielo de hoy? Busca el horizonte y sentirás la inmensidad del cielo sobre tu cabeza, así como nuestra absurda pequeñez.
El amor se puede percibir de tantas maneras: en la empatía, en la solidaridad de acompañar el dolor de quienes quieres porque sientes su dolor como tuyo. Así, cuando nos sentimos solos y una persona con gestos de cariño y atención nos llena de alegría el corazón, es amor. Chino dijo: “Toda acción que nace del amor crea y construye. Una charla, un llanto, un abrazo sincero o un beso pueden salvar vidas.”
Entonces, amarte es amar a los demás y viceversa, al procurar bienestar tu corazón estará deseoso de manifestar su esencia. Amemos nuestro alrededor con la misma magnitud con la que nos amamos a nosotros mismos. Amor es justicia, revolución, derechos, el amor no nos saca del mundo, nos une a él.
Para expresar el amor, la humanidad a lo largo de la historia ha usado símbolos, así como lo ha hecho para hablar de las deidades. Alguna vez todos hemos escuchado la frase: “Dios es amor”, la aprendemos desde nuestra familia, en nuestra niñez, como una herencia cultural que, en cierto momento, se pondrá a prueba a través de la experiencia personal, sin embargo, la experiencia de Dios es difícil de transmitir, pero la podemos encontrar en la práctica de la espiritualidad.
Chino también precisó: “Lo que importa es lo que provoca en nosotros. Para mí Dios está en todos, es el amor en cada uno de nosotros, en los seres vivos, está más allá de nuestra comprensión y no lo podemos describir ni comprender con palabras. Por ejemplo, yo lo encuentro en la música, ser músico es un honor y una pasión porque une a la sociedad, en un mundo que nos divide de forma constante. La música es un acto de amor y es sublime. Canto por el prójimo, para los demás, por amor al arte.”
Los seres humanos somos la única especie en el planeta que disfruta del dolor, de ver a los demás sufrir, es por eso que necesitamos reflexionar para construirnos. El arrepentimiento o culpa que sentimos cuando algo no es bueno es una manifestación de amor, es el deseo de una mejora continua por el bien común. Somos libres de amar y fallar en el amor.
Fernández Dávalos en su obra, Doce cartas sobre Dios, ayuda a entender la gran dimensión del amor.
[…] amor es gratuito, porque al no tener razones participa del misterio, porque nos posee antes de que nosotros lo pretendemos, porque revienta prescripciones y evidencias colectivas, porque permite que veamos lo que los ojos confunden, porque es luz que ilumina de modo peculiar la realidad, el amor es parte de Dios mismo. O mejor: Dios mismo es amor. Puro, absoluto y simple amor.
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