Todos dicen que antes de poder amar a alguien, debes aprender a amarte a ti mismx. Suena lógico, pero, ¿qué significa realmente? ¿Acaso existe una forma única y correcta de amarse? La sociedad nos repite constantemente la importancia del amor propio, pero pocas veces nos enseña cómo construirlo de manera genuina y saludable. La verdad es que no hay un manual definitivo sobre el amor propio porque cada persona tiene su propia manera de sentirse bien consigo misma, de validarse y de encontrarse.

Es común escuchar la típica frase: “lo más importante es amarte a ti mismx”, pero, aunque la intención detrás de esas palabras es buena, a menudo se queda en la superficie. Amar puede ser algo innato, pero amarse a unx mismx es una práctica que se construye con el tiempo, con paciencia y con autoconocimiento. No nacemos con la certeza de lo que significa el amor propio, y mucho menos con la habilidad de aplicarlo en nuestra vida diaria. Crecemos con ideales impuestos sobre lo que se supone que es el bienestar, la felicidad o la autoestima, y en ese camino muchas veces nos olvidamos de preguntarnos qué es lo que realmente necesitamos.

Descifrar el amor propio

Si cada persona es un mundo, es lógico pensar que el amor propio no tiene una única forma. Lo que funciona para unx, no necesariamente funciona para otrx. Algunxs encuentran amor propio en el autocuidado físico, en el ejercicio o la alimentación saludable; otrxs en el desarrollo intelectual, en la meditación, en la creatividad o en el descanso. Hay quienes encuentran amor propio en los pequeños detalles cotidianos y quienes lo ven reflejado en grandes cambios.

Lo esencial es aprender a escucharnos, a reconocer lo que nos hace sentir bien y a respetar nuestras propias necesidades. El amor propio no es egoísmo ni vanidad; es una relación honesta con nosotrxs mismxs. Se trata de construir hábitos que nos nutran en lugar de limitarnos. Y, sobre todo, de aceptar que no siempre nos sentiremos bien, que habrá días difíciles y momentos en los que dudaremos de nuestro propio valor. En esos momentos, en lugar de exigirnos un amor inquebrantable, debemos darnos permiso para ser humanos.

Amar a otrxs sin perderse

Existe la creencia de que si no te amas completamente a ti mismx, no puedes amar a lxs demás. Pero el amor no es una meta que alcanzamos antes de poder compartirlo. No amarnos de manera perfecta no nos hace incapaces de sentir afecto por otras personas. Somos seres sociales y aprendemos a querernos en relación con lxs demás.

El amor propio y el amor hacia otros no son opuestos ni excluyentes. Sí, es importante tener una relación sana con unx mismx, pero eso no significa que debamos aislarnos hasta que nos sintamos “completxs”. De hecho, muchas veces es en nuestras conexiones con lxs demás donde descubrimos nuevas formas de querernos y aceptarnos. Aprendemos a amarnos a través de la empatía, del respeto y del cariño que intercambiamos con otrxs. Sin embargo, el amor propio también implica establecer límites, reconocer cuándo una relación nos hace daño y tener la valentía de alejarnos cuando es necesario.

El cambio constante del amor propio

El amor propio no es un destino final, sino un proceso en constante evolución. No es algo que simplemente alcanzamos y mantenemos intacto para siempre. Cambiamos de gustos, de intereses, de perspectivas y, con ello, la manera en que nos amamos también se transforma. Lo que nos hacía felices en el pasado puede dejar de hacerlo en el presente, y está bien.

Aceptar este cambio es parte fundamental del amor propio. No debemos aferrarnos a una versión rígida de nosotrxs mismxs ni castigarnos por evolucionar. Cada etapa de la vida trae consigo nuevos retos, y con ellos, nuevas maneras de cuidarnos y de entendernos. A veces, nos damos cuenta de que creíamos estar amándonos, pero en realidad nos estábamos conformando con menos de lo que merecemos. Aprender a quererse implica cuestionarse, reconstruirse y, en ocasiones, desaprender creencias que ya no nos hacen bien.

El dolor en el proceso de amarse

Amarse no es un camino lineal ni siempre placentero. A veces, implica enfrentar verdades incómodas sobre nosotrxs mismxs, soltar relaciones o situaciones que nos lastiman, y aceptar que hay cosas que no podemos cambiar. Aprender a quererse no es sólo un acto de ternura y autocompasión, sino también de valentía.

El dolor es parte del crecimiento, y aunque el amor propio puede ayudarnos a sobrellevarlo, no nos hace inmunes a él. Somos seres sociales y emocionales, y por más que intentemos protegernos, habrá momentos en los que nos sentiremos vulnerables. A veces, el entorno en el que estamos nos lastima; otras veces, somos nosotrxs mismxs quienes nos autosaboteamos con pensamientos negativos o expectativas inalcanzables. Amarse también implica reconocer esas heridas, darles espacio y trabajarlas sin juzgarnos por sentirnos frágiles.

Es así que el amor propio no es un estado permanente ni una receta universal. No se trata de cumplir con una lista de pasos para alcanzar la felicidad, sino de un proceso personal que evoluciona. Es un camino de autoconocimiento, de respeto y, sobre todo, de paciencia con nosotrxs mismxs.

Amarnos bien no significa evitar el dolor, sino aprender a lidiar con él sin dejar de cuidarnos. No significa ser perfectos ni tener una autoestima inquebrantable, sino darnos el permiso de ser humanos. Porque quererse bien no es sólo celebrar nuestros logros, sino también aprender a acompañarnos en los momentos difíciles. Y en ese proceso, en esa búsqueda constante, encontramos la mejor versión de nosotros mismos.