Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo
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Según CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) los resultados de pobreza en México 2020 arrojaron que el 43.9% de la población se encuentra en estado de pobreza, el 8.5% en pobreza extrema, el 23.7% es vulnerable por carencias sociales, el 8.9% es vulnerable por ingresos y tan solo el 23.5% se encuentra en un estado no pobre y/o vulnerable. Tomando en cuenta que las cifras del INEGI muestran que actualmente somos 126, 014, 024 habitantes en el territorio mexicano, y al saber que menos de una cuarta parte se encuentra en un lugar privilegiado en comparación al resto, las cifras son alarmantes en cuestión de desarrollo y educación.
Actualmente el “échale ganas” se ha vuelto parte del lenguaje común en la sociedad, se emplea en diversos contextos como lo son la salud mental, así como en los procesos de crecimiento económico y laboral. Este término es empleado generalmente por cierta parte de la población que se encuentra en privilegio o ventaja frente a lxs otrxs, situación que ha sido visibilizada recientemente.
Pienso que hablar desde un privilegio es hablar con una venda en los ojos, desde un punto de ignorancia adquirido y del cual muchas veces no se quiere salir; creo que hablar desde el privilegio es solo velar por intereses propios sin importar los derechos de terceros.
Según CONEVAL, hasta el 2020:
Menos de un cuarto de la población cuenta con todas o al menos una de las oportunidades antes mencionadas, las cuales son importantes para tener un buen desarrollo social, personal y laboral. El desarrollo personal va desde el lugar en donde nace, reside y se desarrolla, hasta la facilidad que tiene de acceder a los servicios y derechos básicos como ser humano.
Todxs alguna vez hemos pasado por la carencia de alguno de estos rubros, o tal vez más, pero siempre hemos tenido privilegios por encima de otrxs, mínimos, pero privilegios al fin. De acuerdo con el sistema socioeconómico en el que vivimos es casi imposible poder erradicar estos privilegios entre clases sociales, razas, grupos, etc., por lo que de manera directa o indirecta estamos ejerciendo y/o recibiendo algún tipo de opresión, lo que debilita o imposibilita el pleno desarrollo en una o mas áreas de la vida.
Entonces, ¿cómo pedirle a una persona que le eche ganas si solo realiza una o dos comidas al día, si sus ingresos le permiten obtener solo lo indispensable para sobrevivir, si la infraestructura vial le obliga a pasar gran parte de su día en traslados dentro de la misma ciudad, si no tienen acceso eficaz y oportuno a servicios de salud o a educación básica?
Ahora bien, ¿tú crees que solo tenemos que echarle ganas?
Si me preguntas a mí, la respuesta es no, echarle ganas no es suficiente, no lo es en un país en donde los servicios básicos son un privilegio de unos cuantos, donde la brecha económica es tan grande y donde menos de la mitad de la población tiene acceso a la educación. Si bien la cultura mexicana tiene como base el optimismo y el “echarle ganas”, si hablamos desde un punto objetivo y realista, actualmente para tener una buena calidad de vida se necesita cierto grado educativo, contar con herramientas y capital económico e incluso tener la capacidad de salir del país.
En México, donde la inseguridad te puede quitar la vida, echarle ganas no es suficiente.
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